Mientras te miraba

Isabella Marín

Fragmento

Creditos

1.ª edición: mayo, 2017

© 2017 by Isabella Marín

© Ediciones B, S. A., 2017

Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)

ISBN DIGITAL: 978-84-9069-738-2

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Maquetación ebook: emicaurina@gmail.com

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Contenido

Contenido

Portadilla

Créditos

 

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Epílogo

Promoción

mientras_te_miraba-3

Capítulo 1

Damon Wilde era un hacker. No un hacker cualquiera, como aquellos que se colaban en los correos electrónicos de los demás y leían las patéticas cartas que estos pretendían enviar a sus ex parejas (aunque nunca se atrevían a hacerlo y acababan borrándolas en el último instante). No, Damon Wilde era la clase de hacker que accedía a los ordenadores del Pentágono, de la CIA y de la Casa Blanca, y burlaba el sistema solo por maliciosa diversión.

Por supuesto, nadie habría adivinado aquello al ver al exitoso empresario bajarse de su deportivo negro marca Porsche. Wilde, con las gafas de sol colocadas encima de su recta y aristocrática nariz, se detuvo durante unos segundos delante de la impresionante torre de cristal oscuro, en cuya entrada se podía leer en letras color plata Wilde Industries. Estaba manteniendo una breve conversación telefónica con un importante jeque de las arenas, que tenía gran interés en cerrar un trato con las empresas Wilde. La conversación fue, verdaderamente, muy breve. Damon era hombre de pocas palabras. Y bastante ácidas, además.

—Puedes coger tus ciento cuarenta millones y metértelos por tu desértico culo —bramó antes de colgar, hecho que dejó al ilustre déspota boquiabierto al otro lado del teléfono.

El Soltero de Oro, según lo apodaba la prensa sensacionalista, vestía un traje gris plomo creado por el maestro italiano William Fioravanti, por el cual había tenido que pagar la friolera de veintidós mil dólares. Pero ¿qué importancia tenía eso cuando era el dueño de medio Manhattan? El imperio que Wilde había creado de la nada se extendía por toda la Quinta Avenida y contaba con joyerías, boutiques de lujo, agencias inmobiliarias, clubs nocturnos y restaurantes, aparte de la corporación Wilde Industries. Esta última se dedicaba, exclusivamente, a fabricar dispositivos tecnológicos (también conocidos como armas de destrucción masiva), que el gobierno usaba, supuestamente, en su lucha contra el terrorismo.

Damon había perdido a sus padres cuando solo tenía cinco años. Un grupo terrorista había tomado, a base de pistolas y metralletas, un pequeño centro comercial de Boston. Mataron a todo el mundo sin la más mínima compasión. El pequeño Damon fue el único superviviente de la masacre. Nadie se explicaba cómo. Quizá porque estuvo escondido en alguna parte.

Cuando lo encontraron los agentes del FBI, estaba lleno de sangre y abrazado al cadáver de su madre. Tras envolverlo en una manta, lo llevaron a una ambulancia para que fuera examinado tanto por los médicos, como por los psicólogos del equipo de intervención. Damon no parecía tener ni un rasguño. Sus traumas no eran visibles. Lo único que pudieron notar los sanitarios fue que el niño no lloraba, ni parecía asustado, sino todo lo contrario. Apretaba los dientes y no dejaba de repetir una y otra vez «los aplastaré, los aplastaré, los aplastaré».

Damon nunca más lloró. Ni una sola vez. Llorar era cosa de débiles. Él aplastaba cada vez que necesitaba expresar su tristeza.

A la edad de quince años creó su primera arma, un misil nuclear completa y absolutamente indetectable. Los rusos habían conseguido construir algo similar en la segunda mitad de los noventa, el mortífero misil de fibra de carbono que la OTAN conocía por el nombre de Sickel-B, pero la más preciada posesión del Kremlin solo era difícil de detectar, mientras que la tecnología del adolescente americano era indetectable. Nadie entendía por qué los satélites DSP1 no conseguían ver el dispositivo, y Wilde se negaba a desvelar sus secretos.

A los dieciséis, abandonó el instituto y empezó a crear armas para el gobierno. A los diecinueve, la revista Forbes lo catalogó como el más influyente adolescente millonario. Ahora

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