Danza de sombras (Buchanan 6)

Julie Garwood

Fragmento

Creditos

Título original: Shadow Dance

Traducción: Laura Paredes

1.ª edición: septiembre 2014

© Ediciones B, S. A., 2014

Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)

www.edicionesb.com

DL B 16902-2014

ISBN DIGITAL: 978-84-9019-869-8

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Esta boda no era nada sencilla. Había siete damas de honor, siete amigos destacados del novio, tres personas de confianza para distribuir a los asistentes, dos monaguillos, tres lectores y suficiente capacidad de disparo dentro de la iglesia como para exterminar a media congregación. Todos los amigos destacados del novio, excepto dos, iban armados.

A los agentes federales no les hacía ninguna gracia que fuera a reunirse tanta gente, pero sabían que sería inútil quejarse. El padre del novio, el juez Buchanan, no iba a perderse un acontecimiento tan alegre, por muchas amenazas de muerte que recibiera. Estaba juzgando un caso de crimen organizado en Boston, y los agentes federales que debían protegerlo lo seguirían haciendo hasta que hubiera terminado el juicio y se hubiese emitido el veredicto.

La iglesia estaba llena a rebosar. La familia Buchanan era tan numerosa que algunos de los parientes y de los amigos del novio ocupaban la zona de la novia. La mayoría de sus miembros había acudido desde Boston a la pequeña población de Silver Springs, en Carolina del Sur, pero algunos de los primos se habían desplazado desde la localidad escocesa de Inverness para celebrar el enlace matrimonial de Dylan Buchanan con Kate MacKenna.

Los novios estaban en la gloria, y su boda era un motivo de dicha, pero jamás habría tenido lugar si no hubiera sido por la hermana de Dylan, Jordan. Kate y Jordan eran muy buenas amigas, y habían compartido una habitación en la residencia universitaria. La primera vez que Jordan llevó a Kate a casa de su familia en Nathan’s Bay, todos los hermanos estaban reunidos para celebrar el cumpleaños de su padre. Jordan no tenía ninguna intención de hacer de casamentera, y en ese momento no fue consciente de que hubiera nacido algo entre Kate y su hermano Dylan, de modo que cuando años después, se prometieron, fue quien más se sorprendió, y se alegró.

El feliz evento se había planeado meticulosamente hasta el último detalle. Al igual que Kate, Jordan era una organizadora estupenda, de modo que le habían encomendado la decoración de la iglesia. Había que admitir que Jordan se había dejado llevar un poco. Había colocado flores en todas partes, tanto dentro como fuera de la iglesia. Unas preciosas combinaciones de rosas color frambuesa y magnolias color crema bordeaban el pasillo de piedra y ofrecían su encantadora fragancia a los invitados, y unas guirnaldas de rosas blancas y rosadas entrelazadas delicadamente con cintas anchas de satén colgaban a cada lado de las viejas puertas dobles del templo. Jordan había llegado a plantearse dar una capa fresca de pintura a las puertas, pero en el último minuto había recapacitado y las había dejado tal como estaban.

Kate había pedido a Jordan que se encargara asimismo de la música, y también se le había ido un poco la mano. Había empezado con la idea de contratar a un pianista y una cantante para la ceremonia y había terminado con una orquesta. Había violines, piano, flauta y dos trompetas. Desde el balcón del coro, los intérpretes tocaban música de Mozart para entretener a los asistentes. Cuando los amigos destacados del novio se situaran delante del altar, la música tenía que detenerse; entonces sonarían las trompetas, la gente se pondría de pie y empezaría la ceremonia con toda su pompa y esplendor.

La novia y las damas de honor aguardaban en una habitación interior situada junto a la nave de la iglesia. Había llegado la hora. Las trompetas deberían sonar para dar inicio a la ceremonia, pero no se oían. Kate pidió a Jordan que fuera a averiguar a qué obedecía el retraso.

Las bonitas notas de Mozart taparon el ruido que hizo la puerta cuando Jordan se asomó al interior de la iglesia. Vio entonces que había uno de los agentes federales en un hueco situado en el lado izquierdo de la iglesia y procuró no pensar en el motivo por el que estaba ahí. En su opinión, los guardaespaldas eran innecesarios si se tenía en cuenta la cantidad de agentes de la autoridad que había en su familia. De sus seis hermanos, dos eran agentes del FBI, uno era fiscal federal, otro era miembro en

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