Dos en busca de éxito

Deux Unis

Fragmento

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Capítulo 1

AMISTAD, DIVINO TESORO

—Te lo juro, Ale, esta vez tengo motivos de sobra —alegó Marbella indignada ante la falta de interés de su amiga por escuchar su versión de los hechos.

—¡Ay, ajá! Eso dijiste la última vez. —Alejandra rodó los ojos y volvió a centrar su atención en el caro iPhone que sostenía en las manos—. Estoy segura de que me saldrás con otra de tus Marbellaventuras para justificarte, pero ahora no tengo tiempo ni ganas de oírte.

—¿Estás muy enojada?

—¿Que si estoy…? —Resopló—. Furiosa es decir poco. ¿Tienes idea de lo que tuve que hacer para poder sacarte?

—Ya te dije que lo siento…

—Madura, Marbella. —La fulminó con la mirada—. En la vida no todo se arregla con un «lo siento». —Sin decir más comenzó a caminar hacia el estacionamiento.

La regañada chica siguió a una molesta Alejandra, a pesar de que las zancadas de su amiga eran más largas y rápidas.

—Al menos déjame explicarte.

—Está bien, suéltalo, ¿qué pasó esta vez? —Paró en seco y la observó con fastidio.

Sin más dilación, Marbella contó, con lujo de detalles, todo aquello que la orilló a pintarrajear el Audi último modelo de Lucía Sambrano.

Un par de horas después, de vuelta en la vieja mansión estilo victoriano situada en Angelino Heights, al oeste del río Misisipi, Marbella recordaba con una sonrisa la cara de horror de Alejandra cuando le mostró en el móvil las imágenes del auto «cebra rosado».

—Aunque no esté de acuerdo con tus métodos, debo reconocer que fue un golpe magistral. Ese aerosol rosa neón luce genial en la pintura negra del coche —reconoció Alejandra, una vez superado el coraje inicial.

—¿Crees que deba patentar la idea? —preguntó Marbella al tiempo que admiraba su obra maestra—. Estoy segura de que, aunque no le gustó para nada la sorpresita a Lucía, es capaz de robársela nada más por joderme la vida, a fin de cuentas, no sería la primera vez. La muy ladina se ha adjudicado tantos de mis trabajos, que ya hasta perdí la cuenta.

—Lo que yo creo es que debiste de ser más cuidadosa. Es una suerte que pude convencer al capitán Murphy para que no te ficharan.

—No seas dramática, solo te costará una salida a cenar. Además, no es tan malo.

—Eso dices porque no eres tú la que tendrá que soportar su cháchara mientras escupe en todas direcciones cuando habla. ¡Es asqueroso! La vez pasada fue un café, ahora una cena, la siguiente, ¿qué? ¿Su apartamento? —No pudo reprimir un escalofrío—. Escúchame bien, Marbella, no habrá una próxima, ¿entiendes? Y en caso de que se repita, ¡juro que te dejo encerrada! —Apuntó con dedo acusador—. Quedas advertida para que después no me vengas con reproches.

—No volverá a pasar. Palabra de boy scout. —Juró con la mano hacia arriba—. La hija de su pu… —sin poder evitarlo, su mente regresó al tema que la tenía envenenada— consiguió lo que quería. —Sacudió la cabeza con pesar—. No solo se quedó con las campañas publicitarias de la empresa que yo atendía, sino que gracias a sus intrigas perdí el ascenso de mi vida.

—¿No te dieron el puesto?

—No. Y el imbécil de Sanders se dio el gusto de echarme fuera con todo y mis cachivaches. Ahora que lo pienso, seguro que esa fue su manera de vengarse porque me negué en rotundo a acostarme con él.

—¿Te despidió? ¿Eso fue antes o después del coche cebra? —Abatida, Alejandra se dejó caer sobre el sofá.

—¿Tú qué crees? ¿Ves por qué no podía quedarme de brazos cruzados mientras esa… —reprimió la sarta de palabrotas que tenía en la punta de la lengua— suripanta se salía con la suya?

—¿Qué vamos a hacer? Con lo que yo gano apenas alcanza para cubrir la mitad de nuestros gastos.

—Podrías pedirle un préstamo a tu papá, al menos Víctor es más accesible que el mío.

—¿Segura? Recuerda que estamos aquí bajo la consigna de que, a la primera de cambio, nos regresan al seno familiar. Si nuestros padres aceptaron dejarnos vivir lejos y solas, fue porque les aseguramos que somos capaces de arreglárnosla sin su ayuda. Si pido dinero, aunque sea en calidad de préstamo, papá me obligará a regresar y entonces sí, adiós independencia y mi sueño de tocar en la sinfónica —concluyó con pesar. Luego sus ojos brillaron con un dejo de maldad al recordar—. Y tú, querida amiga, vas conmigo en el paquete. ¿En verdad es eso lo que quieres? Al menos yo quedaré atrapada en la compañía, pero tú terminarás casada con Johel y un par de chiquillos a cuestas.

—¡Cancelado! ¡Cancelado! —dijo cruzando una muñeca sobre la otra—. ¡No lo invoques! Solo de pensarlo me dan escalofríos. —Literal, su cuerpo se sacudió como si se le hubieran subido cientos de hormigas.

—No seas exagerada, si el pobre hombre besa el suelo que pisas —se burló Alejandra.

—Tienes razón —respondió ignorando su comentario—. Nuestros queridos progenitores solo están esperando que demos un paso en falso para hacernos regresar a sus dominios y manteneros de por vida bajo su yugo.

—Quizá no sea tan mala idea después de todo —concedió Alejandra con aire derrotista—. Al menos en la empresa tengo un empleo seguro.

—¿Qué? ¿Hablas en serio? ¿Te has vuelto loca? —Marbella no cabía en su asombro—. ¿A estas alturas de la pelea quieres tirar la toalla?

—¿Y por qué no? ¿Qué tendría de malo? —alegó sin estar del todo convencida—. Ahora que murió el tío abuelo, mi papá es el accionista mayoritario de Marketing & Media y te recuerdo que tu padre posee otro tanto. Podría decirse que es nuestra obligación seguir con el legado familiar.

—Y nuestros sueños, ¿qué? No puedo creer que renuncies tan fácil. —Incrédula, sacudió la cabeza—. El problema principal, Alejandra, es que estaríamos ocupando puestos directivos que ganamos por el simple hecho de ser hijas de papi. ¿Qué mérito tiene eso? Y, lo peor y más importante, quedaríamos prisioneras en una jaula de oro. Aunque bueno, entiendo que quieras declinar. Tu padre, comparado con el mío, es un santo bajado del cielo.

Marbella apretó los puños al sentir que toda la rabia y frustración regresaba de golpe. Que su jefe le creyera a la escuálida pelirroja en lugar de a ella, a pesar de conocer de sobra su sello, había sido la gota que derramó el vaso. Y cómo no, si el muy vivales estaba, como dicen, «enamorado hasta las trancas de la pelirroja de botella». O, mejor dicho, del apellido que la muñeca con cara de Chucky[1] ostentaba, ya que era la hija de uno de los socios de la agencia de publicidad.

«¡Maldición!», pensó irritada al tiempo que barajaba sus opciones. Quizá lo más viable sería vender su adorada camioneta pick up silverada para poder regresar algo del dinero que su amiga había perdido a causa de la fianza.

La idea de regresar a la empresa a recoger su liquidación, que por cierto no sería poca pues le debían lo de ley, más el pago de algunas comisiones de varias propuestas aprobadas con anterioridad, no le apetecía en lo más mínimo; era un golpe bajo para su orgullo. Por desgracia, sus precarias finanzas no le permitían hacer un numerito como el

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