Por siempre a tu lado (Nuevos caminos 3)

Victoria Magno

Fragmento

por_siempre_a_tu_lado-4

Prefacio

Jason observó su reflejo ante el espejo, el traje negro le otorgaba una imagen elegante, pero también dura, muy similar a la de su padre... Sus ojos, de un azul oscuro, brillaban a causa de las lágrimas no derramadas. Nunca en su vida había sentido tantos deseos de llorar, pero no se lo podía permitir, no ahora que su padre ya no estaba.

Ahora era su turno de ser fuerte. Ser el pilar de su familia.

Se lo había prometido al viejo antes de morir. Cuidaría a su madre y a sus hermanos. Debía ser el soporte que los sostuviera en ese momento de dolor y en los futuros que vinieran. No podía permitirse derrumbarse, a pesar del inmenso dolor que sentía. Y si lloraba, si dejaba salir las lágrimas, sabía que esa máscara de dureza con la que aparentaba una fortaleza que no sentía, se derretiría igual que el hielo bajo el sol en un día de verano, y dejaría al descubierto sus verdaderos sentimientos, la debilidad que ocultaba en su interior, el miedo a tener que enfrentar lo que vendría: el dolor, el terrible dolor que sentía ahora que su padre se había marchado para siempre.

Y no tenía idea de cómo afrontar la vida ahora sin su mejor amigo, su gran héroe, su maestro y mentor, su amado padre.

—Jason... —lo llamó Jared, su hermano un año menor, desde el umbral de la puerta de su habitación.

Se forzó en inspirar hondo para apartar el nudo que yacía en su garganta antes de girarse para encararlo y lo que vio le devastó el corazón. Jared, por lo general alegre y de sonrisa fácil, lucía demacrado. Las lágrimas habían dejado huella en su rostro y en sus ojos, hinchados y enrojecidos. Como no tenía un traje propio, estaba usando uno de su padre, que le iba un poco grande. De su cuello colgaba una corbata, también negra, que contrastaba con el blanco inmaculado de la camisa que llevaba puesta, también de su progenitor.

Tanto su porte como su mirada delataban una aflicción tremenda que le estaba siendo difícil sobrellevar.

—¿Podrías ayudarme con el nudo? —le pidió su hermano, hablando con voz apagada—. Llevo una media hora intentando darle forma a esta corbata y solo he conseguido arrugarla.

—Eso es porque nunca aprendiste a anudarla, era papá quien siempre lo hacía por ti —dijo Jason, esbozando un asomo de sonrisa al tiempo que se aproximaba a su hermano para echarle una mano.

—El viejo debió preferir eso a continuar perdiendo el tiempo. Nunca pude entender el secreto de sus nudos de corbata.

—En realidad, es porque él disfrutaba teniendo esos minutos contigo para atenderte como si aún fueras un niño pequeño —confesó Jason, pasando una mano por el cabello de su hermano y alborotándolo.

Jared sonrió, derramando un par de lágrimas al tiempo que examinaba el nudo que su hermano acababa de hacer.

—Creo que de ser por papá, nunca nos habría dejado crecer. Él habría intentado protegernos del mundo toda la vida, incluso cuando llegáramos a ancianos... Claro, de haber conseguido vivir para hacerlo... —musitó, bajando la voz con tristeza.

Jason posó una mano sobre el hombro de su hermano, guardando un silencio colmado de aflicción, el dolor que ambos compartían en ese momento tan duro en sus vidas.

Escucharon el sonido de vidrio rompiéndose, seguido de un llanto inconsolable. Ambos corrieron hacia la habitación de su hermana, desde donde provenía el alboroto.

—¡Jackie! —gritó Jason, abriendo la puerta de golpe—. ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?

Su hermana, arrodillada en el suelo llorando a lágrima viva, le devolvió la mirada desde abajo, sosteniendo entre sus manos lo que parecían ser trozos de vidrio y madera, los restos de una foto enmarcada que había estado colgada en su pared.

A su lado se encontraba su mejor amiga, una chica regordeta, con una melena rizada rubia que le cubría la mayor parte de su redondo rostro. Sus grandes ojos grises, ocultos bajo el marco de unas enormes gafas, también estaban llenos de lágrimas, mientras ella intentaba consolar a Jackie, abrazándola muy fuerte al tiempo que luchaba en vano para apartar los trozos de vidrio de las manos de su amiga. Pero Jackie los sostenía con tanta fuerza, que solo había conseguido hacerse sangre.

Jason sintió una punzada de dolor atravesarle el pecho al ver a su hermana en ese estado. Sin pensarlo, se aproximó a ella y la alzó por la cintura, intentando apartarla de los trozos de vidrio que se empeñaba en volver a unir.

—Jackie, ya basta. Por favor, tranquilízate... Lo que intentas hacer es imposible —luchó por razonar con ella.

—¿Qué ha ocurrido? —escuchó que Jared le preguntaba a la chica rubia, ayudándola a ella a ponerse de pie.

—Jackie quería llevar al funeral la foto que tenía en su pared, en la que salen su padre y ella de pequeña, pero al intentar cogerla, el clavo se ha soltado y el marco ha caído contra la baldosa y se ha roto —explicó la chica, observando a Jackie con los ojos bañados de lágrimas.

—¡Soy tan torpe! —gritó Jackie, entre sollozos, siguiendo en su intento de volver a unir los trozos rotos—. ¡Lo rompí! ¡Lo rompí...!

—¿Pero qué es lo que te pasa, Jackie? —le preguntó Jared, intentando razonar con ella—. Deja de hacer eso, te estás lastimando las manos. ¿Que no puedes volver a unir el vidrio, mujer?

—Está teniendo una crisis nerviosa —explicó Jason, arrastrando a su hermana hasta la cama—. Jared, trae las pastillas de mamá. Las que le recetó el médico ayer en el hospital.

Jared no lo dudó, salió corriendo de la habitación tan rápido como le permitieron las piernas.

—Necesito que me ayudes...Tú... Pequeña —Jason llamó a la niña rubia, un poco avergonzado porque no recordaba su nombre, a pesar de que la había visto al lado de su hermana desde que era una cría de parvulario. La chica había sido siempre tan tímida que nunca había sobresalido entre la multitud de amigos que solían rodear a su hermana menor.

—Me llamo Amy —dijo la muchacha, sin mirarlo, hablando con una voz suave y un poco rota, a causa de la emoción.

—Amy, ven aquí y ayúdame un poco, ¿vale? —le pidió, intentando mantener a su hermana sujeta a la cama—. Corre a la cocina y trae un poco agua.

La chica asintió y salió corriendo de la habitación.

En pocos segundos volvió Jared, y pisándole los talones entró Amy, llevando el agua con ella.

Jason sacó dos pastillas del frasco y se las metió en la boca a su hermana, enseguida la ayudó a tragar un poco del contenido del vaso, para pasarlas.

Jackie empezó a relajarse poco a poco, aunque continuó llorando, envuelta entre los brazos de su hermano mayor y de Amy, que parecía reacia a apartarse de ella. Ella mantenía la foto, ahora sin marco, pegada contra su pecho, como si intentara abrazar a su padre otra vez, a través de ella.

—Mamá se ha quedado preocupada al escuchar que Jackie se ha puesto mal —contó Jared, nervioso y apurado—. Iré a llevarle las pastillas de vuelta y a explicarle lo que ha pasado.

—No le des detalles —le pidió Jason—. Solo dile que Jackie necesitaba calmarse un poco para el funeral. Y cuando vuelvas, trae el botiquín de primeros auxilios y el equipo de sutura de papá. Lo tiene guardado en su estudio, en la gaveta de...

—Sé donde

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos