Para siempre

Judith McNaught

Fragmento

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Créditos

Título original: Once and Always

Traducción: Teresa Camprodón Alberca, cedida por Penguin Random House

Grupo Editorial, S.A.U.

1.ª edición: mayo, 2015

© Judith McNaught, 1987

Publicado originalmente por Pocket Books,

una división de Simon & Schuster, Inc.

© Ediciones B, S. A., 2015

para el sello B de Bolsillo

Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)

www.edicionesb.com

DL B 9781-2015

ISBN DIGITAL: 978-84-9069-093-2

Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidasen el ordenamiento jurídico, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.

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Contenido

Portadilla

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Dedicatoria

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Notas

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Dedicatoria

A mi padre, que siempre me hizo sentir

que estaba orgulloso de mí,

y a mi madre, que me ayudó a hacer las cosas

que la hicieron sentir orgullosa.

¡Qué gran equipo formáis!

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Inglaterra, 1815

—¡Ah, estás ahí, Jason! —exclamó la bella mujer de cabellera negra a la imagen de su marido que se reflejaba en el espejo del tocador.

Repasó tímidamente con la mirada el cuerpo esbelto y fornido que se aproximaba a ella; luego dirigió la atención hacia los joyeros abiertos que tenía ante sí. Un temblor nervioso le sacudió la mano y se le iluminó el rostro con una sonrisa cuando sacó un espectacular collar de diamantes de un estuche y se lo tendió.

—¿Me ayudas a abrochármelo?

El gesto de su marido se endureció con desagrado al mirar los collares de resplandecientes rubíes y magníficas esmeraldas que ya lucían sobre sus senos por encima del provocativo escote del vestido.

—¿No crees que tu exhibición de carne y joyas es un poco vulgar para una mujer que trata de aparentar ser una gran dama?

—¿Qué sabrás tú de la vulgaridad? —replicó Melissa Fielding con desdén—. Este vestido es de última moda. —Y añadió con altanería—: Y bien que le gusta al barón Lacroix. Insistió en que lo llevara en el baile de esta noche.

—Se ve que no quiere tener problemas con demasiados cierres cuando te lo quite —respondió su marido con sarcasmo.

—Exacto, es francés... y es terriblemente impetuoso.

—Por desgracia también está sin un céntimo.

—Cree que soy hermosa —le provocó Melissa con una voz que empezaba a flaquear debido al odio contenido.

—Tiene razón.

La sardónica mirada de Jason Fielding se posó en el hermoso rostro de Melissa y en la piel de alabastro, en los ojos verdes ligeramente rasgados, en los labios rojos y carnosos, luego descendieron hasta los voluptuosos senos que sobresalían temblorosos e incitantes por encima del pronunciado escote del vestido de terciopelo escarlata.

—Eres una hermosa, amoral, avariciosa... puta.

Giró sobre sus talones y se disponía a salir de la habitación cuando se detuvo súbitamente. Su voz glacial estaba revestida de una autoridad implacable.

—Antes de irte, entra y dale las buenas noches a nuestro hijo. Jamie es demasiado pequeño para comprender el tipo de perra que eres y te echa de menos cuando te vas. Saldré para Escocia dentro de una hora.

—¡Jamie! —exclamó llena de ira—. Es lo único que te preocupa...

Sin molestarse en negarlo, su marido fue hacia la puerta y la ira de Melissa estalló.

—¡Cuando vuelvas de Escocia, yo no estaré aquí! —le amenazó.

—Bien —respondió él sin detenerse.

—¡Bastardo! —espetó Melissa con la voz temblorosa de la rabia reprimida—. Voy a contarle al mundo quién eres en realidad y luego te dejaré. ¡Nunca regresaré, nunca!

Con la mano en el picaporte, Jason se volvió, sus rasgos formaron una dura y despectiva máscara.

—Volverás —exclamó con sorna—. Volverás en cuanto te quedes sin dinero.

La puerta se cerró tras él y el exquisito rostro de Melissa rebosó de triunfo.

—Nunca volveré, Jason —declaró en voz alta en la habitación vacía—, porque nunca me quedaré sin dinero. Tú me enviarás todo el que quiera...

—Buenas noches, señor —saludó el mayordomo en un susurro tenso y extraño.

—¡Feliz Navidad, Northrup! —respondió Jason, mientras se sacudía la nieve de las botas y le tendía la capa empapada al sirviente. La última escena vivida con Melissa hacía dos semanas acudió a su memoria, pero la ahuyentó de su ment

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