Hasta que regresen (Los Townsend 4)

Nunila de Mendoza

Fragmento

hasta_que_regresen-5

Capítulo 1

—¡Marcus! ¡Tan feo como siempre! —exclamó Bonnie al entrar a la sala. Como siempre, sonriendo, besó en ambas mejillas a su cuñado.

—¡Hola, Bonnie! —respondió Marcus y, en un tono sarcástico, agregó—: Siempre tan encantadora.

—¡Trátame bien, Holms!, es mi cumpleaños.

—¡Julian! —Se acercó a su otro cuñado—. ¿Por qué llegas tarde?, ¿tus hijos te escondieron, otra vez, tus piernas?

—Sí —respondió él—. ¿Quién le habrá enseñado esa bromita?

—¡Esos son mis sobrinos! —dijo Bonnie riendo y dando aplausos—. ¡Oh, Bram! —Fue directo a los brazos del delgado caballero—. ¿Quién iba a pensar que terminarías siendo mi cuñado favorito?

—Hola, Bonnie. —El alto hombre la saludó con un beso en la cabeza—. Y tu cuñado más guapo también…

—Solo tú la soportas —dijo Julian, acomodándose en el sillón, tras poner las muletas una a cada lado y disimulando una sonrisa.

—Si viviera conmigo… —expresó Amy, a la par que le daba a su hermanita besos y le acomodaba el cuello de su blusa—. ¡Padrino, no le celebre las majaderías! —Volteó enojada al ver al doctor Gervais zarandeando su cuerpo por los estragos de su risa—. Si vivieras conmigo, ya serías una dama.

—¡O conmigo! —exclamó Grace abrazando a su hermana menor—. Necesito mucha ayuda en la escuela.

—¡Ella vive en Garden House! —Henry entró en ese momento al salón y se acercó a besar a sus queridas hermanas y luego le dio la mano a sus cuñados—. Esta es su casa.

—Pero no haces nada por educarla mejor —dijo Katy abrazando a Bonnie con esos abrazos que molían los huesos—. Malcriada.

—Hoy cumple diecinueve años. —Henry levantó los hombros e inclinó la cabeza—. Creo que ya es tarde para empezar.

—¡Bah! —dijo Katy, siempre la más expresiva, pellizcando los cachetes de Bonnie—. Una semana conmigo y verás cómo la educo.

—¡Alexandra! —Se soltó Bonnie de los fuertes brazos de su hermana y corrió a refugiarse en su cuñada—. ¡Me quieren mandar a un internado suizo!

—¡Engreída, engreída! —expresó Alexandra, la abrazó y, riendo, agregó—: Te mandamos a Suiza y empezamos otra maldita guerra. Bien, ¿todos están? ¡Oh, falta Josué!

—¡Y el novio de Bonnie! —exclamó Katy.

—Mi novio vendrá después del almuerzo —respondió Bonnie mirando severamente a todos y, tras levantar el dedo en señal de advertencia, dijo—: Prometieron no molestarlo. Además, vendrá junto con su jefe.

—¿Cuándo lo hemos molestado? —preguntó Katy, poniéndose las manos en la cintura.

—Josué —habló Amy cambiando abruptamente la conversación antes de que empezara la discusión entre sus hermanas—, como siempre dramático, querrá hacer su entrada triunfal.

—¿Cómo estará mi ahijado? —preguntó Grace con una dulce sonrisa.

—Al final también le pondrán Randolph —agregó Bonnie suspirando—. ¿Ya van cuántos? El de Henry, el de Amy, Grace, Katy. No podemos seguir teniendo tantos Randolph en la familia. Comenzaran a decir que los Townsend no somos originales.

—¡Y tanto que les ha costado ganarse la fama de excéntricos! —exclamó Alexandra riendo.

—No te rías tanto, Alex —arrugó la frente Katy—, que aún no te borran tus antecedentes policiales.

—Se llamará Randolph y punto —habló tía Gloria. Al entrar la anciana al salón todos saltaron de sus asientos prestos a saludarla; los caballeros con una inclinación de cabeza y las damas con un beso en ambas mejillas—. Es orden de tu madre que cada uno de ustedes tuviera un Randolph en la familia, y así será.

—Los deseos de Violet Townsend se están volviendo cada vez más exigentes —dijo Bonnie suspirando—. Ya es un lío llamarlos a la mesa.

—¡Calla, Bonnie! —gritó la dulce tía. Acomodándose las gafas, miró donde estaba sentado Gervais y, enojada, preguntó—: Y tú, ¿estás tan viejo que ya no te paras a saludar a una dama?

—Si entra una, me paro —respondió el anciano.

—¿Por qué seguimos alimentando a este hombre? —inquirió a los presentes la tía, señalándolo.

—Orden de lady Violet —dijo Bonnie riendo.

—Por cierto, ¿dónde está tu madre?

—Con sus nietos, tía Gloria, en la galería —respondió Katy—, contándoles las historias de los ancestros de Garden House.

—Henry, cariño —expresó la tía mirando a su sobrino mayor—, ¿qué esperamos? ¿Por qué no sirven?

—A Josué, tía Gloria.

—Ese muchacho siempre tarde.

—Como se cree el favorito de mamá… —intervino Amy.

Entonces todos los presentes que no eran Townsend blanquearon los ojos al oír esas palabras porque, como siempre, comenzaron todos los hermanos a discutir quién era el hijo favorito de lady Violet. Hasta la callada Grace entraba en la discusión, pidiendo para ella ese honor. Todos argumentaban y peleaban, como si la vida se les fuera en ello, para que los demás admitieran que era el más querido de su madre. Todos discutían y quien escuchara sus argumentos, por separado, diría que indiscutiblemente tenían la razón. Lady Violet se cuidó muy bien de dejar rastros o dudas en sus hijos. En algún momento, con un gesto o una mirada les dijo al oído, a cada uno, que eran sus favoritos y ellos lo daban por cierto. Sobre ser el favorito de papá no había esas discusiones, aunque todos reconocían que los había amado mucho y que había sido un increíble padre, sin rencor, coincidían en que el hijo favorito de Ian Townsend había sido Randolph.

***

¡Horror de horrores! Tristeza, desolación, angustia, congoja y pena (razón tenía papá de decir que soy muy dramática), qué día tan atroz. A diferencia de mi hermana Katy, yo no poseo ese don de tener presentimientos, si no, hubiese sacado mis libretas a tiempo de la biblioteca. Fue de la manera más absurda; aún están haciendo los cableados para ese horrible sistema de luz eléctrica. Comenzó, dijo el electricista (qué graciosa palabra), con una chispa. El muy cobarde salió corriendo (nunca regresó) y, desde la puerta de entrada, recién alertó. El incendio avanzó como dirigido por el diablo y, con suma perfidia, el centro fue mi baúl donde guardaba mis diarios. Diarios queridos que llevo escribiendo por años. Tantos recuerdos, tantos sentimientos. He llorado toda la mañana, pero como no hay nadie en casa, nadie me hace caso. «Bonnie, por qué lloras tanto, vuélvelos a escribir», fue todo el consuelo que me dio mi madre. Para lady Violet todo siempre es tan simple. El grosero de Josué ni salió de su cuarto para ver qué había pasado (cada día está peor) y el bruto del chofer tuvo el atrevimiento de murmurar con su marcado acento español: «Moza escandalosa, tanto jaleo por gusto». Fue todo culpa de él, no lo soporto. Cuando iba a entrar a rescatar mis cuadernos, me interceptó en la puerta; como a un saco de papas, me cargó en el hombro y me sacó al pasillo. Luego, sin piedad alguna, echó agua encima de mi baúl. Todo quemado, mojado, totalmente inservible, para después atreverse a murmurar tan alto para que yo escuchase. Le he pedido a mamá, de nuevo, por enésima vez, que lo despida, pero sé que no lo hará. «Leonard es extranjero, cariño, no sabe bien el idioma y no tiene familia. No p

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