Quería olvidarte (Noches inolvidables 2)

J. Kenner

Fragmento

Capítulo 1

1

El sol poniente lanzaba un cálido brillo sobre Hollywood Hills mientras las camareras casi desnudas se movían entre la multitud con bandejas llenas de coloridos chupitos en probetas. O, para los invitados más tradicionales, con copas altas de vodka y bourbon de primera calidad.

El alcohol corría, los invitados se reían y cotilleaban, el grupo de moda de Los Ángeles amenazaba con echar la casa abajo y los periodistas especializados en el mundo del espectáculo hacían fotos y grababan vídeos, que luego compartían en las redes sociales.

En otras palabras, la elegante fiesta en el Reach, la nueva terraza de moda, era el evento publicitario perfecto.

Por supuesto, el objetivo era anunciar oficialmente que Lyle Tarpin, una de las estrellas más fulgurantes del momento, se había unido al reparto de M. Sterious, la nueva entrega de la popular franquicia de películas de acción, Blue Zenith, que se estrenaría al año siguiente.

El guion era muy bueno y la acción, trepidante; y Lyle no terminaba de creerse que lo hubieran contratado para el papel, mucho menos que fuera a interpretar a M., el antihéroe con un trauma emocional que le daba título a la película.

Era un papel que podría catapultarlo desde los primeros puestos de la lista hasta lo más alto, convirtiéndolo en una megaestrella con capacidad de escoger entre los mejores papeles y con el sueldo multimillonario con el que soñaba cuando emprendió su andadura por Hollywood.

En resumen, se trataba de una oportunidad que no pensaba desperdiciar.

Razón por la cual se obligó a no poner mala cara y a darse media vuelta cuando Frannie lo miró a los ojos y le sonrió. La vio echar la cabeza hacia atrás, de modo que sus rizos cobrizos se mecieron mientras se acercaba a él, con un vestido de lentejuelas que dejaba a la vista unas piernas kilométricas y rematadas por unas sandalias de tiras que, a su vez, dejaban a la vista una pedicura perfecta.

Francesca Muratti, una de las estrellas de Hollywood más rentables, iba a interpretar a la pareja romántica de Lyle, una agente de Blue Zenith que alejaba a M. de sus malos hábitos y lo reclutaba para luchar por la justicia, salvándolo y, con suerte, añadiendo un nuevo héroe a la franquicia.

—Hola, guapo —le dijo al tiempo que le echaba los brazos al cuello y se pegaba a él. Frannie tenía reputación de ser muy díscola y de acostarse con casi todos sus coprotagonistas masculinos, y no había ocultado que quería que Lyle se uniera a esa fraternidad.

La verdad, él no sabía si era insegura, estaba cachonda o simplemente era una actriz de método. Solo sabía que no le interesaba. Algo que, teniendo en cuenta el daño que podía hacerle una Francesca cabreada a su carrera profesional, era más que inconveniente.

—Bésame como si quisieras hacerlo —susurró ella antes de inclinarse, preparada para convertir la orden en realidad, pero Lyle echó la cabeza hacia atrás y le tomó la barbilla con una mano, sujetándola mientras ella lo fulminaba con la mirada.

—Expectación, Frannie. —Se inclinó hacia ella, que se estremeció al sentir su aliento en el oído cuando le habló—. Si les damos ya lo que quieren, ¿para qué van a ir a ver la película?

—A la mierda los fans —susurró ella al tiempo que bajaba una mano para acariciarle el paquete—. Esto es lo que quiero.

Y, joder, Lyle se dio cuenta de que empezaba a ponérsele dura. No porque la deseara, sino en respuesta a una necesidad mucho más familiar y básica. Una habitación a oscuras. Una mujer dispuesta. Y solo una vez, con tanta fuerza y pasión que acabaría agotado. Que calmaría la culpa y el dolor que sentía. Que silenciaría los fantasmas de su pasado, el horror de sus errores.

Tanta que aguantaría hasta la siguiente vez. La siguiente mujer.

Y tal vez, si tenía suerte, resquebrajaría un poco el muro que había construido alrededor de su corazón.

La cabeza le daba mil vueltas y se imaginó la sensación de la delicada piel de una mujer bajo los dedos. Una mujer que no lo miraría con los ojos de Jennifer. Que no le recordaría el lugar del que había huido ni lo que había hecho. Una mujer que se entregaría a él. A quien le darían igual sus defectos mientras él se dejaba arrastrar, con fuerza y pasión, desesperado, hacia la salvaje y oscura bendición del anonimato.

—Mmm, no sé, Lyle —susurró Frannie con la mano pegada a su erección—. Aquí tengo la prueba de que nuestra química en la pantalla es real. Si me das la oportunidad, seguro que podemos izar la bandera de verdad.

—Me caes bien, Frannie —le dijo mientras retrocedía un paso maldiciéndose por haber cedido a la fantasía—. Pero no vamos a follar.

A juzgar por el brillo que vio en sus ojos, estaba seguro de que su famoso genio estaba a punto de estallar, pero en ese momento se acercó a ellos un editor de Variety y Frannie adoptó una actitud encantadora.

Lyle se quedó lo justo para saludar al hombre y contestar unas preguntas sobre el papel, pero cuando la conversación pasó a tratar el tema de la nueva promoción de Frannie, se escapó.

Cogió un bourbon de una camarera que pasaba por allí y se bebió un sorbo mientras cruzaba la terraza hasta la barandilla. No le gustaban las alturas, y por eso precisamente las buscaba. Joder, ese era el motivo de que su apartamento estuviera en el piso treinta de un rascacielos de Century City y de que se hubiera pasado incontables horas sacándose la licencia de piloto. Cuando algo lo molestaba, lo conquistaba; no sucumbía.

Y ese era en parte el motivo de que toda esa gilipollez con Frannie lo irritase tanto.

—Nunca me has parecido un idiota.

Lyle reconoció esa voz ronca y femenina y se volvió para mirar a su agente, Evelyn Dodge. Era una mujer atractiva de cincuenta y tantos años y llevaba en el negocio desde siempre; conocía a todo aquel que merecía la pena conocer y era más dura que el granito. Además, no se dejaba amedrentar por nadie.

Lyle la miró en un intento por averiguar qué estaba pensando. No hubo suerte. Su agente se mostraba completamente inexpresiva. Algo bueno para las negociaciones de contratos. No tanto cuando era él quien intentaba sonsacarle algo.

—Esa chica tiene más poder de lo que te crees —añadió ella al ver que guardaba silencio—. ¿Quieres montarte en un expreso hacia un pozo sin fondo? Porque la parada de salida es la guapa de tu coprotagonista. Como cabrees a Frannie, Garreth Todd interpretará a M. y tú tendrás suerte si protagonizas algún anuncio de coches usados en un canal local.

—Gracias por hablarme sin rodeos —replicó con sorna.

—¿Crees que exagero? Creía que diferenciabas tu culo de un agujero en la pared. ¿O te he malinterpretado todo este tiempo?

—Por Dios, Evelyn. No soy un ingenuo. Pero no me voy a acostar con

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