Un tipo encantador

Marian Keyes

Fragmento

Lola

Día cero. Lunes, 25 de agosto, 14.25

El peor día de mi vida. Cuando la primera impresión me liberó de sus diabólicas garras, lo primero que pensé fue que Paddy no me había telefoneado. Inquietante. Yo era su novia, los medios no hacían otra cosa que hablar de que iba a casarse con otra mujer, y no me había telefoneado. Mala señal.

Le llamé al móvil privado. No al móvil privado corriente, sino al móvil privado, privado, el que solo tenemos su entrenador personal y yo. Sonó cuatro veces, saltó el buzón y supe que era cierto.

Fin del mundo.

Le llamé al despacho, le llamé a casa, seguí probando en el móvil, le dejé cincuenta y un mensajes. Contados.

18.01

Sonó teléfono. ¡Paddy!

—¿Has leído la prensa de la tarde? —preguntó.

—Internet —dije—. Nunca leo la prensa. (Irrelevante, pero la gente dice las cosas más raras cuando se halla en estado de shock.)

—Lamento que hayas tenido que enterarte de esta forma tan cruel. Quería contártelo yo, pero un periodista…

—¿Qué? —aullé— ¿Entonces es cierto?

—Lo siento, Lola, no pensé que fueras a tomarte nuestra relación tan en serio. Lo nuestro fue solo una aventura.

—¿Aventura? ¿Aventura?

—Sí, cosa de unos meses.

—¿Unos meses? Dieciséis meses, dieciséis meses con todos sus días, Paddy. Eso es mucho tiempo. ¿En serio vas a casarte con esa mujer?

—Sí.

—¿Por qué? ¿La quieres?

—Claro. No me casaría con ella si no la quisiera.

—Pensaba que era a mí a quien querías.

Con voz apesadumbrada, dijo:

—Nunca te prometí nada, Lola. Pero eres una gran, gran chica. Una entre un millón. Cuídate mucho.

—¡Espera, no cuelgues! Tengo que verte, Paddy. Por lo que más quieras, solo cinco minutos. (Cero dignidad, pero no pude contenerme. Estaba gravemente trastornada.)

—Trata de no guardarme rencor —dijo—. Yo siempre pensaré con cariño en ti y en el tiempo que pasamos juntos. Y recuerda…

—¿Qué? —susurré, ansiando escuchar algo que suavizara el terrible, insoportable dolor.

—Ni se te ocurra hablar con la prensa.

18.05 hasta medianoche

Llamé a todo el mundo. Incluido Paddy. Perdí cuenta del número de veces, pero fueron muchas. De eso estoy segura. Dos cifras, puede que tres.

Mi teléfono tampoco paraba de sonar. Bridie, Treese y Jem —amigos de verdad— se esforzaban por consolarme a pesar de que Paddy no les caía bien. (Nunca me lo confesaron, pero yo lo sabía.) También muchos amigos de mentira —¡chismosos!— llamando para regodearse. Comentario general, «¿Es cierto que Paddy de Courcy va a casarse y no contigo? Pobrecilla. Es terrible. Es realmente terrible. Es tan HUMILLante. Tan INSULtante. ¡Tan DEGRAdante! Tan…». Muy digna, yo respondía, «Gracias por los ánimos. Ahora debo dejarte».

Bridie vino a verme.

—No estabas hecha para ser la esposa de un político —dijo—. Vistes demasiado moderna y llevas reflejos violetas en el pelo.

—¡Molichinos, por lo que más quieras! —aullé—. Lo de violeta suena a… a adolescente.

—Era demasiado controlador —continuó—. Casi no te veíamos, sobre todo en los últimos meses.

—¡Estábamos enamorados! Ya sabes lo que pasa cuando estás enamorada.

Bridie se había casado hacía un año, pero Bridie poco sentimental.

—El amor es muy bonito, sí, pero eso no significa que tengáis que vivir uno encima del otro. Siempre estabas cancelando nuestras citas.

—¡El tiempo de Paddy es oro! ¡Es un hombre muy ocupado! ¡No tenía más remedio que amoldarme!

—Además —continuó Bridie—, nunca lees la prensa, nunca estás al corriente de lo que ocurre en el mundo.

—¡Habría aprendido! —dije—. ¡Habría cambiado!

Martes, 26 de agosto

Siento que todo el país me mira, me señala, se ríe de mí. Había presumido de lo mío con Paddy delante de amigos y clientas y ahora todos sabían que iba a casarse con otra. Equilibrio por los suelos. En una sesión de fotos en Wicklow Hills para catálogo navideño de Harvey Nichols planché vestido de noche Chloé al bies seda color ostra (¿sabes a cuál me refiero?) a temperatura demasiado alta y lo quemé. Marca negruzca con la forma de la plancha en entrepierna de icónico vestido de 2.035 euros (precio minorista). Insalvable. Vestido debía ser tema central de sesión. Tuve suerte de que no me lo cobraran, o de que no me hicieran arrestar.

Nkechi insistió en tomar el control de la situación —es una ayudante excelente, tanto que todo el mundo piensa que es mi jefa— porque las manos me temblaban, no podía concentrarme y tenía que ir constantemente al lavabo portátil para vomitar.

Eso no es todo. Vientre descompuesto. Te ahorraré los detalles.

20.30 - 0.34

Bridie y Treese vinieron a verme a casa y me retuvieron físicamente para que no agarrara coche y me personara en casa de Paddy para pedir audiencia.

3.00

Me desperté y pensé, «¡Ahora es mi oportunidad!». Entonces vi a Treese tumbada a mi lado. Y lo que es peor, despierta y dispuesta a pelear.

Miércoles, 27 de agosto, 11.05

Constante letanía en mi cabeza. Va a casarse con otra. Va a casarse con otra. Va a casarse con otra. Y cada dos o tres horas, ¿Cómo? ¿Qué es eso de que va a casarse con otra? Como si acabara de enterarme, y SENCILLAMENTE NO PUEDO CREERLO. Luego siento el impulso de telefonearle, de intentar hacerle cambiar de parecer, pero no contesta.

Entonces la letanía arranca de nuevo, luego viene la sorpresa, luego tengo que llamarle y no me contesta, y así una y otra vez.

Vi foto de esa tal Alicia Thornton. (Estaba en el quiosco comprando un Crunchie cuando la vi en la portada del Independent.) El fotógrafo la había pillado saliendo de sus oficinas de Ballsbridge. Difícil asegurarlo, pero parecía ir de Louise Kennedy. Eso me lo dijo todo. Elegante pero sin arriesgar.

Me di cuenta de que reconocía esa cara. Alicia Thornton había aparecido fotografiada con Paddy en lustrosas páginas de sociedad en cuatro ocasiones durante los últimos meses. Leyenda siempre decía, «Paddy de Courcy y acompañante». Cuando salió tercera foto, me armé de valor suficiente para preguntarle sobre ella. Paddy me acusó de no confiar en él y dijo que era una amiga de la familia. Le creí. Pero ¿qué familia? ¡Paddy no tiene familia!

12.11

Llamada de Bridie.

—Esta noche salimos.

—¡No! —grité—. ¡No puedo enfrentarme al mundo!

—¡Sí puedes! ¡Y con la cabeza bien alta!

Bridie es muy mandona. Conocida como la Sargento entre sus allegados.

—Bridie, estoy hecha

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