El destino tiene otros planes

Nuria Rivera

Fragmento

Creditos

1.ª edición: mayo, 2017

© 2017 by Nuria Rivera

© Ediciones B, S. A., 2017

Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)

ISBN DIGITAL: 978-84-9069-750-4

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Dedicatoria

 

 

 

 

 

A mi familia, por el tiempo robado.

A mis amigas, por las risas compartidas.

Contenido

Contenido

Portadilla

Créditos

Dedicatoria

 

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Nota de la Autora

Agradecimientos

Promoción

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Capítulo 1

Dicen que cuando una puerta se cierra, otra se abre. En mi caso ocurrió algo parecido. La puerta se cerró, pero en todas mis narices.

Hasta el momento en que el cajero se tragó mi tarjeta no supe que estaba en números rojos. Indignada, llamé al banco para preguntar qué ocurría. Hacía unos días que había cobrado mi sueldo de administrativa en Telecomunicaciones Müller. Me atendieron muy amables, y con tranquilidad me informaron de que se habían retirado todos los fondos aquella mañana. Exactamente quedaban veinte euros en la cuenta.

Entré en pánico.

Lo primero que pensé fue que habían pirateado mi cuenta. Pero al decirme que la operación se había realizado desde un cajero, apareció Rubén en el centro de mis sospechas. No quería ser desconfiada, pero aquella idea me atormentó.

Era la una de la tarde y tenía una hora para comer. No lo dudé, me dirigí a casa para hablar con él. Deseé que aún estuviera bajo las sábanas. Era lunes y él había trabajado la noche anterior. Sin embargo, estaba muy despierto cuando llegué.

Lo encontré en el sofá, en pelota picada, con Mari, mi compañera de El Ruedo, la discoteca en la que los fines de semana servía copas en la barra y en la que Rubén era uno de los porteros. La mesa estaba llena de polvo blanco y los dos parecían estar pasándoselo muy bien. No sé ni cómo no me los cargué. Con toda la rabia que pude les lancé una figura horrorosa que ella misma nos había regalado el día que reinauguramos la casa, porque él se venía a vivir conmigo.

—¡Dani! —bramó el muy cerdo y esquivó el golpe.

—¡Y mi dinero!

No contestó. Soltó una carca

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