Liberty y el sargento de policía

Sandra Bree

Fragmento

liberty_y_el_sargento_de_policia-1

Prólogo

Alex Koen maldijo al menos veinte veces antes de llegar a su apartamento en el centro de Dublín, y otras tantas cuando salió de la ducha recién afeitado. Se detuvo en el vano de la puerta del dormitorio fulminando los muebles con sus, en esos momentos, fríos ojos azules.

Estaba furioso. Tantas veces queriendo dejar de lado su pasado e intentado enterrar los malditos recuerdos en un rincón de su mente, que ahora que su jefe, el comisario de policía, ordenaba su nuevo cometido, todo se desataba en su cabeza como si hubiese abierto la caja de pandora llegándole a oprimir la sien. ¡No quería volver al punto de origen! ¡Detestaba el lugar donde todo había comenzado, donde su paraíso se volvió infierno, donde perdió tanto…! Y, sin embargo, debía regresar.

Fue inevitable no pensar en su padre. Ese pobre borracho, desgraciado. ¿Lo habría matado ya la cirrosis? De ser así no se alegraba, pero tampoco le partía el alma. Entre ellos todo había ido mal desde siempre. En parte porque Alex lo culpaba a él y a su maldita adicción alcohólica de lo que sucedió con Rex, su hermano mayor. Y lo culpaba, no de meterse en un bar a esperar a que todos los problemas se solucionaran por sí solos y salir cuando las piernas casi ni le respondían. No, lo culpaba de proferir gritos e insultos cada vez que hablaban, o de que se dirigiera a sus hermanos con su típico «Vagos de mierda, toda vuestra vida seréis unos perros». No, de eso tampoco; de lo que realmente lo culpaba era de haber llevado a toda la familia a vivir a ese barrio de mala muerte, famoso por ser el mercado de la droga y de las putas. Na sneachta[1].

Si Alex había soportado algo más antes de salir huyendo de allí, lo había hecho por ella.

Mordiéndose la lengua con rabia, lanzó con potencia la maleta sobre la ancha cama. Ella era la última persona en la que quería pensar, porque la odiaba tanto como la amaba.

Con mala leche, comenzó a sacar la ropa del armario y tardó un buen rato en darse cuenta de que el timbre de la puerta sonaba insistente. Con largos pasos se acercó para abrir. Su amigo Callum lo miró de arriba abajo.

―¿Qué pasa, Alex? Acabo de ser informado del nuevo destino.

―Pasa, estoy haciendo el equipaje. ―Volvió a la habitación con Callum pisando sus talones.

―Imagino que esto será para ti una putada, aunque es obvio que eres el más indicado para ello. Te conoces la zona y la gente mejor que nadie.

Alex asintió al tiempo que apretaba los dientes con fuerza.

―Siempre soñé que un día iba a llegar alguien a ese lugar y pondría en orden las cosas. Alguien que al final convirtiese esa área en un sitio seguro y tranquilo. Pero nunca se me pasó por la cabeza que yo pudiese estar involucrado en ello.

Callum cruzó los brazos sobre el pecho y lo miró preocupado.

―Tú ya no perteneces a eso, tío. Deja de martirizarte.

Alex negó con la cabeza y tomó asiento sobre la cama al tiempo que frotaba su cara.

―No puedo desprenderme de esa lacra, Callum. Mi familia sigue allí, primos, sobrinos, colegas… Los conozco a todos. ¿Qué crees que pensarán cuando se enteren de que voy a joderlos a todos?

―Joderlos a todos son palabras mayores. Ellos no van a verlo así.

Arqueó las cejas con escepticismo.

―¿Ah, no? Se acojonarán pensando que voy a ponerlos a todos en peligro. ¡Es como si los expusiera para que todas las represalias cayeran sobre ellos!

―Te agradecerán que quieras protegerlos. ―Chasqueó la lengua―. Tú no eres de los que ponen excusas, Alex.

―Aborrezco ese sitio.

―Lo sé, y si estuviese en tu lugar, también tendría mis dudas en regresar, pero no olvides que voy a estar contigo y…

―Te agradezco que intentes animarme, pero...

―No, espera, no me interrumpas, Alex. ―Callum descruzó los brazos y caminó hacia la ventana sin dejar de mirarlo―. Eres uno de los mejores compañeros que he tenido y, a pesar de nuestras diferencias iniciales, confío en ti tanto como en mí mismo. Lo que tuviste en el pasado, lo que viviste, no es lo que tienes ahora. ¿Qué crees que sucederá cuando tu madre vuelva a verte, tío? ―Alex sacudió la cabeza, no quería pensar en ellos―. Te lo voy a decir yo. Se va a sentir orgullosa de ti y de tus logros. ¿Y esa mujer? ¿Cómo era su nombre? ¿Liberty?

Alex se puso en pie cuando sintió un pellizco en la boca del estómago. Conocía esa sensación. Rabia, ira… furia. Hacía tanto tiempo que no escuchaba ese nombre que, de forma involuntaria, se contrajeron los músculos de su cara.

―No quiero que me hables de ella.

Callum frunció el ceño, confuso.

―Es eso lo que te tiene tan alterado, ¿verdad?

―Callum, te lo advierto…

―¿Por qué detestas tanto a esa chica? Ella te protegió la vida empujándote a salir de allí.

Alex gruñó. Se revolvió la melena castaña clara y siguió vaciando los cajones de la cómoda.

―Las cosas no fueron del todo así ―se atrevió a decir sin mirarle.

Callum arqueó las cejas. Era un tipo moreno de estructura corpulenta. A pesar de ser un hombre alto, Alex superaba su tamaño en varios centímetros.

―¿Y cómo fueron?

―Déjalo estar, de verdad, no quiero hablar de ella.

―Merezco saberlo, Alex, estamos en esto juntos ―insistió.

Alex calló durante unos minutos que a Callum se le antojaron interminables, pero acabó por asentir. Pensó que, tal vez si se desahogaba con él, pudiese liberar la rabia que le consumía.

―Cuando conocí a Liberty ella apenas tenía quince años y estaba saliendo con un tipo mayor, un amigo de mi hermano Rex. En verdad la conocí por ellos ―recordó con nostalgia―. Era muy bonita, con unos ojazos grises como pozos y el rostro más inocente y angelical que puedas imaginar, al menos eso creí yo, que era inocente. El caso es que me quedé todo pillado con ella nada más conocerla, soñaba con que dejaba a Brian y salía conmigo. Y exactamente pasó eso, y se convirtió en mi chica. ¡Ya puedes imaginar cómo estaba! Era un gallito de corral. Por aquel entonces, Rex estaba teniendo problemas.

―¿Con las drogas?

―Sí, y también se lío con una tía a la que dejó preñada. Al principio se llevaban bien, pero cuando nació el chiquillo, no le permitieron que lo conociese, ni siquiera acercarse a él. Fue entonces cuando cayó en la mierda de la heroína. ―Alex cerró los ojos visualizando a su hermano―. ¡Lo teníamos tan cerca! ¡Al alcance de nuestras manos!

―¿Nunca conoció a su hijo?

―La cabrona le mandó una fotografía que él guardaba como oro en paño, quizá fue lo único que nunca vendió.

Callum quiso saber más.

―¿Qué pasó entre Liberty y tú?

Alex pareció ponerse más nervioso de repente y él palmeó su espalda infundiéndole confianza.

―Durante unas fiestas bebí más de la cuenta y ella quiso que nos fuéramos a casa. A mí me daba lástima que no gozase de la noche por mi culpa y, como mi hermano Robert me dijo que no me preocupase, que él se encargaba de cuidarla, la convencí para que se quedase. ―Apretó la mandíbula con fuerza―. Los muy ce

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos