El cielo en tu mirada

Vanessa Lorrenz

Fragmento

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Capítulo 1

—¡Maldita sea! —Katherine gruñó mientras tiraba el periódico sobre la mesa central de la terraza donde se encontraba tomando un café, realmente estaba enfadada, «¡es que nunca la dejarían en paz!», pensó mientras volvía a maldecir.

—¿Qué pasa, niña? ¿Qué te ha puesto tan furiosa? —le preguntó Mandy, su nana desde que tenía uso de razón. Tenía cerca de los cincuenta años; su pelo, que en su juventud había sido rojizo, ahora estaba tintado por las canas que revelaban su edad, pero eso era lo único que la hacía pensar que era mayor, ya que su rostro aún conservaba su piel tersa. Nunca se casó para estar siempre al servicio de su adinerada familia.

—Nada, Mandy, ¡es que nunca me van a dejar en paz! ¡Odio todo esto! Me molesta no tener privacidad nunca, la prensa siempre está distorsionando la verdad. —Le señaló el periódico, y Mandy lo cogió abriéndolo en la página principal.

—Ay, mi vida, no les hagas caso, sabes cómo es esta gente, tiene que sacar la nota para vender. —Su nana dejó el periódico en la mesa, sentándose junto de ella.

—Sí, nana, pero de eso a decir que estaba completamente ebria… Y no solo eso, sino que insinuar que estaba drogada, que terminé en la cama de ese hombre tan despreciable, es algo que no puedo pasar por alto. Los demandaré, le diré a mi padre que contrate al mejor abogado de la ciudad. Necesito que mande a la bancarrota a esa porquería de diario.

Su nana le acarició el cabello como cuando era pequeña y quería que se calmara, siempre por el mismo motivo: sus padres tenían algún evento más importante que su propia hija.

—Tranquila, mi amor, no le des más problemas a tu padre, suficiente tiene ya con todos sus negocios, como para que tú le des más. Sabes la situación de la empresa, así que deja pasar esto; no le des más importancia de la que tiene, querida.

Eso la tranquilizó por el momento, pero aún sentía la furia por dentro, quería ser invisible para todos, que nadie cuestionara su vida ni la de su familia. Quería salir por la calle con un vestido simple, sin que a la mañana siguiente estuviera dando la nota por no vestir a la moda. Era el precio que tenía que pagar por ser la hija del distinguido Julio Montemayor, dueño y señor de Construcciones Montemayor.

—Nana, ¿sabes a qué hora llegaran mis padres? —Su nana y mejor amiga desvió la mirada, era lo mismo de siempre, pero aunque ahora no le dolía tanto como cuando era pequeña seguía sintiendo el mismo estado de abandono.

—A la misma hora de siempre, mi amor, ya sabes que tienen eventos, reuniones… Ya conoces a tu padre, siempre tratando de solucionar todos los problemas del mundo. Han avisado hace como una hora que no vendrán a cenar.

Ella se encogió de hombros como si no le importara nada, aunque sabía que a Mandy no lograba ocultarle nada.

—Está bien, entonces creo que me iré a dar una ducha, tengo una entrevista de trabajo.

—Vas a enfurecer a tu padre de nuevo. ¿Por qué no solo entras a trabajar en la empresa? Para eso te mandó a estudiar a las mejores universidades, para que en el futuro, tú dirigieras la empresa. Al final será tuya, quieras o no; en algún momento tendrás que hacerte cargo de ella.

—Pero mientras no pase eso, voy a buscar la manera de formarme un camino yo sola. Necesito saber que valgo por mí misma y no por ser hija del señor Montemayor.

—Está bien, creo que jamás te voy a ganar, porque a ti a testaruda no hay quien te supere.

—Aprendí de la mejor, nana. —Mandy la miró indignada, mientras trataba de agarrarla por la oreja como cuando era pequeña.

— ¡Qué mentira más grande has dicho! ¡Retíralo! —Ella salió corriendo, mientras reía a carcajadas; gracias a que no era tan ágil como antes, ahora ella tenía ventaja.

Se duchó lo más rápido posible, buscó su traje formal color negro, lo combinaría con una blusa verde de seda. Quedaría perfecto para una entrevista de trabajo. Estaba muy nerviosa, seguro que cuando volviera, su padre pondría el grito en el cielo, pero no importaba, era hora de ser independiente y buscar nuevos horizontes por ella misma.

Salió más animada para la entrevista de trabajo, esperaba que no relacionaran que ella era la hija de un importante hombre de negocios, usaría el apellido de soltera de su madre, ese casi nadie lo conocía. Ojala con eso fuera suficiente.

Como no quería que vieran que tenía cualquier contacto con el dinero, decidió que iría por primera vez en el metro para pasar como una persona normal. Le sudaban las manos, pues era su primera entrevista. Cuando acabó la universidad no quiso entrar a laborar tan pronto, según su padre no tenía necesidad. Pero ya era suficiente de no hacer nada más que salir de compras y asistir a actos benéficos.

Estaba harta de ser solamente un adorno para la familia Montemayor, a partir de ese día sería Katherine Donovan. En cuanto pisó el despacho donde sería la entrevista, todos sus nervios se esfumaron, ¡ella era una Montemayor! La familia Montemayor era famosa por no dejarse rendir nunca, si algo querían, lo conseguían a como diera lugar.

El edificio donde se encontraba era majestuoso, pero tenía que serlo ya que estaba en uno de los mejores bufetes de abogados, ahí llevaban todo tipo de casos. Tenía una entrevista con el dueño del imperio, el indestructible Jasón Blake.

La hicieron pasar en un impresionante despacho que tenía grandes ventanales, los cuales permitían ver las mejores vistas de la ciudad. La decoración era demasiado clásica para su gusto, pero tenía que reconocer que era elegante, poseía cierto aire de superioridad.

En cuanto el hombre entró al despacho, quedó impactada con su presencia, en el transcurso de su vida se había topado con hombres realmente guapos; pero el espécimen masculino que tenía enfrente rezumaba testosterona por todos los poros de su piel. Era un hombre de unos treinta y cinco años, su cabello castaño, ligeramente rizado, estaba despeinado, mientras un mechón rebelde caía descuidado por su frente, tenía los ojos más claros en tono azul que ella hubiera visto, se quedó un momento impresionada viéndolo como una tonta, pero es que era demasiado guapo como para no admirar semejante belleza.

Él la miró con una sonrisa de satisfacción medio torcida, haciendo que ella se percatara de lo que estaba haciendo, se levantó rápidamente de la silla en la que estaba para saludar al que, si tenía suerte, sería su próximo jefe directo.

—Buenas tardes, señorita Donovan, disculpe que la citáramos en este horario —dijo extendiendo la mano para saludar, ella le tendió la suya, pero él en vez de estrecharla, la acercó a sus labios para depositar un suave beso—. Un placer contar con su presencia.

Ella, un poco incomoda por la atención de él, se ruborizó. Era la primera vez que alguien reaccionaba así con ella.

—El placer es mío —dijo levemente aturdida por como la miraba, por un momento se sintió como un ratón perseguido por el gato.

—Bien, vamos a platicar de tu experiencia laboral.

Oh, en ese aspecto sí que estaba en un gran aprieto; porque su experiencia era inexistente, solo esperaba que todo saliera bien.

Una hora más tarde salía con una sonrisa de oreja a oreja, había logrado

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