Posdata: Muy cerca de ti

Luciana V. Suárez

Fragmento

posdata_muy_cerca_de_ti-3

1

Millicent, 9 años

Mis padres se han ido y no regresarán jamás, fueron arrollados por un auto y por ello tendré que vivir con la abuela Oona, a quien nunca conocí, aunque sé cómo luce, pero solo por fotografías; sé que tiene el cabello blanco y siempre lo usa recogido, los ojos azul zafiro algo rasgados, tiene el rostro en forma de corazón con labios que siempre están pintados, incluso sé que es alta, pero no lo sé por cuenta propia, y las cosas sobre su personalidad solo las sé por lo que escuché de ella: que es estricta, que es temperamental (lo que eso quiera decir), que no es muy sociable, que no le gustan las conversaciones sin sentido..., pero tampoco puedo saber si todo eso es cierto, solo puedo asumir que lo es porque mi padre lo dijo y él no me mentiría, no le gustaban las mentiras, decía que eran formas perversas de cubrir la verdad. Yo también las aborrezco, probablemente porque él lo hacía. Mi amiga Vivian decía que parte de las personalidades y de los gustos las personas los aprendían de sus padres, que ella lo oyó decir a su madre, así que tal vez eso lo aprendí de mi padre; en cambio, de mi madre aprendí que a veces es bueno decir no cuando algo no nos complace o de algún modo no estamos de acuerdo con ello; me lo decía constantemente, que es bueno para la salud mental y la dignidad de las personas; no sé si es así, pero ya lo tengo incorporado en mí, porque le he dicho no a Georgie Stephens cuando me pidió que mintiera por ella, y a Brandon Trenton cuando quiso copiarme la tarea de Biología. No sé qué aprenderé de la abuela Oona, y temo que no sea algo bueno.

—Pero, Ama, ¿por qué debo irme a vivir con ella? Si dices que mis padres me dejaron mucho dinero, puedo quedarme contigo aquí y tú lo administrarás, puesto que yo no puedo hacerlo —le dije de forma suplicante, mientras ella preparaba mi valija.

—Eso no es posible, mi pequeña Millie, tus padres pusieron a tu abuela en el testamento para que ella se ocupara de tu tutela si algo les ocurría, y lamento que ese sea el caso, pequeña, de verdad lo siento mucho. Sabes cuánto quería a tus padres y sé cuánto los querías tú, y créeme que sé cuánto los extrañarás —repuso mientras me acariciaba la cabeza.

—¿Tú sigues extrañando a los tuyos? —le pregunté por sus padres muertos.

—Como siempre te lo digo: cada día de mi vida.

—¿Entonces yo los extrañaré por siempre, tal como ahora? —inquirí, porque sentía que los echaba tanto de menos que el corazón se me iba a romper y no sabía si sería capaz de soportar ese dolor durante toda mi vida.

—Bueno, los extrañarás de manera diferente, no tal como ahora, sino con menos dolor, y te prometo que su ausencia será más tolerable con el tiempo —me aseguró.

—¿Por qué tuvieron que irse ellos de todos los padres del mundo? —le pregunté. Yo estaba tirada en la cama y, desde allí, Ama se veía más gorda que de frente y más narigona también.

—Bueno, mi pequeña Millie, como te dije antes, no son los únicos padres que tuvieron que marcharse —me recordó y quise preguntarle que por qué yo, que era hija única, que no tenía hermanos y ahora me había quedado completamente sola.

—Pero ¿por qué papá quiere que me vaya a vivir con esa mujer que él dijo que era horrible como Cruela de Vil? —inquirí y, a pesar de que estaba recostada de costado, pude ver el rostro ofuscado de Ama desde ahí.

—Millicent Fairchild, esa no es forma de hablar de la gente, en especial de alguien mayor que tú y que es tu abuela —me espetó.

—Pero es lo que papá dijo, ¿por qué él tiene permitido llamarla así y yo no? —le pregunté.

—Porque tu padre era su hijo y había diferencias entre ellos, aunque eso no justifica que llamara de ese modo a su propia madre —repuso de forma rotunda.

—Bueno, como sea, pero ¿por qué debo ir a vivir con ella? —insistí.

—Porque tu padre no tenía más familia que esa, le gustase o no, y tu madre no tenía familia en absoluto ¿o acaso lo olvidaste? —yo negué con la cabeza.

—Pero ella no me querrá —le dije; mi padre nos lo había dicho a mi madre y a mí, que ella no quería tener nada que ver con él y su nueva familia.

—Que nunca te haya conocido no significa que no te quiera, al igual que a tu padre, era su hijo y lo quería, es solo que tuvieron un altercado y por eso estaban distanciados, y tú eres su única nieta, si no entendí mal, por lo que no hay forma de que no te quiera. Será estricta y tal vez hasta un poco desdeñosa, pero eres su sangre y a ella le importa mucho la sangre, aunque no quiera admitirlo —respondió Ama.

—Pero, Ama, ¿por qué debo mudarme hacia Greenview? ¿Por qué no puede venir ella a vivir aquí? ¿Qué ocurrirá con esta casa?

Ama exhaló un suspiro, como lo hacía cuando estaba cansada de explicar algo.

—Tú te irás a vivir en Greenview porque ella no vendrá para aquí; por lo que he oído esa mujer pertenece a esa residencia como si la hubieran parido allí; casi nunca sale de ahí, y esta casa quedará para ti si es que no la vendes; pero es tu abuela quien decidirá qué hacer con ella.

—Pero, entonces, ¿qué harás tú? ¿Adónde irás? —le pregunté, porque hasta ese momento no había pensado en ello.

—Por mí no tienes que preocuparte. La familia Patterson necesita una asistenta, así que ya me contrataron, claro que no será lo mismo, porque ya no te volveré a ver —me dijo y yo me senté de golpe.

—¿No volveremos a vernos nunca más? —inquirí y, entonces, una sensación similar a la que sentí cuando me anunciaron que mis padres habían tenido un accidente y no volverían conmigo comenzaba a embargarme.

—Bueno, no nunca más, me refería a que ya no nos veremos diariamente —me aclaró, pero eso significaba que viviríamos en estados diferentes. De acuerdo a ella, Connecticut no quedaba lejos de Nueva York, pero no nos veríamos cada día, como lo había dicho ella. Las lágrimas brotaron de mis ojos y me bajé de la cama para agarrar a Ama de la cintura, me aferré a ella fuertemente, mientras las lágrimas caían cada vez más rápido por mis mejillas.

—No quiero irme, Ama, no quiero dejar de verte —le dije sollozando.

—Yo tampoco quiero irme, mi pequeña Millie, pero piensa que nos volveremos a ver, también nos escribiremos a menudo y nos llamaremos —me prometió mientras me acariciaba el cabello.

—¿Y yo podré visitarte?

—Claro que sí —me aseguró mientras me secaba las lágrimas con sus dedos—, y de todas maneras, como te dije respecto a tus padres, el hecho de que no puedas verlos no significa que no te quieran o que no estén contigo de algún modo.

—Porque me quieren y yo los quiero una parte de ellos siempre estará conmigo —repuse, tal como ella me lo había dicho la noche anterior. Ella asintió sonriendo y después me dio un beso en la frente.

—¿Crees que en la casa de la abuela Oona pueda tener perros? —le pregunté. En casa no los teníamos, debido a que mamá les tenía terror porque cuando era niña uno la había mordido.

—Pues... no puedo saberlo, pero podrías convencerla de ello una vez que lleves tiempo viviendo allí.

—¿Y debo irme ahora? —inquirí después—. No me he despedido ni de Vivian ni de Georgi

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos