Tú eres mi lugar favorito en el mundo

Pilar Piñero

Fragmento

tu_eres_mi_lugar_favorito_del_mundo-1

Capítulo 1

Gritos, humo, miedo; corro hacia ellos, pero no llego... A medida que me acerco, ellos se alejan, no corren, no pueden, se arrastran ensangrentados, huyen de mí. Les faltan miembros, tienen graves desgarros, amputaciones, huelen a sangre y a miedo. Los que no están muertos huyen de mí y no sé el porqué. Me quedo quieto, paralizado ante la escena que tengo delante. No puede estar pasando, ellos no, mis amigos, mis compañeros, mis hermanos... Las balas pasan silbando cerca de nosotros; hay que salir de aquí, pero ellos siguen huyendo de mí. Un helicóptero suena a lo lejos, es el rescate, la solución a este infierno en el que me encuentro, pero no puedo hablar, no me puedo mover y ellos siguen huyendo de mí.

«Joder, otra vez», pienso mientras voy despertando. Mi cuerpo está perlado de sudor, jadeo sin control y tengo todos los músculos agarrotados. Hace ya tres años y nada ha cambiado; bueno, muchas cosas han cambiado desde entonces, pero no esto, esto me sigue persiguiendo cada noche de cada día... y así será el resto de mi vida, lo tengo asumido, pero joder..., a veces no lo puedo soportar. El despertador empieza a sonar, son las siete de la mañana. Poco a poco mi cuerpo se empieza a relajar y soy capaz de arrastrar mis pies hasta la ducha. He sudado como un cerdo..., «como siempre idiota», me digo a mí mismo. Me meto en la ducha con el agua fría a tope para poder despertar del todo mis músculos que parecen cuerdas de violín. Quince minutos después, me visto con mi maravilloso uniforme, «siempre de uniforme», aunque este no es verde mimetizado, es rojo y negro y pertenece a las cadenas de supermercado BIBI; vaya mierda de nombre, ¿verdad?, pues sí, y lo llevo bordado en el pecho bien visible, cual medalla... «Gaby, no vayas por ahí que la jodes». Al menos el pantalón me queda de miedo, a tenor de las miraditas que me echan las mamis que vienen al súper. Tengo que confesar que alguna de ellas me lo han visto de cerca, ¿¡qué puedo hacer!? Yo no le digo que no a un buen polvo y son ellas las que están casadas, no yo.

Necesito el primer café del día, el primero de muchos para poder estar despierto las horas que sean necesarias hasta que se acabe otro día de mierda, para dar paso a otra noche de mierda. Un café largo después y dos cigarros, salgo por la puerta de mi piso hacia mi trabajo. No está lejos, a cinco minutos caminando; menos mal que no tengo que coger el coche. El Puerto de Santa María en esta época del año está lleno de turistas que no hacen más que estorbar y dar por culo, y mis mañanas no son precisamente sosegadas como para aguantar ni una tontería de más, ya aguanto bastante en este curro de mierda. No es que mi trabajo sea complicado ni mucho menos, solo soy reponedor en el súper de mi barrio, pero hay días en los que a la gente le da por hablar, entablar conversaciones estúpidas y yo, como buen empleado, las tengo que tolerar aunque me repateen, pero así es la cosa, siempre cumpliendo órdenes..., mierda de vida. Para ser sincero, no me puedo quejar, aunque lo haga, mi trabajo es tranquilo, nadie me va detrás, sé cuál es mi curro, lo hago y me marcho. Así cinco días y medio a la semana, día tras día y que no me falte o tendré que prostituirme para poder vivir, que no están las cosas como para encontrar curro...

Al llegar a la puerta del súper veo que ya está la persiana levantada, Hugo debe haber llegado ya. Hugo es el encargado, es un buen tío, tímido y un poco serio, «dijo la alegría de la huerta...». En fin, hoy me ahorro subir la persiana de los cojones.

—Buenos días, Hugo. —Educado ante todo...

—Buenos días, Gaby. —Educado ante todo también.

—Voy al almacén a ver si ha llegado el camión de reparto —le digo dirigiéndome ya hacia allí. Sé que es pronto, pero necesito un piti ¡ya!

—Ok —me dice como siempre. Joder, es más parco en palabras que yo, que ya es decir...

Mientras espero, me suena la señal de WhatsApp:

RICO: Oye maxo, donde t metes???? Ayer t estuvimos sprando y no apareciste so mamón...

Rico y sus chorradas de buena mañana. Rico y yo somos amigos desde niños y el grupo incluye también a Fausto, Pepo y José. José fue el último en llegar al grupo, aunque no por ello es menos importante para mí, es un tío de puta madre. Todos pertenecíamos al mismo equipo... de hecho ellos aún siguen allí...

YO: hola mamón. No salí. Como os fue pollitos? Supisteis q hacer sin el maestro?

RICO: GILIPOLLAS de maestro nada, y si sigues así a la próxima incursión vamos a tener q acompañarte jajaja

YO: pero q gracioso eres... bueno tío, te dejo. Llega el puto camión de reparto. Estoy hasta los huevos...

RICO: pq quieres... esta semana tenemos maniobras, pero el finde q viene kedada a lo grande. Ok?

YO: ok. Hablamos.

Hecho, ya estoy de mala hostia para todo el puto día. Rico es un tío genial, pero un pesado de cuidado. No deja de decirme lo mismo desde hace tres años...

Rico es francotirador del ejército, el mejor que he visto nunca. Tiene paciencia, puntería y temple. Cuando se pone detrás del fusil no existe nada a su alrededor, es capaz de estarse horas sin moverse, solo observando por la mirilla del rifle, sin perder la concentración ni un solo segundo. Fausto, Pepo y José también son militares, soldados del ejército español, en la base militar del Puerto de Santa María. Cuando éramos pequeños, fantaseábamos con pertenecer al ejército y, a medida que crecimos, nos fuimos convenciendo de que era nuestra mejor opción, puesto que ninguno habíamos estudiado y no teníamos un futuro demasiado alentador. Así que, animados unos por otros, nos alistamos. Rico lo lleva en la sangre, su padre también era militar. Para Fausto, Pepo y para mí, fue, como dije antes, una salida a un futuro que se presentaba incierto.

Fausto es hijo de padres inmigrantes procedentes de Bolivia. Su padre curraba de mecánico y su madre limpiaba las casas de los peces gordos de la base; futuro: incierto.

Pepo era el menor de siete hermanos. Huérfano de madre desde los siete años, se buscaba la vida en lo que podía hasta que un día se dio cuenta de que si seguía el camino de sus hermanos mayores, no cumpliría los 18; futuro: incierto. Así que, gracias a su decisión y a que nos escuchó, hoy es un valorado y condecorado soldado.

Y yo... bueno, yo no llevaba mala vida, tenía demasiadas obligaciones como para descarriarme. Tengo dos hermanos: Blay, dos años más pequeño que yo, y Cloe, cinco años menor. Los tres vivíamos con mi abuela Sole, una mujer genial que ha dado siempre su vida por nosotros. Nuestros padres murieron cuando yo tenía 10 años y mi abuela, madre de mi madre, se hizo cargo de nosotros. Estudié la ESO para poder trabajar después. No fui un nieto modelo, pero nunca nadie le pudo decir a mi abuela nada malo de mí, solo era un poco golfo, las faldas han sido siempre mi perdición. Es así desde los 14 años, cuando perdí la virginidad con la vecina de enfrente, una mujer de 34 años, que sabía muy bien lo que se hacía. Y desde entonces no he parado. No me gusta la conquista ni la cháchara, yo no les regalo los oídos a las chicas que me quiero llevar a la cama. Soy muy claro: follamos y te marchas o follamos y me voy, el final es el mismo. No suelo repetir, aunque, si alguna lo merece, no le hago ascos; no es una

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