Prólogo
Llevaba casi cuarenta minutos sentado en la misma posición y su pierna ya estaba completamente entumecida, de hecho, ya no la sentía. Pero no importaba, no iba a moverse mientras ella descansara sobre su regazo; verla allí dormida, tan perfecta y sublime, era una de las visiones más hermosas del universo. Sonrió al escuchar el sonidito chistoso de su ronquido, a causa de las adenoides que debían extirparle en unas semanas, su cabellito oscuro y lleno de rulos, sus labios carnosos y sus largas pestañas le recordaban a su madre, ¿cómo podía ser tan parecida? ¿Cómo podía vivir Enrique con el recuerdo vívido de su esposa corriendo de aquí para allá cada día de su vida? Incluso a él le dolía verla, a veces, cuando tanto necesitaba los consejos desenfadados de su prima Nadia.
Se preguntó qué le habría dicho ella si estuviera viva y, como si la hubiera llamado, escuchó su voz en sus recuerdos:
«Lo que pienso es que eres un idiota, Luciano, un tremendo idiota. ¿Por qué no haces algo que te haga feliz? ¡La vida es tan corta para pasársela renegando de tu trabajo! Se suponía que eso era lo que querías, ¿no?».
Sonrió con melancolía, de hecho, no sabía si eso era lo que alguna vez había querido o simplemente no había encontrado otra cosa y se había convencido a sí mismo de que aquello era su sueño. Incluso, cuando todos se burlaban de él, la única que siempre lo apoyó había sido Nadia. Y la vida, tan horrible y despiadada, se la había llevado tan temprano.
Y Enrique, él sí que era fuerte. Volvió a mirar a la pequeña Nadine para repetirse la misma pregunta: ¿cómo hacía su mejor amigo para seguir a pesar de su gran pérdida? Y es que al lado del sufrimiento de Kike sus problemas parecían tan tontos. Una periodista loca que lo perseguía a sol y a sombra y que lo único que quería era hundirlo creando rumores como que era un ermitaño malhumorado que escupía a las fanáticas que se apareciesen en su puerta o que tenía alguna clase de enfermedad incurable, disfunción eréctil o lo que fuere. La imaginación de Morgana no tenía límites, pero todo lo que ella escribía era leído o escuchado por miles de personas, algunas de las cuales asumían sus mentiras como si fueran las verdades más absolutas del universo.
Y a él, todo aquello lo tenía agobiado, agotado, quería acabar con Morgana y con todo lo que ella representaba en su vida. Pero incluso así —con su dolor y su pérdida, sus días cargados de monotonía y el sonido de flashes como música de fondo, su soledad eterna y su dificultad para confiar en las personas— nada era comparable con la pérdida de Enrique, él nunca había perdido a nadie que le doliera tanto en la vida, no de la forma en que le dolía a Kike, y él lo sabía.
Nadine se removió en el sofá y su cabecita pasó de sus rodillas a la almohada de las princesas de Disney que tenía al lado. Luciano pudo liberar su pierna dormida y la movió intentando devolverla a la vida. Se levantó para dar unos pasos y poder buscar el control remoto, que había quedado a una distancia considerable desde que la pequeña se durmió. Y ya se había visto todo un capítulo de La Princesa Sofía, La Doctora Juguetes, y ahora Topa y los rulos comenzaban a cantar Verduras en la televisión.
Tomó el control en sus manos y se sentó de nuevo, pero esta vez en el sillón de al lado para no molestar a la niña que dormía plácidamente. Volvió a mirarla y recordó las palabras de Kike cuando la dejó más temprano:
—¿Por qué traes esas ojeras? —inquirió Luciano.
—Es que no dormimos nada de nada. —Suspiró agotado—. Nadine tuvo pesadillas en variadas ocasiones y nos quedamos toda la noche despiertos. Supongo que todavía sueña con el accidente —añadió.
—Pobre... Pero ¿vas a manejar así, Kike? ¿No es peligroso? —preguntó él.
Era domingo, el día en que su mejor amigo iba sin falta a visitar a su madre anciana al pueblo de al lado, al sitio donde vivía desde que le habían diagnosticado Alzheimer. Luciano no podía evitar preguntarse qué sentido tenía que su amigo se sacrificara de esa manera si finalmente ella ya no lo recordaba.
—Debo ir, ya sabes, ella no me recuerda, pero yo a ella sí —respondió su amigo.
Él ya no dijo nada, lo despidió con un abrazo; Kike tenía un corazón inmenso, era la persona más buena que Luciano conocía en la tierra, y aun así le habían pasado cosas horribles. Había perdido a su hermosa y joven esposa en un accidente de autos en el que ella venía manejando y perdió el control, la pequeña Nadine de solo dos años —en aquel entonces— había logrado sobrevivir y toda la vida de Enrique había pasado a segundo plano para dedicarse a cuidar a su hija día y noche. Sin embargo, los domingos, se quedaba con su padrino, para hacerlo sonreír, para regalarle un minuto de paz en su triste vida, para devolverle la esperanza que su sonrisa le traía.
Luciano se dispuso a buscar algo más entretenido para ver y se detuvo justo en uno de los programas de chismes que manejaba el canal de Morgana, donde estaban pasando una foto que le parecía demasiado conocida.
—Y esto es calentito, calentito, recién salidito del horno —decía un periodista—. Nuestros corresponsales nos han enviado esta foto en donde se puede apreciar lo que ya veníamos sospechando desde hace un buen tiempo, señores y señoras, que Luciano Armele es gay y que tiene o tuvo una relación con este hombre, con el que probablemente comparten la crianza de la pequeña niña que se turnan para cuidar. ¿Qué opinan ustedes sobre que los homosexuales adopten niños? ¿Qué piensan de que esta pobre niña esté siendo criada por un modelo que no tiene tiempo para todo lo que implica cuidar a una menor de esa edad?
—Pero no se la ha visto nunca por las pasarelas por donde se pasea Luciano —defendió una de las periodistas del panel.
—Menos mal, que al menos sea responsable y no la lleve a ese ambiente tan superficial y podrido que viven los modelos de este país —acotó otro periodista.
Luciano negó con la cabeza, la foto mostraba la puerta de su casa y él conversando con Enrique; se lo veía a él, pero solo se apreciaba la espalda de su amigo y la de la hija de este. Sin embargo, le molestó, odiaba que se metieran en su vida y escarbaran en ella como carroñeros, y eso era lo que era Morgana Sapena, en realidad, una harpía, una víbora. Enojado, apagó el televisor, pero entonces Nadine despertó.
—¡Tío! ¿Por qué apagaste Topa? ¡Yo estaba viendo! —se quejó todavía adormecida.
—¿No dormías, chiquita? —inquirió con una sonrisa; aquella niña era la única con el poder de sosegar su alma de esa manera.
—¡No! ¡Yo estaba viendo! —exclamó caprichosa.
Luciano encendió de nuevo el programa y la observó volver a abrazar su almohada para seguir durmiendo, él negó con una sonrisa, ¿qué se sentiría ser padre? ¿Alguna vez él podría ser uno?
Entonces cerró los ojos evitando pensar, después de todo era domingo, ya mañana se toparía con toda la gente hablando sobre su relación con un hombre y la crianza de una niña, pero ese día, ese día era domingo y podía esconderse del mundo.
Capítulo 1
Enfadado
La reunión terminó y todos salieron de la sala con premura, siempre estaban apurados, siempre había algo que hacer, una sesión, otra reunión, un desfile. Gerardo los vio pasar desde su cubículo mientras se preguntaba qué se sentiría ser uno de ellos, ser alguien importante y adinerado, con poder de decisión sobre otras personas, sobre otras vidas.
Una de las muchachas que trabajaba en la empresa se acercó a él con una carpeta en brazos y mirada soñadora.
—Gerardo, te necesitan en la sala de reuniones —dijo y él la observó con curiosidad, ¿para qué debía ir él a la sala de reuniones? Además, ¿acaso no había terminado ya la reunión?
—¿A mí? —inquirió él dubitativo.
—Sí, y no te retrases más, Luciano Armele está demasiado nervioso —dijo revoloteando las pestañas de manera soñadora mientras observaba hacia la sala de reuniones. Gerardo puso los ojos en blanco—. Preguntó quién era el encargado de las redes sociales y le dijimos que eras tú. Quiere verte.
Gerardo asintió y se levantó para ir a donde lo esperaban mientras siguió preguntándose para qué lo buscarían, en específico, ¿qué querría de él Luciano Armele?
—Permiso, señor —dijo al llegar a la puerta de la sala de reuniones.
El sitio era amplio y la mesa larga llena de vasos y papeles era la prueba de que acababa de terminar una reunión. En uno de los extremos, estaba Luciano Armele, el modelo más importante de la agencia, el chico bonito que llenaba de dinero las cuentas de la agencia de modelos Elite.
—Pasa... —dijo el muchacho sin dejar de observar su celular de último modelo.
Gerardo ingresó y se acercó un poco más. La verdad es que incluso para él, que no tenía nada de homosexual, ese chico era guapísimo. Gerardo nunca lo había visto de cerca, Luciano no solía venir a la agencia en horarios de oficina, pero algo había sucedido y por ello se había llamado a una reunión de emergencia. El caso era que Gerardo pensaba que sus fotos solían tener mucho de Photoshop, pero viéndolo era obvio que el chico no necesitaba demasiada magia.
—¿En qué lo puedo ayudar? —inquirió entonces Gerardo y Luciano levantó la vista.
—Me dijeron que eres el encargado de las redes sociales de la agencia y necesito que me ayudes con esto —afirmó y luego le pasó el celular.
Gerardo observó una cuenta de Instagram en la cual había un montón de fotos de Luciano con otro hombre, eran poses sugerentes y daba a entender que eran pareja; la cuenta tenía muchísimos seguidores y todo el mundo comentaba las fotos. Gerardo no se detuvo a leerlos, pero entonces Luciano le explicó:
—Esa cuenta no es mía, no tengo nada que ver con ella... y los fans comentan cosas, algunos a favor y otros en contra, ya te imaginarás —añadió y Gerardo solo asintió.
Sabía que Luciano era homosexual, todo el mundo lo sabía desde que unas cuantas fotos habían empezado a inundar la prensa local, pero aún no entendía qué era lo que le estaba pidiendo.
—Entiendo, ¿y qué necesitaría de mí? —preguntó de nuevo para intentar aclarar la duda.
—Necesito que trabajes para mí —susurró y observó a los costados como para cerciorarse de que nadie lo estuviera viendo—. Quiero que te encargues de mis redes sociales y que me crees una identidad muy fuerte, una que pueda pelear con toda la sarta de mentiras que Morgana Sapena ha estado inventando sobre mí —afirmó.
Gerardo supo enseguida de quién se trataba. Morgana Sapena era una periodista tan imponente como destructiva, era dueña de una cadena de medios de comunicación y era productora de programas de chismes y revistas de farándula.
—Esta mujer me odia y no se detendrá hasta hundirme. Primero, inventó aquello sobre el suicidio de mi madre, luego, inventó algo sobre una de mis hermanas, me puso enfermedades y me hizo ver como un huraño delante de mis seguidoras y, ahora, está abocada a meterse con mi sexualidad y a hacer creer al mundo que soy homosexual—. Gerardo no dijo nada, pero rio para sí mismo, es que era homosexual, todo el mundo lo sabía. —Estas fotos son falsas, no sé cómo las consiguieron y no sé si tienen relación con la nota que hizo Morgana en el programa La alfombra roja; lo que sí sé es que necesito que me ayudes a contraatacar sin ser tan obvio, ¿me explico? Tampoco quiero quedar mal con la comunidad homosexual, no quiero que me juzguen de homofóbico, ya sabes, todo ese rollo —añadió.
Gerardo asintió. La alfombra roja era el programa de chismes con más rating de la televisión nacional; en el programa de la semana anterior y a raíz de una foto que se había mostrado en un programa de domingo, la conductora Laura Reyes había entrevistado a cinco muchachos que decían haber sido pareja de Luciano Armele, pero la historia no terminaba allí, lo acusaban de maltratos, de abusos y de toda clase de situaciones. Además, se rumoreaba que había una menor en medio que podría estar expuesta a todo esto. El programa era producido por Morgana Sapena.
—Entiendo... —añadió Gerardo—. ¿Los directivos de la empresa están en conocimiento de lo que usted me está pidiendo? —inquirió.
—Nadie lo sabe ni debe saberlo, Gerardo —zanjó Luciano—. Ellos me piden calma y paciencia, pero lo cierto es que yo ya no cuento ni con una ni con la otra. Quiero que esto se termine y, si mis agentes no pueden hacer nada al respecto, debo actuar yo. ¿Cuál será la próxima acusación de Morgana? Y no es solo porque ande diciendo que soy gay, sino que me está acusando de ser un déspota maltratador y eso no va de acuerdo con la imagen que quiero dar a mi público. Creo que a esa mujer se le está yendo de las manos la maldad.
—Bueno, en principio, deberíamos reunirnos en otro lugar. Aquí hay gente poco confiable que puede dar inicio a ciertos rumores —dijo Gerardo mirando a los costados—. Se me ocurre una idea que puede funcionar. ¿Cuándo y dónde podríamos encontrarnos fuera de la agencia? —inquirió.
—Bien, tiene razón. ¿Le parece mañana a las ocho en la pizzería Il Pomodoro? Me agrada ese lugar porque es bastante privado —añadió.
—Me parece bien, allí estaré y le llevaré una muy buena propuesta —respondió Gerardo; Luciano asintió y se levantó para retirarse.
—Si le preguntan para qué lo llame, usted diga que era para pedirle que pusiera especial cuidado en las publicaciones que se harán el mes que viene en las redes sociales de la agencia y que tienen que ver con la maratón para recaudar fondos para los indígenas que han sido afectados por las inundaciones. Ya sabe, tengo que ser la cara de la agencia en ese evento de caridad, que lo único que busca es mostrar lo buenos que son —dijo con ironía y Gerardo asintió.
Ya estaba enterado sobre aquel evento, de hecho, tenía un calendario con días y horas de publicaciones que debía realizar. Las fotos eran de Luciano cargando a algún niño indígena y con una camiseta con el logo de la agencia.
Luciano salió entonces y, cuando Gerardo se retiró de la sala, Pamela, la muchacha que le había hablado hacía rato, se acercó a él con ansiedad.
—¿Te invitó a salir? ¿Te dijo algo? —inquirió y el chico rio a la vez que negaba con la cabeza—. Dios, si solo fuera heterosexual podría intentar coquetear con él —añadió.
—¿Y qué ganarías? Se acostaría contigo y te dejaría tirada, como todos los modelos y famosos que desfilan por aquí —respondió él mientras caminaba hasta su cubículo de nuevo.
—No me importaría ser chica de una noche con tal de probar a ese bombón —añadió con aires soñadores.
—Dios mío, y luego se quejan —zanjó y se sentó en su lugar.
Pamela negó y se alejó, Gerardo abrió entonces una cuenta de correo nueva y luego una cuenta de Instagram, tenía una buena idea. Una idea que cambiaría la imagen que la gente tenía de Luciano Armele, una idea que lograría contraatacar las jugadas sucias de Morgana, una por la que cobraría un montón de dinero y que lo catapultaría a él también al mundo de la fama. Luego de que ese plan diera resultado, podría cumplir sus sueños, podría por fin casarse con Milena y renunciar a su trabajo. Quizás incluso él podría crear su propia agencia.
Por fin había llegado la oportunidad que había estado esperando.
Observó su creación:
Email: proyectolaparejaperfecta@gmail.com
Cuenta de Instagram: @la.pareja_perfecta
Ahora solo faltaba encaminar su nuevo proyecto, al que llamaría Proyecto PP, y hablar con la mujer que lo ayudaría a completarlo.
Capítulo 2
Proyecto PP
Milena observaba a su novio salir del baño y prepararse mientras ella se cruzaba de piernas en la cama y lo miraba con sorpresa, no terminaba de creer lo que él le estaba pidiendo.
—A ver, Gerar, creo que no estoy entendiendo bien esto que me estás diciendo. ¿Quieres que finja ser la novia de un personaje famoso por un año? —inquirió mientras negaba con la cabeza.
—Mile, amor, necesito alguien de confianza, es un proyecto muy grande y nada puede salir mal. Si no funciona estaré hundido, ¿lo entiendes? —dijo Gerardo mientras se colocaba el bóxer negro y los calcetines.
—Lo entiendo, pero, entonces, ¿para qué te metes en una cosa así? ¿Si hay tantos riesgos? —inquirió la muchacha.
—Porque cuanto mayor es el riesgo, mayor será la ganancia, Mile. ¿No lo entiendes? Si esto sale bien seremos millonarios, podré renunciar y crear mi propia agencia y tú serás la modelo principal. ¿Lo ves? El sueño de ambos se hará realidad —afirmó acercándose para besarla en la frente.
—¿Y qué es lo que se supone que tengo que hacer? —preguntó Milena ante la jugosa idea de ser una modelo famosa.
—Solo fingir que eres la novia de Luciano Armele, tomaremos fotos y las subiremos a una cuenta de Instagram que ya he creado —comentó mientras se ponía una camisa celeste y se iba prendiendo los botones.
—¿Luciano Armele? ¿Dices que voy a conocer a Luciano Armele? —inquirió con emoción.
—Exacto, no solo lo conocerás, sino que fingirás ser su novia —añadió con una sonrisa—. Serás la envidia de todas las mujeres del país, qué digo del país, ¡del mundo entero!
Milena lo pensó, era cierto, Luciano Armele era hermoso por donde se lo viera, y la verdad era que la sola idea de estar cerca de él le generaba cosquillas en el cuerpo.
—Pero ¿y nosotros? Si pretendo ser novia de Luciano, deberé estar con él, acompañarlo a lugares públicos y esas cosas, ¿no?
—Cierto. Y tendremos que sacrificarnos por un tiempo, bebé, todo sea por un futuro prometedor para ambos, mucho dinero y el trabajo de nuestros sueños. Luciano está dispuesto a pagar lo que yo le pida y, si sale bien, podré incluso pedir más. Además, tú cobrarás también tu parte, te harás conocida y tendrás un lugar en el mundo del modelaje que tanto ansías. ¿Lo ves? El plan es perfecto, Mile. Y no dejaremos de vernos, solo nos cuidaremos para que nadie nos descubra —añadió con un guiño.
—No sé, no estoy muy convencida —dudó Milena—. ¿Y si no funciona? ¿Y si no nos llevamos bien?
—Mile, tranquila, ¿sí? Haremos que funcione. ¿Acaso no eres actriz? Solo finge que estás en una gran obra de teatro o una buena película —añadió—. Y disfruta de la fama.
—¿No te molesta que finja ser la novia de otro hombre? —preguntó entonces la muchacha.
—Es homosexual, Mile, no hay ningún peligro —rio con ironía.
—Pero ¿acaso no estamos haciendo todo esto para demostrar que no lo es?
—Es la imagen que quiere dar, eso no significa que no lo sea, basta con que lo mires y verás de lo que te hablo. Luciano Armele es gay y se le nota hasta en los poros —sonrió. Se acercó entonces a su novia para que le arreglara la corbata, la besó en los labios, tomó su saco y se despidió—. Además, confío en ti. Deséame suerte.
Cerró la puerta tras de sí y Milena se quedó pensando. A veces no le agradaba la forma de ser de Gerardo, era cierto que ella tenía sueños, ambiciones, deseos que anhelaba concretar, pero la idea de hacerlo a costa de cualquier cosa chocaba con sus valores. Sin embargo, no tenía otra opción, desde que había venido a la ciudad, él era todo lo que conocía y dependía exclusivamente de él. Tendría que hacerlo.
Cuando Gerardo llegó a la pizzería, Luciano ya lo estaba esperando. Se había sentado en una mesa que quedaba apartada del resto y que solía usar cuando iba a ese lugar, no quería que nadie interrumpiera la velada, así que se había encargado de todo.
Gerardo sacó una carpeta con fotos y le explicó su plan.
—Debemos crear una historia de amor, una de esas que a las personas les atrae y las hace desear ser partícipe de ella. Un hombre famoso que conoce a una chica, una fanática, por ejemplo. Se enamoran perdidamente y deciden compartir su amor en redes sociales —explicó—. Pronto tendremos a empresas queriendo patrocinarlos, agencias de viajes regalándoles hospedajes y pasajes, todo a cambio de publicidad. Los números crecerán, y no solo será divertido, sino que, además, ayudará a que su fama crezca considerablemente.
—Bien, tiene sentido. ¿Y quién será la muchacha? No podemos confiar en cualquier persona, ¿una modelo? ¿Alguien conocido? —inquirió Luciano.
Gerardo sacó una fotografía de Milena, una que ella había preparado para una sesión de fotos para un casting.
—Ella es una amiga de confianza, Milena Santiviago, es bonita y cumple con lo que necesitamos; nadie la conoce y podríamos hacerla pasar por una fanática a la que conociste en algún evento. Que sea alguien común y corriente hará que las demás mujeres se identifiquen con ella, que la envidien, que sueñen con ser ella y tener su suerte. Eso, además, hará que usted quede como un santo, un romántico y el chico bueno y accesible que se fijó en una simple fan. Podremos atacar la reputación que Morgana le ha creado desde todos los ángulos —zanjó y Luciano asintió.
—¿Está seguro de que esta chica, Milena, querrá participar de esto? ¿Cuánto pide por su colaboración y su silencio?
—Aquí está el presupuesto total del proyecto —dijo Gerardo pasándole una carpeta—. Los costos de Milena, los míos y los costos del proyecto en sí. También contempla un plus en el pago que solo será entregado si todo sale bien —añadió con decisión.
Luciano observó el papel y elevó las cejas con sorpresa, el costo era elevado, pero el plan parecía bueno y él tenía dinero. Estaba harto de Morgana y sería capaz de pagar lo que fuera para deshacerse de ella. Lo había intentado por las buenas, pero no había funcionado, solo quedaba probar otros métodos.
—Bien, pero quiero un contrato de confidencialidad firmado por ambos —añadió cerrando la carpeta—. Mi secretaria lo llamará mañana para acordar el pago de la seña y firma del contrato, y usted me estará avisando cuándo comenzamos con las fotos.
—Muchas gracias por la confianza, señor Luciano —dijo Gerardo pasándole la mano mientras sentía que la emoción bullía en su interior como burbujas efervescentes.
—Espero que todo salga bien, Gerardo, solo cerciórese de que todo salga bien —insistió y luego se levantó para partir, dejando un billete sobre la mesa para pagar la consumición.
Su chofer lo esperaba enfrente y una cámara escondida en algún lugar captó su imagen subiendo al vehículo. Luciano maldijo en sus pensamientos, estaba harto de aquello, pero esperaba que pronto todo terminara. Cinco años más y estaría fuera de la industria de la moda.
Capítulo 3
El plan
Milena estaba nerviosa, sentía que las piernas le temblaban, iba a conocer a Luciano Armele en persona, y no solo eso, iba a fingir ser su novia por un año entero. La reunión fue pactada para las cinco de la tarde; Gerardo, ella y Luciano se encontrarían en una cafetería perdida en las afueras de la ciudad, desde allí, Luciano debía asistir a un desfile de caridad en donde estaría toda la prensa y Milena sería una de las camareras del brindis. Gerardo había conseguido un uniforme de la empresa de catering y ella solo debía estar en el sitio correcto en el momento indicado con una bandeja con copas de champaña en las manos.
El plan que Gerardo había trazado era simple: luego del desfile y en el momento del brindis, Luciano se acercaría a una de las camareras, quien, nerviosa por su presencia, echaría toda la bandeja con las copas que traía en su mano. Él, lejos de impacientarse, se mostraría muy atento con ella, la ayudaría a incorporarse y luego la acompañaría hacia la cocina. Por el camino y cuando ingresaran al pasillo que llevaba al área, ella escaparía para no ser descubierta por nadie. Luciano esperaría unos minutos y luego saldría con una sonrisa en el rostro.
—¿Eso va a funcionar? —inquirió Luciano una vez que estuvieron sentados en aquella mesa.
—Si todo sale como lo planeé funcionará. Habrá demasiadas personas y cientos de camareros que fueron contratados solo para esta ocasión, nadie se percatará de que ella no forma parte de la empresa. Confíe en mí, Luciano, todo saldrá bien —añadió Gerardo muy optimista—. Usted solo haga su parte, las cámaras de los periodistas se encargarán de retratar el momento y ustedes serán noticia mañana.
Milena no podía dejar de mirarlo, era un hombre de facciones hermosas, alto y fornido, su cabello castaño desordenado le caía sobre el rostro dándole una imagen más casual, más juvenil. Su sonrisa, a la vez sexy y aniñada, era perfecta y le daba un tono de ternura a su rostro sin dejar de ser muy varonil.
—¿Usted está de acuerdo con esto, señorita Santiviago? —inquirió el modelo y Milena se sobresaltó al escuchar su apellido en su boca.
—Sí..., sí... Yo haré mi parte, no se preocupe —respondió algo inquieta. De hecho, no le costaría nada fingir nerviosismo cuando estuviera en ese momento.
Luciano asintió levantándose del sitio y dejando de nuevo un billete para la cuenta.
—Nos vemos en un par de horas —zanjó y Gerardo asintió mientras lo veía partir.
—Estoy nerviosa —dijo Milena en medio de un suspiro.
—Todo saldrá bien, bebé, ya lo verás. Además, hacen una bonita pareja —añadió con jocosidad.
—¿Un tipo como él con una muchacha como yo? ¡Ja! Ni en los mejores sueños —rio, pero Gerardo la observó serio.
—¿Qué quieres decir? ¿Que no podrías estar con alguien como él, solo con alguien como yo? ¿Qué tiene él que yo no tenga? —inquirió.
—Ah, Gerar, no lo tomes de forma personal, pero es Luciano Armele, o sea, el dios de las pasarelas —añadió divertida. Gerardo negó.
—Su belleza no le sirve de nada porque es gay —añadió enfadado.
—Los chicos con quienes sale no han de pensar lo mismo —respondió ella encogiéndose de hombros.
—Mejor nos vamos, tenemos que retirar ese uniforme —añadió Gerardo todavía molesto. Mile sonrió y lo siguió.
***
A la hora pactada y en el lugar indicado, Milena se apareció con una bandeja con tres copas de champaña. Luciano se acercó a ella mientras hablaba con Danna, una de sus compañeras de pasarela y favorita entre las chicas; consciente de que ambos llamaban la atención de la prensa, fingió no prestar atención a la hora de tomar la copa por estar muy concentrado en la conversación. Entonces dio un manotazo a una de ellas, que cayó empujando a las otras dos. El líquido se derramó en su totalidad, las manos de Milena se aflojaron y las copas se hicieron añicos en el suelo.
Todas las miradas se volvieron a ellos ante el sonido causado, Milena, más nerviosa de lo normal debido a tanta atención sobre ella, se agachó con p