Un dilema llamado Claudia (Dilemas 2)

Elizabeth Urian

Fragmento

un_dilema_llamado_claudia-2

1

Londres, 1879.

—¡Oh, tía Mildred, debes aceptar de inmediato! —le pidió Claudia con sorprendente entusiasmo, levantándose de la silla en la que estaba sentada y empezando a andar por la acogedora salita.

Lady Mildred Morton levantó los ojos del borde de la taza de té, pensando si en realidad debía decir que sí a la invitación.

Observó a su sobrina con atención, así como a la expresión de regocijo pintada en su rostro.

Se tomó su tiempo para de contestar.

—Deberíamos pedir permiso a tu hermano antes de abandonar Londres en plena temporada social —comentó con cautela, ya que no podía olvidar la posición que ocupaba en la familia.

—Él se ha marchado. ¿Por qué no debemos hacerlo nosotras?

—Sabes muy bien que lo ha hecho por otros motivos —replicó la dama de inmediato—. Hay asuntos importantes que requieren su presencia.

La joven suspiró con pesadez.

—Ashton no pondrá ninguna objeción —afirmó sin demasiada convicción, puesto que en los últimos años resultaba del todo imposible saber cómo reaccionaría su hermano mayor en determinadas situaciones. Sin embargo, ella deseaba tomar un pequeño descanso en un ambiente rural. Eso sonaba a música celestial.

La duda se reflejó en el rostro de lady Mildred.

—No sé. Ashton suele ser bastante estricto.

—Pero ya estoy prometida, así que no tenemos la obligación de acudir a todos los actos a los que nos invitan —objetó a su favor—. Y podemos pedir que inviten también a Hamilton —añadió de repente, pensando que era la mejor solución—. Ashton no se atrevería a cuestionarlo.

Su sobrino, muy escrupuloso en cuanto a las reglas del decoro y a la formalidad, no podría regañarla por dejar Londres durante unas semanas, puesto que el conde de Radwick las acompañaría en todo momento.

Aquel argumentó pareció convencer a la mujer.

—Bueno, eso suena aceptable —dijo de un modo pausado—. Escribiré de inmediato a lady Jane Conway.

Claudia sonrió al pensar en qué vestidos se llevaría,e mientras su tía se acomodaba tras el pequeño escritorio y comenzaba a redactar una carta.

No recordaba sentirse de ese modo por ninguna invitación que hubiera recibido antes. Los Parrish y los Conway habían estado a su lado en los peores momentos y en los más dolorosos, así que pensaba disfrutar de esa proposición con genuino y hondo deleite.

Para ella, las temporadas sociales no eran más que una pesada carga a la que se había visto sometida durante cuatro años. En realidad, disfrutaba poco alternando con damas y caballeros de su misma posición, en una ambiente que, en ocasiones, resultaba opresivo. Los saludos tan formales, las charlas banales e insustanciales, los fingimientos, los cotilleos y las risas, le molestaban más de lo que solía admitir en voz alta. Toda esa gente, hipócrita y frívola, se dejaba llevar por los gustos del momento como si de un rebaño de ovejas se tratara.

Cuando el escándalo se hizo público, esos que decían ser sus amigos o quienes admiraban a los Morton se esfumaron de un plumazo, viéndose sometidos a un rechazo que todavía le dolía. Muchas puertas les fueron cerradas, pero las invitaciones seguían llegando, puesto que su hermano era duque; aunque tanto ella como Ashton sabían que los anfitriones esperaban que no acudieran.

Claudia, que había planificado su primera temporada con esmero y gran entusiasmo, fue blanco de la crueldad de esas personas, que no solo cuchicheaban a sus espaldas, sino que lanzaban puñales envenenados a la menor ocasión.

—Debo revisar mi guardarropa en cuanto pueda. Tengo muchos vestidos, pero la mayoría son demasiado elegantes como para llevármelos a Somerset.

Su tía estuvo de acuerdo.

—Hay que empezar de inmediato; esta misma tarde. El cielo amenaza con ponerse a llover en cualquier momento, así que no podremos salir a pasear.

Claudia le lanzó una mirada de advertencia, puesto que no deseaba discutir.

—Oh, tía Mildred, sabes que no puedo. Recuerda por qué.

La mujer torció levemente el gesto.

—Eso puede posponerse —indicó, sonando más brusca de lo que acostumbraba.

El interior de Claudia se agitó.

—¡Por supuesto que no! No sería correcto cancelar una cita solo por unos vestidos.

Y menos cuando la esperaba con ansia.

Eso prefirió no decirlo para no acrecentar la reacción de su tía.

—Sabes lo que pienso al respecto.

La joven frunció los labios mientras asentía.

—Me lo dices cada vez.

Su tía iba a comenzar con su habitual monólogo cuando una de las doncellas llamó a la puerta.

—Lady Claudia, el señor Zachary McGlaton ha llegado. La espera en el salón de atrás —anunció.

—Siempre puntual —respondió ella, echando un vistazo al reloj de la repisa de la chimenea—. Ahora mismo voy.

Su tía detuvo a la doncella valiéndose de un movimiento de dedo.

—Espero que Eloise esté en el salón con ellos —indicó con un tono de advertencia.

—Por supuesto, milady —respondió, con una ligera inclinación de cabeza, marchándose de inmediato.

—Esto no me gusta en absoluto —dijo, al quedarse solas de nuevo—. No está bien. Ni siquiera sé por qué lo permito.

Claudia se acercó a ella y le dio un sonoro beso en la mesilla.

—Porque me quieres. Y sabes cuánto me alegran estos momentos con Zachary. Eso me acerca más a Jason.

El rostro de lady Mildred mostró una leve expresión de tristeza, que se aseguró de desterrar al momento.

Había situaciones que no tenían remedio.

Se mostró obstinada.

—Desapruebo esas visitas.

—Oh, cielos. No volvamos a tener esta conversación de nuevo. Me está esperando —trató de excusarse Claudia.

A su tía no pareció importarle.

—Sabes lo que diría Ashton al respecto —indicó con acierto—. Pondría el grito en el cielo y a mí me censuraría en un abrir y cerrar de ojos. Y ni siquiera quiero pensar en la reacción de Hamilton. A ningún hombre le agrada que otro visite a escondidas a su prometida.

—No es así y lo sabes —se defendió Claudia—. Zachary no es más que… —Dudó un instante. Solo se veían cada pocas semanas; a veces incluso transcurrían meses. Sin embargo, las cartas entre ellos eran constantes. Así que, ¿cómo considerarlo?—. Por favor, tía. Zachary no es más que un inofensivo amigo.

Ella frunció los labios, contrariada.

—No es apropiado. Y a mí no me parece para nada inofensivo, con ese cuerpo tan enorme.

Solo lo había visto una vez, puesto que se negaba a ser más cómplice de lo que ya estaba siendo en aquella locura, aunque había sido suficiente para fijarse en su altura y en sus anchos hombros.

De nuevo se preguntó si estaba haciendo bien consintiendo los caprichos de su sobrina, porque el escándalo no solo alcanzó a Ashton y Claudia. Como familia, Mildred y sus hijos también sufrieron por ello y la boda de su hija pequeña Angeline tuvo que retrasarse.

Lo peor de la situación era estar actuando a espaldas de todos, porque los Morton desconocían que Claudia seguía en contacto con su hermano Jason, a pesar de haber sido r

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos