My Dilemma Is You. ¿Te Amo o te Odio? (Serie My Dilemma Is You 2)

Cristina Chiperi

Fragmento

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1

Ha llegado el gran día!

¡Hace menos de una semana que terminó mi «fuga» a Los Ángeles y hoy por fin podré salir de casa!

Esta mañana el sonido del despertador me parece una música celestial, tengo unas ganas increíbles de levantarme. Será porque no veo la hora de abrazar a Cameron o porque he estado encerrada entre estas cuatro paredes desde que regresé a Miami. Jamás habría imaginado que mis padres me impondrían de verdad el castigo con el que me habían amenazado, pero así fue. Estos cinco días metida en casa, sola y sin hacer nada, han sido deprimentes, pese a que, por suerte, Cameron ha entrado alguna que otra vez por la ventana de mi habitación para estar un poco conmigo. No obstante, siempre se ha quedado poco tiempo, porque si mis padres lo hubieran descubierto la situación habría empeorado.

Comprendo que mi comportamiento los decepcionara, pero pienso que despedirme por última vez de Cass, decir el último adiós a mi mejor amiga, era un motivo más que válido para hacer caso omiso de su prohibición, y nada me hará cambiar de idea. Mi madre, en especial, aún no me ha perdonado lo que ocurrió, y no creo que lo haga en breve…

Salgo de la cama y me asomo a la ventana para ver qué tiempo hace y decidir qué voy a ponerme. El aire es fresco, pese a que el sol brilla en el cielo. Cojo un par de leggings y un suéter y salgo de mi habitación. En el pasillo veo a Kate caminando de una punta a otra con el móvil en la mano.

—Buenos días, hermanita. ¿Noticias de Hayes?

—No —responde en tono triste.

Desde que volvimos a casa después de la semana blanca Kate está aterrorizada, porque Hayes ha dejado de escribirle y ya no hablan tan a menudo como antes. Me produce una gran ternura, haría lo que fuera para devolverle la sonrisa.

—Habla hoy con él en el instituto.

—¿Y si luego piensa que soy una pegajosa que no lo deja ni a sol ni a sombra?

—Tienes derecho a saber qué le pasa, así que no temas —la tranquilizo.

Kate asiente con la cabeza y sonríe.

Después de desayunar salgo de casa y, apenas lo veo, mi corazón se acelera: Cameron me está esperando apoyado en el coche, mirando el móvil.

Cuando pienso en cómo fueron las cosas entre nosotros desde el día en que nos conocimos, me parece extraño que nuestra relación ahora vaya viento en popa. Pero lo cierto es que es así, y espero que este estado de gracia dure mucho.

Aprieto el paso y al llegar a su lado lo abrazo. ¡Pese a que llevo solo un día sin verlo tengo la impresión de que ha pasado una eternidad! Cam me estrecha contra su cuerpo y, como siempre, siento una maravillosa sensación de plenitud. Me aparto un poco y él me coge la cara para besarme.

—Te he echado de menos, pequeña.

Me pongo de puntillas y lo vuelvo a besar.

—Yo también —susurro.

—¿Cuándo piensas que terminará este estúpido castigo?

—No lo sé… Mi madre todavía está enfadada, así que supongo que aún durará un poco.

Se encoge de hombros.

—Eso significa que seguiré entrando por la ventana de tu cuarto.

Sonrío, pero la verdad es que añoro mi vida de siempre, mis costumbres, la libertad de salir cuando quiero y de estar con mis amigos, sobre todo con Sam y Nash. No he vuelto a verlos desde la cena de Nochevieja, solo nos hemos comunicado por SMS.

—Vamos o llegaremos tarde al instituto. —Abro la puerta y subo al coche—. ¿Y tú? ¿Cómo vas con tus padres? —le pregunto mientras arranca.

—Bueno, siguen pensando que fuimos unos irresponsables y me amenazaron con quitarme el coche. Pero, al final, todo ha ido como te dije: hice que se sintieran culpables y su rabia se evaporó como por arte de magia.

Aunque me cuesta reconocerlo, he de admitir que también esta vez Cameron tenía razón: ha sucedido justo lo que predijo.

—Así que, como ves, sigo disfrutando del amor de mi vida. —Me señala el coche guiñándome un ojo.

—¡Qué cínico! Pero gracias, no sabía que el coche ocupara el primer lugar. —Cruzo los brazos y frunzo el ceño. No estoy enfadada de verdad, sé que era una broma, pero quiero ver cómo reacciona.

Cam alarga una mano y la apoya en mi muslo.

—Vamos… ya sabes que tú eres mi único amor.

Me inclino hacia él y le doy un beso en la mejilla.

—Por esta vez te perdono.

Me regala una de sus maravillosas sonrisas. Me encanta verlo de buen humor. Cada vez que sonríe me quedo extasiada, tengo la sensación de estar en el paraíso.

Al llegar al instituto siento una punzada en el estómago. Acabo de caer en la cuenta de que ninguno de nuestros amigos sabe que Cameron y yo salimos juntos y me pregunto cómo reaccionarán, en especial cómo se lo tomará Susan. No estoy preparada para volver a la rutina en la que ella no hace otra cosa que insultarme y decirme cosas espantosas mientras yo trato de defenderme. Apuesto a que apenas se entere se pondrá hecha un basilisco y me declarará la guerra.

—¿Estás bien? —pregunta Cameron.

Acaba de aparcar y un grupito de chicos ya nos está mirando.

—Mmm… sí, eso creo.

Me agarra la barbilla y me obliga a volverme para que lo mire a los ojos. Veo que está preocupado.

—Si estás así por Susan, intenta quitártela de la cabeza. Mientras yo esté contigo no podrá hacerte nada. Haré todo lo posible para mantenerla apartada de nosotros, ¿ok? —Me da un beso en los labios—. Vamos.

Cruzamos el patio abriéndonos paso entre los estudiantes que aguardan a que suene el timbre. Cam me rodea los hombros con un brazo y noto con cierta crispación que todos nos están mirando.

Veo a lo lejos a Sam, a Nash, a Matt y a Taylor. Sam se vuelve y, apenas nos ve, sale corriendo a mi encuentro y me abraza. La he echado muchísimo de menos.

—¡No sabes cuánto te he echado de menos, Cris! Un día Nash y yo pensamos en plantarnos delante de tu casa con una pancarta enorme para protestar. ¡No pueden encerrarte en casa para siempre!

Me río al imaginar cómo reaccionaría mi madre si Sam y Nash organizaran una sentada en nuestro jardín, pero estoy segura de que ni siquiera así cambiaría de idea.

—Tarde o temprano recuperaré la libertad —la tranquilizo—. Vamos. Los demás nos están esperando.

Comparada con la Sam que conocí hace unos meses, la chica risueña que tengo ahora delante me parece otra persona: es más abierta, siempre está alegre y le gusta rodearse de gente. De cuando en cuando pregunto a Cameron si ha visto marcas de cortes en las muñecas de su hermana y él siempre me asegura que han desaparecido.

Sam me coge de la mano y nos acercamos a los demás.

Nash se dirige hacia mí y me abraza.

—¡Aquí está la prisionera!

Sonrío. Cuando veo a Matt, titubeo: no sé si abrazarle o saludarle sin más.

—Hola —digo al final. Él me sonríe guardando las distancias.

Taylor, en cambio, se acerca a mí y me da un fuerte abrazo. Hacía mucho tiempo que no veía a Tay, y, aun

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