Sin compromiso (Bolonia 2)

Laimie Scott

Fragmento

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Capítulo 1

Gabriella miraba de manera fija y enigmática la pantalla de su portátil. Sus ojos apenas si eran visibles, ya que los mantenía entrecerrados. Asentía de manera lenta y se mordía el labio inferior sin variar su postura, hasta que emitió un gruñido y se recostó sobre su sillón de cuero. Pero en ningún momento apartó su atención de la pantalla o, mejor dicho, del contenido que aparecía en esta. Garabateó algo sobre un folio antes de llevarse el bolígrafo a su boca para mordisquearlo. Su concentración ni si quiera se vio interrumpida por el repiqueteo en la puerta abierta del despacho. Gabriella solía dejarla así para que sus visitas supieran si estaba o no, o bien, ocupada hablando por el teléfono o con alguna persona. De ese modo se ahorraba tener que andar pidiendo a la gente que entrara, o incluso levantarse ella a abrir. No alzó la mirada en dirección hacia Silvia, su ayudante, monísima ella con su vestido veraniego de flores y sus sandalias de cuña a juego, acercándose a la mesa.

—¿Tienes un minuto? —le preguntó contemplando a Gabriella, quien asintió emitiendo un nuevo sonido gutural que daba a entender a Silvia que podía atenderla. Eso sí, sin mirarla—. Venía a comentarte lo de la próxima feria del libro que se celebra en un par de días, aquí, en Bolonia.

—Sí, no soy ajena a las noticias que está generando. Dime, ¿de qué se trata?

—Es sobre si la editorial contará con algunos de sus más reconocidos escritores, bueno, escritoras en este caso.

Gabriella permaneció en silencio unos segundos. Fue entonces cuando se permitió hacer un leve movimiento con sus ojos hacia Silvia.

—Imagino que Melina y alguien más. Hablaré con ella más tarde. No te preocupes.

—Es por prepararlo todo. La organización ya nos ha asignado el stand en el que nos ubicaremos.

—¿Qué más?

—Por el gesto que pones y la manera de responderme, deduzco que no te hace mucha gracia asistir. Eso y que estás liada con vete tú a saber qué. —Silvia hizo un gesto con el mentón hacia el portátil de Gabriella y luego entornó la mirada hacia esta, quien resoplaba en ese preciso momento.

—No, no, al contrario. Creo que es una oportunidad muy buena para acercar a los lectores a sus autores y, de paso, intentar captar nuevos escritores.

—Sí, este año hay un gran revuelo por la presencia de Estefanía Lambertti.

—Ya, precisamente estaba leyendo sobre ella en la Red —le confesó señalando con el bolígrafo hacia la pantalla.

—Una chica joven que ha comenzado a colgar su historia por capítulos en una red social. Y que se ha convertido en una auténtica locura. No solo en cuanto a seguidores, sino a popularidad.

—Interesante.

—La gente joven la adora.

—Historias para adolescentes.

—Pero de amor, no lo olvides. Y créeme si te confieso que sabe cómo llegar a todos ellos con sus historias. —Había un toque de admiración hacia la escritora por parte de Silvia, pero también de saber de qué estaba hablando.

—Pareces bastante puesta en ella y en su novela —dedujo Gabriella entornando la mirada hacia Silvia—. ¿La has leído?

—Por supuesto.

—Vaya, no sabía que te gustara la novela romántica para chavales —le dijo con un toque de ironía y, hasta cierto punto, rechazo por este género.

—Me gusta la buena literatura en general. Y no hago ascos a ningún género; ni tan siquiera a la New Adult. Género del que la editorial no se ha hecho eco.

—¿Hablas en serio? ¿Quieres que incorporemos la novela romántica para chavales a nuestra editorial? —Gabriella formuló la pregunta con cierta incredulidad. No había concebido esa posibilidad porque pensaba que la novela romántica era para gente adulta. Y nunca se le había pasado por la cabeza publicar historias de amor para adolescentes con las hormonas por las nubes.

—Hay buenas historias en ese campo y conocidos autores.

—Lo sé, lo sé. Pero... no estoy convencida del todo sobre si sería una buena idea incorporar el género New Adult a nuestro catálogo. No creo que tenga mucha aceptación, la verdad. Esas historias de jovencitos que viven su primer amor en el instituto y que solo piensan en el sexo —resumió poniendo los ojos como platos.

—Para empezar te diré que no todas las historias tratan sobre adolescentes de esos a los que acabas de referirte. Algunas se centran en la universidad. Y no piensan solo en el sexo. Pero, ya puestas, ¿en qué pensabas tú cuando estabas en la facultad? Supongo que habría algún compañero o más de uno que te hiciera tilín, ¿no?

—¿Qué tiene que ver lo que yo hiciera en mis años de facultad con estas historias? —preguntó Gabriella tratando de apartar la atención de Silvia de su vida privada durante los años que pasó en la universidad.

—Pues que muchas historias son el fiel reflejo de esos años. Oye, ¿por qué no lees la novela de Estefanía y después valoras si en verdad merece la pena charlar con ella?

—No sé. Tengo mis dudas al respecto.

—Deberías leerla. Y formarte una idea rápida de ella y de sus posibles historias antes de que la feria del libro comience. Ah, y, por cierto, si tú no te lanzas a por ella, tus competidores lo harán. Luego no me digas que no te lo advertí. —Silvia le guiñó un ojo y la apuntó con un dedo antes de marcharse.

Gabriella permaneció con la mirada perdida, meditando lo que su ayudante y buena amiga Silvia acababa de contarle en relación a Estefanía Lambertti. ¿Merecía la pena leer su novela? ¿Una historia de jóvenes en busca de su primer amor? ¿Su primera experiencia sexual? Gabriella resopló ante aquella perspectiva que se le planteaba. ¿Debería hacer caso a Silvia y leer la historia de esa chica que había saltado a la primera página de los suplementos literarios? Dejó a un lado la entrevista que había concedido a un blog y tecleó su nombre en un buscador. Gabriella se quedó asombrada de la cantidad de entradas que tenía. Se centró en buscar su novela, que parecía haberse convertido en un referente de la moda literaria para jóvenes. Muchos besos y ningún te quiero, el título le pareció original, aunque, teniendo en cuenta al público al que iba dirigido, era normal. Los jóvenes no terminaban por comprometerse a esas edades. Por ese motivo ella tenía sus reticencias a esta clase de novela. No habría un compromiso como en las novelas adultas. Aunque suponía que contaría con los ingredientes de la novela romántica tradicional y que al final chico y chica acabarían juntos.

Gabriella leyó la sinopsis y algunos de los cientos de comentarios que los lectores habían dejado a la autora. Pero Gabriella no iba a dejarse sorprender por eso. No. Ni tampoco por las palabras de Silvia. Ella tendría su propia opinión una vez que se hubiera leído la historia. Después de todo, ¿qué tenía que perder?

***

Giorgio tecleaba de manera distraída cuando su jefe lo llamó.

—Giorgio.

Este levantó la mirada del teclado justo cuando Giulio desaparecía en el interior del despacho después de haberle hecho un gesto con su mano para que lo siguiera. Cuando Giorgio entró, Giulio estaba sentado detrás de su mesa, revolviendo algunos papeles como si buscara alguno en concreto. Tras unos segundos le tendió uno en cuestión.

—Echa un vistazo.

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