Besos de turrón (Amor en Granada 3)

María Heredia

Fragmento

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Prólogo

Mayo 2015

Abril suspiró y apartó la mirada del portátil en el que tecleaba sin parar desde hacía un buen rato. Llevaba todo el día en la facultad y solo había parado unos minutos para comer, así que estaba agotada. Se frotó los ojos y echó la cabeza hacia atrás. No sabía cómo lograría terminar aquel trabajo de Civil I antes de irse.

Miró la hora en su reloj y contuvo un bufido. Todavía no eran ni las seis de la tarde y ya estaba deseando llegar a su casa para dormir diez horas seguidas y pasarse todo el fin de semana vagueando en el jardín. Una buena novela, una hamaca al sol y…

—Perdona, ¿has terminado ya con ese libro?

Aquella voz la sacó de su fantasía paradisiaca. Dio un pequeño bote en la silla, sobresaltada, y a punto estuvo de tirar su botella de agua de un manotazo. Aunque, por suerte, consiguió atraparla antes de que se derramara sobre la chica pelirroja que se había detenido frente a su mesa.

—No quería asustarte —insistió, un poco azorada aunque sin perder la sonrisa—. ¿Estás bien?

—Sí, ¡sí, claro! —Abril carraspeó, intentando actuar con naturalidad. Estaba muerta de vergüenza por su pequeña metedura de pata—. ¿Qué decías de un libro?

—Te preguntaba si habías acabado de usarlo —repitió, señalando uno de los manuales que tenía en la mesa—. Es el único que hay por aquí y lo necesito para una práctica.

—Pues lo estoy consultando para un trabajo de Civil, pero, si quieres, podemos compartirlo.

—Si no te importa…

—En absoluto.

—Traigo mis cosas entonces y me siento aquí contigo. ¡Gracias!

La chica pelirroja salió corriendo, haciendo que Abril sonriera. Había algo en ella que le había llamado la atención. No sabía si era su espontaneidad o aquella manera de sonreír, pero había sentido mariposas en el estómago y parecía incapaz de apartar la vista de ella.

Cuando volvió, se sentó a su lado y colocó su portátil sobre la mesa. Se giró hacia Abril, sonriendo de nuevo, y esta tuvo que contener un pequeño sonrojo.

—Soy Diana, por cierto. No nos hemos presentado.

—Abril.

—¿También estás en primero?

—Sí, en el grupo A.

—Oh, claro. Yo estoy en el C, por eso no nos conocemos. Aunque creo que me suena un poco tu cara de haberte visto por los pasillos.

Diana siguió hablando, pero Abril dejó de escucharla, demasiado embobada por cómo se desenvolvía y hablaba aquella chica. A lo mejor lo de compartir el libro no era tan buena idea. ¿Y si no era capaz de concentrarse y acababa por suspender aquel trabajo? No quería ganarse una bronca de sus padres… Sin embargo, no tardó en desechar esa idea. Si aquello pasaba, aunque lo dudaba mucho, ya haría mejor el siguiente. Todavía quedaban un par de meses para que acabara el curso, así que podría recuperarlo. Algo le decía que conocer a Diana había sido una de esas casualidades que solo pasaban una vez en la vida.

Diana continuó con su charla, ajena a las miradas de enfado poco disimuladas que le dedicaban los estudiantes que ocupaban las mesas cercanas y que empezaban a estar bastante molestos con aquellas dos chicas que no hacían otra cosa que hablar desde que se habían puesto juntas. Abril le había caído bien a primera vista. Y, siendo sincera, no se había acercado para consultar aquel manual. No había sido capaz de apartar los ojos de ella desde que se había sentado en una mesa al otro lado de la biblioteca, así que al ver, cuando decidió pasearse por su lado de forma disimulada, que ambas estaban consultando el mismo material, no dudó ni un instante en usarlo como excusa para poder hablarle. Aunque estuvo a punto de atragantarse con su propia saliva cuando Abril levantó la vista y clavó sus ojos verdes en ella. Aquel aspecto angelical la había dejado casi sin respiración y por un instante incluso olvidó cómo hablar.

Tras unos minutos, ambas volvieron a sus respectivas tareas y pasaron el resto de la tarde ensimismadas en aquel trabajo de Civil, compartiendo el manual e incluso comentando algunas dudas la una con la otra. Estaban muy a gusto e incluso sentían que se conocían de toda la vida. Así que, cuando llegó la hora de cierre y empezaron a recoger sus cosas, Diana se armó de valor y decidió proponerle ir a tomar algo. No estaba dispuesta a dejar que aquella chica se convirtiera en el simple recuerdo de una tarde.

—¿A tomar algo?

Abril pareció dudar unos instantes. Miró su reloj de pulsera, indecisa.

—Sí, ¿te apetece?

—No sé si debería… Mis padres me esperan para cenar, así que no puedo llegar muy tarde a casa.

—Venga, una tapa rápida por Gonzalo Gallas —insistió al ver la sombra de la duda en sus ojos. A lo mejor podía convencerla—. Es viernes y llevamos toda la tarde estudiando. Nos merecemos un descanso.

Abril suspiró. La verdad era que aquello sonaba muy bien. Le apetecía tomar un poco el aire después de haberse pasado todo el día encerrada y, además, no tenía ganas de despedirse de Diana tan pronto. Le había caído muy bien.

—¿Sabes qué? Tienes razón: estamos ya de fin de semana y nos hemos ganado unas tapas. Ahora mismo los llamo para que no me esperen y nos vamos las dos a cenar algo por ahí.

Ambas terminaron de recoger sus cosas y abandonaron la biblioteca para encaminarse hacia la zona de bares. Los viernes era casi imposible encontrar sitio en algunos locales, así que se atrincheraron en la primera mesa que vieron libre y pidieron un par de refrescos con sus correspondientes tapas. Charlaron, rieron y alargaron aquello hasta que no les quedó más remedio que despedirse: a Abril no le gustaba conducir la moto de madrugada y Diana no quería perder el último autobús urbano hacia el Zaidín.

—Me lo he pasado muy bien contigo —confesó la primera, que se resistía a marcharse. Ojalá pudiera quedarse un rato más—. Deberíamos repetirlo.

—Eso estaría muy bien. ¿Te doy mi número y hablamos?

Intercambiaron sus teléfonos y se despidieron con dos besos antes de emprender cada una su camino de regreso a casa. Antes de llegar a la esquina, Diana se giró sin poder evitarlo. Quería verla una vez más. Sin embargo, Abril había tenido exactamente la misma idea, así que las dos se pusieron rojas en cuanto sus ojos se encontraron. Se despidieron con un último gesto y, por fin, siguieron su rumbo.

Aunque ambas sabían que aquel encuentro era el inicio de algo más.

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Capítulo 1

Diciembre 2020

—No sé, tía, yo creo que mis padres siempre me verán como una cría, así que no dejarán que me encargue de nada jamás. Que ya sé que soy la becaria y que no pinto todavía nada en el bufete, pero… Espera un segundo, ahora sigo.

Envié el audio a Diana y me detuve en mi portal. Rebusqué las llaves hasta dar con ellas en el gigantesco bolso que llevaba al trabajo y entré al edificio. Cansada después de

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