Dos corazones y un mismo amor

Paula Alaimo

Fragmento

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Prólogo

Presente...

Hoy venta de ejemplares y firma

Hasta llegar a vos

Autora - Ludmila Dagostino

Así rezaba la invitación, recorrió las letras con un dedo queriendo cerciorarse de que fuera real, tangible, sin duda se la guardaría como uno de los más bellos recuerdos. Era uno de sus mayores logros, y literal, el sueño más loco que pudo hacer realidad.

No podía creer cuán bendecida se sentía, no solo por haber podido vivir aquella descabellada aventura, sino por lo que la vida le había regalado, una maravillosa fantasía con mezcla de magia y milagro.

Lila entró al auditorio, que pronto se abriría al público, y le entregó a Ludmila una botella de agua saborizada, gusto manzana. Las dos se miraron y sonrieron entusiasmadas, después de tantas idas y vueltas el libro se había publicado y ambas estaban felices, la historia prometía.

Su colega revisaba por centésima vez el escritorio, con gran presteza intercalaba algunos señaladores entre los libros, detalle que le daba un toque distinguido, alegre y en verdad de utilidad.

—Lu, en cinco minutos abrimos, hay bastante público y todos con tu obra en mano dispuestos a que se las firmes.

Levantó la vista de su celular y encontró a su amiga más que agitada, no sabía quién de las dos estaba más ansiosa.

Había llegado el día; «que locura», pensó.

—Te juro que aún no lo creo.

—Creelo, porque gracias a tu magia fue posible. Deberíamos también agradecerle a esa niña inquieta y soñadora que espero que con los años no te haya abandonado.

—Y desde luego también a tu fuerza y empuje, sin vos no lo habría logrado. No hagas esa cara de fastidio, sabés muy bien que es así

—Bueno, lo admito, somos un equipo genial.

Chocaron divertidas las manos, para enfatizar aquel contrato implícito.

Lila salió para terminar con los últimos detalles dejando a una Ludmila reflexiva y más que emocionada. Voces entusiastas se escuchaban en la librería que daba hacia la avenida, y su corazón se aceleró más de lo normal, era pura adrenalina que golpeaba su pecho.

Mientras aguardaba, observó sus manos y detectó que se había saltado un poco de esmalte en una de sus uñas. Presta, sacó de su cartera el esmalte fucsia y lo pasó en la uña para cubrirla, al terminar suspiró con alivio y sonrió ante el recuerdo de su infancia.

Marcela seguro se hubiese burlado de ella, siempre se reía de su necesidad por estar impecable por si su «príncipe» aparecía de buenas a primeras. Jamás imaginó que aquella ilusión de niña la llevaría tan lejos, con un final inimaginable.

Se abrieron las puertas y el público comenzó a ingresar, a partir de allí transcurrieron minutos, horas llenas de sonrisas, agradecimientos, firmas, selfies, personas que iban y venían. El ambiente estaba colmado de energía positiva, animosidad, besos, abrazos y felicitaciones, sin dudas, un mimo para el alma.

La concurrencia de público por la firma de su primer libro Hasta llegar a vos excedió las expectativas de Ludmila, de Lila y de la propia editorial, Haz el camino.

Horas más tarde el público dejó de entrar, estaba agotada pero feliz y, con una sonrisa que le duraría por varios días, comenzó con pura satisfacción a reunir sus pertenencias, bolso y abrigo.

—Lu, no te vayas, quedó un rezagado.

Soltó un soplido cansino, es que entre la adrenalina y lo poco que había dormido esos últimos días para llegar con las fechas pactadas... se sentía al límite de sus fuerzas.

—Lila de mi corazón, ya está cerrada la librería y nos tenemos que ir a la cena, nos están esperando.

Con exagerada teatralidad vio como con ambas manos unidas, en un claro símbolo de súplica, le pedía un último esfuerzo.

—¡Bieeeeen!, solo uno más, te lo prometo.

Se sentó de golpe en la silla que se encontraba cerca del escritorio, donde hacía minutos regalaba firmas y sentidas dedicatorias.

—Lo que yo no prometo es que me salga la firma, ya la gaste por meses.

—Engreída.

Rieron ambas.

—Dale, dejá pasar a quien sea.

Con un cierto brillo pícaro en su mirada y un halo de misterio, corrió hacia la puerta, en busca del rezagado lector, seguro deseoso de que aquella prometedora escritora estampara su firma en el ejemplar que había adquirido.

Terminó de recoger algunas pertenecías más, por poco olvidadas, cuando la voz que reconoció de inmediato le provocó, como siempre sucedía, un aleteo feroz en su estómago. Pasó por su cabeza la frase que a modo de prefacio había escrito en su libro: «El corazón no olvida».

—¿Me harías el honor de firmar mi ejemplar?

Giró su cuerpo y quedó entumecida ni bien sus ojos la atraparon, sin poder hacer otra cosa que observarlo. Fue consciente en ese instante que, alejarse de él y su posterior ausencia, la habían dañado más de lo que ella había creído.

Meses, largos días con sus interminables noches, ansiando verlo después de que toda aquella locura se desatara.

Horas pensando que su impulso desmedido había provocado aquella distancia, pero ya era hora de afrontarlo, y al ver su sonrisa que la enlazaba como un experto domador de fieras, supo con contundencia absoluta que ya todo estaría bien.

—Si querés, y si aún estoy a tiempo, tengo más que una firma para darte.

La observó asombrado por aquella actitud insegura, que la hacía ver en un verdadero estado de nerviosísimo. Increíble, ella siempre se mostró segura, llevándose quizás el mundo por delante, no de mala manera, sino que esa brillante energía que la acompañaba, la hacía ver poderosa. En ese instante, sentirla ansiosa por su respuesta a tan inconfundible mensaje lo llenó de esperanza y de un claro deseo de estar junto a quien pertenecía, junto a la mujer que estaba destinada a ser parte de su vida.

—Quiero obtener todo lo que me puedas ofrecer.

No hubo nada más que agregar porque ambos supieron, en ese preciso momento, que un «para siempre» sabría a poco.

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Capítulo 1

Pasado...

Ludmila estaba nerviosa, no podía levantar la vista del pupitre, era su primer día en la escuela secundaria y la tensión la sentía por todo su cuerpo.

«Cuantos bléiseres azules», pensó, más de los que había imaginado.

Su paso por la escuela primaria transcurrió entre el género femenino, sí, aunque aquella institución era pública, de manera excepcional solo era de mujeres y allí su recuerdo más querido, el himno que década tras década se había institucionalizado entre alumnas muy orgullosas de pertenecer a Escuela Tres.

«Escuela tres, escuela de mujeres...

Escuela tres, orgullo nacional...

Escuela tres, no se aceptan las blanditas

ni nenitas de mamita como en todas las demás

escuela tres... escuela tres... escuela tres...»

Con

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