Divorciadas Fútbol Club

Antonio Sánchez

Fragmento

divorciadas_futbol_club-2

Capítulo 1

NO HAGAS ESO

Los gritos en el campo de fútbol del pequeño pueblo de la sierra madrileña eran atronadores. Normal: el equipo local había marcado su primer gol, lo cual no iba a ser decisivo en aquella jornada, ya que los visitantes (el Atlético de Majadahonda) llevaban 12 goles de ventaja. Una diferencia habitual entre equipos benjamines: niños entre 9 y 10 años en la liga de la Federación Española de Fútbol, federación madrileña, grupo 9. 14 equipos. Modalidad: todos contra todos. El Galapagar Fútbol Club acababa de marcar su primer gol ese día, y los padres y madres de la grada lo celebraban. Incluso algún visitante aplaudió generoso teniendo en cuenta el marcador. Bueno, no todos. Si nos fijásemos bien en la grada de esa soleada mañana de domingo de finales de agosto, veríamos a tres madres sentadas inmóviles en sus asientos. Por la ubicación deben de ser madres de los locales. Hay un acuerdo tácito de no mezclar madres y padres locales con madres y padres visitantes. Hay mucha tensión en el ambiente, y el «todos contra todos» de las normas de la federación, que se aplica a los equipos, a veces se extiende a los padres... y los padres no usan balón en ese todos contra todos.

Si concentramos la atención en estas tres mujeres, madres de los aguerridos futbolistas del equipo que acaba de marcar un gol, vemos que no están pendientes del partido. Las tres están más cerca de los cuarenta que de los treinta. Se conservan bien, pero son distintas entre ellas. A la izquierda tenemos a Bárbara. Cerca del metro ochenta, con dos grandes y poderosas razones desde la pubertad para que los hombres nunca consigan fijarse en sus preciosos ojos marrones. A algunos porque les coge muy arriba; a otros porque no consiguen subir la mirada de sus pechos. Viste deportivas, vaqueros ajustados, camiseta roja y esconde su media melena castaña con una gorra del Burger King. Mira fijamente a su izquierda, a la madre del centro. Pero veamos a la mujer de la derecha: es Nieves. De la misma edad que sus dos amigas, pero parece mucho mayor. Lleva tacones y un vestido verde pistacho, ideal para ir a misa, incómodo para sentarse en unas gradas de cemento. Su cuerpo lucha contra el sobrepeso en una guerra que va perdiendo batalla tras batalla. Sus ojos son azules, casi grises, con demasiadas arrugas a su alrededor que, combinados con su cabello fino y rubio (que, además, tiene recogido en un moño), le acrecientan la edad cinco años. Parece la mayor del grupo, pero no lo es. Alrededor de sus labios también vemos finas arrugas producidas al apretar los labios cuando se enfada... y Nieves siempre está enfadada, o lo parece. Mira con horror, a su derecha, a la madre sentada en el centro. La mujer que está sentada en el centro, la madre de Gonzalito, el niño que acaba de marcar el gol, mira fijamente al campo de fútbol por si su hijo tiene a bien buscarla en la grada para dedicarle el gol. Pero Gonzalito, delgado de pelo y ojos negros, está muy ocupado abrazando a sus compañeros y celebrándolo. Además de que su mente de 9 años es un torbellino de emociones y pensamientos, de los cuales el más preocupante es averiguar cómo el balón entró por la escuadra superior derecha, cuando él apuntó a la esquina inferior izquierda. Luego se lo comentaría a su madre, solo a ella, ni a los compañeros, ni mucho menos al entrenador, ni a su padre; solo a su madre, que seguro le dará una explicación satisfactoria.

Volvamos a su madre, la mujer del centro que acapara las miradas de sus dos amigas. Se trata de María. Delgada, bajita, con botas de senderismo, vaqueros y una camisa a cuadros que lleva por fuera en el enésimo intento de parecer menos bajita y, sobre todo, menos delgada. Tiene los ojos y el pelo muy negros; el cabello apenas sobrepasa los hombros; suelto, liso, rebelde. Sus rasgos son, sin duda, fruto de algún antepasado andaluz, que pincela su rostro de una forma más mediterránea que la de sus amigas. María está muy seria. Mirando al frente. Atenta a su hijo, pero con el rostro tan serio que nadie diría que es la madre del actual héroe del equipo local.

¿Qué les pasa a estas tres amigas?

Volvamos al momento en el que Gonzalito corría como si lo persiguiera un ejército de zombis, pero zombis modernos que corren mucho, no de los antiguos que apenas podían andar y daban más asco que miedo. Allí va Gonzalito; el balón lo tiene su amigo de clase y de equipo, Pedrito, hijo de Nieves, que tiende a una obesidad prematura, de pelo castaño y ojos marrones. Se conocen desde la guardería, así que no hace falta hablar. Los dos corren como locos. Gonzalito se va a la izquierda desmarcándose de los dos defensas que ven en Pedrito el peligro inminente. Pedrito apura hasta el último segundo; está al borde de sus fuerzas, pero aguanta hasta saber que los defensas están pendientes de él para pasársela, en una parábola perfecta, a su amigo Gonzalito, que la recoge, apunta con cuidado a la esquina inferior izquierda de la portería y dispara... Gonzalito abre mucho los ojos porque ve cómo el balón sale disparado a la escuadra superior derecha. Afortunadamente, el portero del equipo rival también creyó que el disparo apuntaba a la esquina izquierda, y se tira en dirección equivocada.

Si nos fijamos ahora en las tres amigas, comprendemos mejor la situación. María, casi en un susurro, aprovechando el silencio previo al gol, ha dicho cuatro palabras que sus amigas han escuchado nítidamente: «Me voy a divorciar».

Tras las palabras vino el gol: «GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOL».

Los gritos, las celebraciones y ese momento extraño de las tres amigas quietas. Las dos de los extremos mirando a la del centro, que mira al frente. La primera en reaccionar es Bárbara, que no dice nada y coge la mano de su amiga estrechándola fuertemente. La segunda es Nieves, que usa su voz más dura, la que emplea con Pedrito cuando lo sorprende a punto de hacer alguna travesura, como meter al gato en la lavadora o ver vídeos de youtube poco recomendables.

«No hagas eso», dice Nieves.

divorciadas_futbol_club-3

Capítulo 2

UN BESO PORQUE SÍ

María no sabe muy bien de dónde saca sus dotes de actriz. Supone que de cuando estudiaba magisterio y hacía teatro en la facultad. El caso es que se levanta, hace aspavientos, pone los pulgares hacia arriba y grita como una verdadera fanática del fútbol. Todo ello con un único espectador como objetivo. Gonzalito la mira apenas unos segundos. El niño adora a su madre, pero no puede hacer ninguna demostración de afecto en público porque cree que lo haría parecer menos mayor frente a sus compañeros. Le hace un gesto con la mano para que deje de dar el espectáculo y enseguida se centra en la celebración con sus compañeros. Celebración viril y exagerada como ha visto hacer mil veces a Cristiano Ronaldo y a Lionel Messi, sus ídolos. Con Alex se modera; palmean las manos en alto y se sonríen. Nada más. Pero es que Alex es una niña. Alejandra es su nombre completo que, abreviado, confunde. Alex es una chica, una fémina de media melena rubia que se recoge en trenzas cual v

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos