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Maria Sala nació en Barcelona, provincia de Cataluña (España), una tarde primaveral de 1981. Desde su más tierna infancia fue testigo de cómo su madre devoraba una serie interminable de novelas románticas, cuyas tapas de llamativos colores estaban repletas de príncipes encantadores que abrazaban a princesas de largos cabellos, vestidas con ropajes exóticos. Las ilustraciones sencillas de los cuentos infantiles de pronto perdieron brillo en comparación con las vistosas cubiertas de aquellos libros, que debido a la corta edad de la autora eran lectura vetada. Pero como es bien sabido, no hay fruto más dulce que el fruto prohibido, por ello, en cuanto el azar le dio oportunidad, nuestra intrépida autora se aventuró en sisarle a su madre un par de novelas románticas, que leyó a escondidas regodeándose de su propio atrevimiento, sin sospechar que al perderse entre aquellas páginas iba a caer presa de un género literario, un tirano que a día de hoy aún no le ha devuelto su libertad. Sometida a la voluntad de ese cruel raptor, que exige lealtad absoluta, nuestra desdichada autora no ha tenido más remedio que expresarse a través de la escritura para recrear las miles de historias que la asaltan por el día o se cuelan en sus sueños durante la noche, exigiendo cobrar vida mediante la palabra. Estos huéspedes indeseados se han amotinado en los últimos tiempos, reivindicando su necesidad de reconocimiento, pues los personajes de una historia solo cobran vida cuando los ojos de un soñador recorren las letras, uniéndolas en sílabas para formar palabras encadenadas en oraciones, que describen un universo que nace y muere cada vez que un libro se abre o se cierra, a merced de los caprichos del lector.
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