Entre bromas de amor (Ebrias de amor)

Ava Cleyton
Ana Álvarez
Sandra Bree
Isabel Jenner
Ana E. Guevara

Fragmento

entre_bromas_de_amor-2

Sierra de Gredos, Ávila

28 de diciembre

Las chicas del JB estaban todas juntas y de vacaciones. Y sus chicos las acompañaban.

Por un milagro que nadie entendía excepto Chus, que tenía línea directa con la patria celestial, habían conseguido cuadrar los horarios entre las celebraciones de Navidad y Nochevieja para poder pasar un fin de semana único en una preciosa casa rural que se alzaba entre los paisajes nevados de la sierra de Gredos.

El alojamiento, además de bonito, también era descomunal. El exterior tradicional de piedra y teja escondía una planta inferior con salón, sala de cine y cocina, y una planta superior de seis habitaciones con baños privados. Algo necesario para alojar a doce personas con el suficiente grado de intimidad que requería la situación. Sobre todo, si Vero había llevado alguno de sus juguetes consigo.

Que la escapada coincidiera con el Día de los Inocentes solo hacía las cosas aún más interesantes…

Los primeros en llegar fueron Lena, Vero, Óscar e Ismael. Habían decidido ir todos juntos en el coche de Lena, y ella solo llegaría tarde a un sitio si antes la hubieran retenido a punta de pistola los atracadores de un banco… maniatada y amordazada.

Dejaron las maletas en el enorme salón, donde unas cristaleras de pared a pared se asomaban a un bosque cubierto de una capa blanca y esponjosa como el glaseado de azúcar, y se sentaron a esperar al resto para repartir las habitaciones, ya que la dueña del establecimiento les había entregado las llaves y se había marchado.

Muy pronto, Anisi y Jorge entraron sacudiéndose los copos de nieve que se les habían quedado adheridos a la ropa al ir en moto. Los movimientos de Anisi era un poco rígidos porque se había puesto tantas capas de tela como para vestir a tres personas en el Ártico. O, por lo menos, a ella y a Tere, que se abrió camino en la estancia con un sonriente Fernando a su costado —quien había conseguido que su compañera y amiga, Lucía, cubriera su turno en el centro de salud—. La vallecana llevaba el ombligo al descubierto, y el contraste entre la bufanda gruesa de leopardo que le rodeaba el cuello y los costillares expuestos a la intemperie era espectacular.

—Te vas a resfriar, Teresa —llegó la voz dulce de Chus desde la entrada poco tiempo después.

Tanto ella como Jesús traían los brazos cargados con botellas de carísimo vino tinto del que giran, degustan y hasta olisquean los sumilleres, y algún que otro lujo navideño como caviar del mar Caspio.

Los últimos en llegar fueron Romi y Kerem, y su aparición acabó con la animada charla alrededor de la chimenea repleta de troncos ardiendo porque Romi llevaba puesto un plumas normal. Negro. Sin nada estrambótico.

—Parezco una fotocopia de mí misma en blanco y negro, lo sé. —Se encogió de hombros con resignación—. Me lo ha regalado mi prima Sammy y es lo más abrigado que tengo.

Tras los besos y abrazos, Lena agitó las llaves de las habitaciones delante del grupo. Cada una tenía un llavero de un color.

—¿Lo echamos a suertes?

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