1.ª edición: febrero, 2016
© 2016 by Fabiola Arellano
© Ediciones B, S. A., 2016
Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)
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ISBN DIGITAL: 978-84-9069-395-7
Maquetación ebook: Caurina.com
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Tú, que en mi cama esperas,
imperioso éxtasis en azul nocturno.
Compañero de camino y aventuras.
Héroe de mi historia.
Roberto Orlando, eres mi pilar, te amo.
Contenido
Portadilla
Créditos
Dedicatoria
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Capítulo XVIII
Capítulo XIX
Capítulo XX
Capítulo XXI
Agradecimientos
CAPITULO I
Londres, Inglaterra
—Christine, hija, ven princesa, quiero que conozcas al duque Pembroke y a su hijo Vincent —la llamó su madre.
Christine, a sus escasos doce años, era una niña encantadora y con modales impecables; una criatura inocente y deliciosamente dulce. Caminó con gracia en dirección al grupo en el cual se encontraban sus padres, se colocó junto a su madre y con cortesía recitó el saludo, que su institutriz se había encargado en dejar bien aprendido. Levantó el rostro y se encontró con la mirada curiosa de un joven que la observaba atento, lo cual la hizo sonrojar.
¿Qué le ocurría? ¿Por qué la mirada y presencia de ese joven la inquietaba tanto? Era la primera vez en su vida que le pasaba algo así.
Apenas si fue consciente de lo que se desarrollaba en torno a ella, pues quedó enganchada de un par de ojos de un azul tan claro cuál mismo cielo en verano, mismos que la cautivaron desde ese momento.
Nunca había visto unos así de hermosos y expresivos; parecían contener dentro de sí, a través de esa enigmática mirada, todas las preguntas y respuestas del gran cosmos.
Bajó la vista, intimidada, y permaneció en silencio mientras sus padres conversaban con el duque. Después de un momento, el joven Vincent se disculpó y se alejó del grupo; ella también lo hizo, agradecida de tener que dejar las rígidas posturas que implicaba la cortesía social.
Deambuló por el salón sintiéndose invisible; entonces, recordó su lugar especial, ese escondite maravilloso que ofrecía el poder de observar a su antojo, sin riesgo a ser descubierta en el arte del espionaje, a los adultos.
Una vez allí, buscó con la mirada al joven Vincent y lo encontró hablando con la prima de este, lady Elizabeth, la cual, a sus catorce años, era una hermosa señorita que esperaba con ansias el día su presentación en soci