Índice
Portadilla
Índice
Dedicatoria
1. Vacaciones
2. Vuelta a la realidad
3. Las consecuencias de escribir sobre una misma…
4. Sushi, vino y ese top tan descarado
5. Las preguntas pendientes
6. Las demás
7. Valeria tiene quince años
8. Huy, huy, huy…
9. La respuesta a todas las preguntas pendientes
10. Cuidado con lo que deseas
11. ¿Y si…?
12. La fiesta de cumpleaños
13. La vida anterior de Víctor
14. La respuesta esperada
15. Tic tac…
16. Aprendiendo…
17. ¡Una y no más, santo Tomás!
18. Valeria, la vida en pareja y la realidad
19. Solita conmigo misma
20. Darse cuenta duele
21. ¿Dónde están las llaves, matarile rile rile?
22. Así lavaba, así, así, así lavaba que yo la vi
23. Tú ya me quieres, pero aún no te has dado cuenta
24. Sentir miedo no tiene sentido
25. La escapada
26. Imposible
27. Las complicaciones
28. Las consecuencias de ser una cobarde
29. Ordenar la basura
30. Nos hacemos mayores
31. Hacer cola en tu restaurante preferido, Lolita
32. A mi manera
33. Nerea y qué envidia me da todo sin querer admitirlo
34. Quiero verte
35. Magia
36. Mi mamá me mima… ¿O me mima mi mujer?
37. La solución final
38. El siguiente y último paso hacia ti
39. Yo digo que no
40. El mundo al revés
Epílogo. Email. Recibido a las 16.47 h
Agradecimientos
Engánchate al fenómeno Valeria
Sobre la autora
Créditos
Grupo Santillana
A mis Valerias, Cármenes, Lolas y Nereas.
Gracias por inspirarme.
1
VACACIONES
Salí al balcón del pequeño hotel de Gandía y me encendí un cigarrillo. Acababa de darme una ducha y me sentía relajada y tranquila. Miré el humo ondulante y pensé que debía dejarlo y de paso ahorrar, pero le di una calada que me llegó hasta los pies. Empezaba a ser una costumbre eso de decirme cosas y no hacerme ni puñetero caso.
Me apoyé en la barandilla y deseé no tener que volver a la realidad de nuevo cuando amaneciera. El mar ondeaba a lo lejos y sobre él la luna iba dejando esquirlas en el agua. Allí todo era así, sencillamente bonito. Sin preocupaciones, sin dobles sentidos. Solo agradable. Ojalá aquella noche durara días. No me veía preparada para volver y asumir lo que me esperaba.
En un principio, aquellas vacaciones parecían una mala idea. Todo el mundo opinó que pasar diez días sola después de lo que había ocurrido solo serviría para darle vueltas a la cabeza sin parar. Y ya se sabe: con las cosas tan hechas no suele tener demasiado sentido eso de pensar. Había dado por perdido mi matrimonio, me había colgado de uno de esos hombres que nunca nos convienen y había acordado separarme. Bueno…, habría sido mejor pensar antes de hacer.
Sin embargo, contra todo pronóstico, estar sola había sido una delicia desde el trayecto en tren hasta aquella noche, quizá porque seguía sin arrepentirme de las decisiones que había tomado, aunque las maneras hubieran sido poco «elegantes». Si tuviera que cambiar algo de lo que hice…, solo cambiaría el orden.
Inevitablemente, me había llevado en el equipaje el recuerdo de ciertas cosas que sí quería meditar. Víctor. Cómo no. Un Víctor que lo ocupaba todo y que apenas me dejaba pensar en otra cosa.
«Esperaré a que me llames, Valeria, pero no lo haré eternamente».
Hasta soñaba con ello, y en mis sueños nunca llamaba en el momento indicado.
No había sabido nada de él desde que nos besamos en la puerta de su estudio y, aunque estaba satisfecha con mantenerme firme con aquel distanciamiento, me inquietaba plantearme si sería algo puntual o si lo nuestro quedaría en lo que había sido hasta el momento.
Víctor. Madre de Dios santísimo. Qué portento. Aún me daba vueltas la cabeza cuando lo recordaba desnudo entre mis piernas, haciéndome gruñir de placer, llevándome hasta el coma. Víctor tenía aquel poder; me atontaba. Y no solo en la cama. Pero estaba tan reciente la decisión de separarme de Adrián…, no podía dejar de tener remordimientos por desearle tanto.
Adrián sí me había llamado en un par de ocasiones para saber cómo andaba y cuándo saldría publicado mi libro.
Buf…, mi libro. Sí, ese libro que escribí sobre los últimos meses de mi vida y la de mis chicas. Aquello iba a traer cola. Sabía que muchas personas no estaban preparadas para verse tan reflejadas en algo que acabaría a la venta en las estanterías de las librerías. Y más me valía que se vendiera mucho, porque ahora que Adrián no estaba en casa, la economía dependía de mí solita. Pero ¿comprendería él que lo expusiera de esa manera? Sí, me había encargado de no utilizar su nombre real, pero para la gente que nos conocía sería tan evidente…
Mi editor, agente o quienquiera que sea Jose me había telefoneado el mismo día que salí de vacaciones para decirme que habían decidido publicar el libro lo antes posible. Ya lo habían maquetado y estaba en proceso de corrección. Y todo esto en… ¿qué? En semanas. No dejaba de sorprenderme.
Yo lo dejé en manos de mis editores e intenté desentenderme hasta donde pude de un asunto así. C