Contigo siempre sale el sol

Ana Castellar

Fragmento

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Capítulo 1

Sorprendida por la llamada de su padre después de tanto tiempo, Inés no podía dejar de pensar cómo había conseguido su número de teléfono. Su padre fue breve y en su voz no noto ningún tipo de emoción después de tanto tiempo sin saber nada de ella. Le pidió que volviese a su casa. Su madre había enfermado; todo había sido muy rápido y deseaba verla y conocer a su hija o hijas. Desconocía si había tenido más. Tenía que darse prisa en decidir si viajar a Asturias o no. El desenlace se produciría en pocos días. Le dijo que no tenía que preocuparse de nada; él se encargaría de los billetes de avión y de pagar un hotel si no quería quedarse en la casa; solo tenía que decirle la fecha y cuantos billetes necesitaba.

―Yo me ocuparé de todo ―le repitió varias veces―. No le falles a tu madre de nuevo ―le dijo su padre antes de colgar.

Inés permanecía callada mientras lo escuchaba. No supo qué decir. Su voz seguía asustándola, aunque hubiesen pasado más de quince años. Al volver a escucharlo, se sentía una niña de nuevo.

—Te daré una respuesta en unas horas ―le dijo Inés y colgó el teléfono temblando.

Estaba bloqueada sin poder moverse. Su madre estaba enferma, como él le había dicho, muy enferma y le creía. Si no hubiera sido así, nunca la habría llamado. Deseaba volver a Asturias y estar con ella, cuidarla. Deseaba volver a ver a sus padres, a su familia. Tenía que tomar una decisión en pocas horas. La decisión que tomase cambiaría su vida, quizás era la señal que esperaba que tanto necesitaba, aunque llegase de una forma tan dolorosa. El regreso a Asturias solucionaría todos sus problemas. Elías, su marido, había fallecido hacía ya cuatro años en un accidente laboral. Se habían enterado de la muerte por la policía. Había logrado salir adelante con pequeños trabajos que le iban saliendo y sus hijas la ayudaban con ellos, pero todo se iba acumulando y, aunque había conseguido evitar el desahucio unos meses, llegaría igual y se verían en la calle después de tanto trabajo invertido en pagar aquel piso. Inés se dio cuenta de que se estaba precipitando. Quizás su padre solo se refería a algo temporal y después de la muerte de su madre la echarían de casa. «No, no dejaré que eso suceda», se dijo Inés. Si volvía, se quedaría allí. No podía seguir llevando la vida que llevaba sin futuro y llena de deudas.

Elías había sido el culpable de la separación de Inés y de su familia. Él nunca había caído bien en la familia de Inés. Era un hombre varios años mayor que ella. Siempre le había gustado aparentar lo que no tenía y no les gustaba la forma en la que trataba a su hija. Ella era muy joven cuando empezó a salir con Elías y solo veía a través de sus ojos y solo lo que él decía era la verdad universal. Nadie podía contradecirlo; él era el dios de Inés. Sus padres sabían que podían perder a su hija si se negaban a la relación. Nunca le habían negado nada al ser la pequeña de cuatro hermanos. Confiaban en que el tiempo los ayudaría, que Elías se descubriría ante ella e Inés se daría cuenta del tipo de hombre que era, pero mientras eso ocurría, ellos lo tratarían con cariño y respeto para que Inés no les echase en cara lo contrario. Elías había dejado a su novia de varios años al conocer a Inés. Eso hizo que Inés se sintiese más importante y estuviese convencida de que lo suyo era un amor de novela romántica. El pueblo donde vivían era pequeño y allí todos se conocían; todos sabían que la familia de Inés era una de las más poderosas de la región. Elías no desaprovechó su oportunidad cuando coincidió con ella una noche de verbena en el pueblo. Consiguió en poco tiempo que Inés se enamorara de él y hacerse novios formales.

Asunción, la exnovia de Elías, hizo su propio plan. Se fijó en Ángel, el hermano mayor de Inés. Ángel y ella habían ido juntos al mismo colegio y Asunción sabía que Ángel siempre había estado coladito por ella, así que aprovechó su tristeza por la ruptura con Elías para dejarse consolar por Ángel. Empezaron a salir los fines de semana y, en pocos meses, estaban preparando la boda. Asunción estaba embarazada y todo había que hacerlo rápidamente para no dañar el nombre de la familia. Asunción no estaba tan enamorada como él, pero Ángel era muy buen partido y confiaba en que, con el paso del tiempo, llegaría a enamorarse. Solo los padres de la pareja conocían la noticia del embarazo. Ningún otro miembro de la familia sospechaba nada de por qué se iba a producir la boda tan rápido. Sus hermanos pensaban que era por las ganas que Ángel tenía de marcharse de casa y formar su propia familia, dar menos explicaciones a sus padres sobre sus actos, tener más responsabilidad en la empresa al demostrar que ya tenía su propia familia. En definitiva, estaban seguros de que quería más libertad.

La boda se celebró por todo lo alto. Era la primera de los Maldonado. Todos los hijos de Armando y Covadonga acudieron a la boda con sus respectivas parejas pensando en cuándo serían las suyas. Joaquín, el siguiente a Ángel, acudió con Beatriz su novia de toda la vida; Ignacio acudió con Leticia, una chica que había conocido el verano pasado y por la que estaba loco, e Inés acudió con Elías.

Durante la celebración, Elías encontró la oportunidad de hacerle ver a Inés lo bonito que sería si su boda fuese la siguiente. Elías le decía que la amaba y que deseaba hacerla su esposa cuanto antes. Al escucharlo, Inés solo podía pensar en la boda. Sabía que su madre también se había casado muy joven y que su edad no tendría por qué suponer un problema. Se imaginaba en la gran finca de la familia celebrando una gran fiesta, mucho mayor que la de su hermano.

Unas semanas después de la boda, los padres le pidieron a Inés y a Elías que acudiesen a una comida. querían conocer más a los padres de Elías y hablar con ellos sobre unos planes que tenían. La pareja estaba entusiasmada. Pensaban que querían hablar de la boda. Tantas conversaciones de Inés con su madre habían dado sus frutos. En la comida, Armando, el padre de Inés, comenzó a explicar sus planes. Habían buscado información sobre varios cursos que a Inés podrían interesarle para formarse en alguna profesión de las que le gustaban. Se habían decidido por el diseño, ropa, decoración, joyas, etc. Todos los cursos estaban disponibles para ella; el dinero no era un problema y querían estar tranquilos de que, cuando ellos faltasen, Inés tuviera una preparación que la ayudaría a ser una mujer independiente. Inés los escuchaba con atención hasta que su madre les comentó que los cursos eran fuera de Asturias; era donde habían encontrado la mejor formación. Elías e Inés se miraron, y ella se negó a escuchar más. No quería hacer ningún curso; no necesitaba estudiar y no se quería dedicar a nada, les dijo. Ella estaba feliz en el pueblo con ellos y con Elías. Solo quería casarse y formar su familia. Sus padres aceptaron su decisión con la que Elías y los padres de él parecían estar de acuerdo. Era mejor que Inés no se fuera del pueblo. Armando, a los pocos minutos, les habló de la segunda parte que tenía preparada. Al igual que querían que Inés estuviera formada, habían pensado en que Elías también se formara en la empresa de la familia. Empezaría desde abajo en un buen puesto, les aclaro, pero tendría que quedarse en la capital d

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