Llévame al huerto (Algo de ti 1)

Sandra Bree

Fragmento

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Prólogo

¿Había algo peor para un deportista de élite que lesionarse una rodilla y retirarse de las pistas de tenis, al menos durante un año?

Fabio Thalassinos se sobresaltó cuando alguien dejó caer una revista sobre la mesa que tenía en frente. Alzó la vista entre enojado y sorprendido y observó a su hermano, frunciendo el ceño.

—Mira eso —dijo Cristopher señalando la portada.

Fabio se pasó la mano por la cabeza alborotando su pelo rubio oscuro y le obedeció. Se trataba de la imagen de un chico joven publicitando una marca de calzoncillos. No vio nada extraño y se encogió de hombros.

—Ya lo he visto. ¿Qué quieres, que me compre gayumbos?

Cristopher agitó la cabeza. Como de costumbre, vestía un impecable traje de Hugo Boss en tonos grises, mientras que Fabio iba con un holgado pantalón de deporte y una camiseta de manga corta.

—No. Quiero que veas el tipo con el que tu mujer te está poniendo los cuernos.

Automáticamente los ojos azules de Fabio volvieron a la portada. El chico de la foto era bastante más joven que su esposa. Un rubiales con cara de niño. Regresó la vista a Cristopher.

—¿Me estás vacilando? Adara está en Creta visitando a su madre.

—Eso es lo que crees. Abre la revista por la página 6.

Pues Fabio había pensado que no había nada peor que su lesión. Sin embargo cambió de opinión al ver a su mujer posando en actitud muy cariñosa con otro hombre que no era él.

—¡No lo puedo creer! ¿Dónde está el teléfono?

Se levantó como un rayo y caminó hacia la larga encimera de la cocina, que era dónde lo había visto por última vez. Antes de cogerlo, la mujer que se encargaba de tener la casa en orden, Josefina, entró en la sala con un sobre bastante inflado.

—Señor Fabio, acaba de llegar esto para usted.

Josefina, mujer de edad comprendida entre los cuarenta y cinco y los cincuenta y cinco años, llevaba trabajando para él mucho tiempo. Ella siempre había querido ser azafata y dominaba varios idiomas, el español y el italiano entre ellos, pero nunca tuvo la oportunidad de dedicarse a ello ya que debió de cuidar de sus padres durante una temporada bastante larga. Se adaptó a lo que pudo. Cuando Fabio se independizó, ella solo iba a limpiar algunos días y a encargarse de la ropa, en su lujoso apartamento del centro, pero con el paso de los años y la confianza que se tenían, había terminado por depender de ella para casi todo lo relacionado con la casa.

—¿Quién lo ha traído?

—El cartero —contestó ella encogiéndose de hombros.

Fabio tomó el teléfono y le hizo una señal para que se lo acercase.

—Gracias, Josefina.

Dejó los papeles sobre la mesa al tiempo que empezaba a marcar el número de Adara. En realidad, no sabía qué quería confirmar con ella. La fotografía que los paparazis les habían tomado era tan nítida que no dejaba lugar a dudas. Por si aquello fuera poco, el titular decía: «Pillada infraganti la esposa del tenista Fabio Thalassinos».

Josefina salió de la sala dejando nuevamente a los hermanos solos.

El teléfono comenzó a dar llamada y Fabio, esperando a que su mujer respondiese, aprovechó para abrir el sobre. Colgó de repente al ver los documentos que había dentro y observó a su hermano con los ojos a punto de salir de sus órbitas.

—¿Qué pasa? —preguntó Cristopher interesado en saber que era lo que había en su interior.

Fabio sacó todos los escritos.

—¡Son los papeles del divorcio! —dijo sin poder quitar la sorpresa de su voz, ni de su rostro.

—¡No jodas! —Su hermano se acercó curioso.

—Todavía estoy en shock —dijo Fabio—. Ella sabe que estoy atravesando el peor momento de mi vida y me apuñala por la espalda.

—No seas dramático. Hermano, no puedes dejar que la prensa te vea hundido. —Cristopher estudió los papeles—. Adara no merece que sufras por ella.

—¿Y cómo hago eso, si me acaba de dejar en ridículo públicamente? Fabio Thalassinos, el reputado tenista, lesionado y… cornudo —gruñó.

—Eso no es todo. No has leído el articulo entero. —Cristopher volvió a coger la revista y se la entregó de nuevo para que lo viese bien.

Fabio leyó con rapidez. Incrédulo dejó vagar la vista por la sala.

—¡Me dejan como un cabrón! ¿No dicen que tenía abandonada a mi mujer y que por eso ella se ha buscado a… a… un tío en calzones?

En la fotografía, Adara entraba en un restaurante cogida de la cintura por el tío en cuestión. Parecía que él estaba causando sensación en el mundo de la moda, y a partir de ese día, con toda seguridad, en las revistas de corazón.

—Tienes que desmentirlo.

—¿Desmentir eso? —preguntó Fabio, escéptico.

—Así es. Debes hacer que la gente crea que vuestro matrimonio ya iba mal desde hace tiempo. Y que la separación iba a ser de mutuo acuerdo.

Fabio se frotó la frente.

—Cristopher, esto es muy serio. Me acaba de dejar mi mujer y tú solo piensas en la prensa.

—Tienes que decir a los paparazis que tú también tienes otra relación —seguía diciendo su hermano, sin escucharle.

Fabio sacudió la cabeza.

—¡Te has vuelto loco!

—Estoy hablando en serio.

—¿Qué conseguiría con ello?

—Para empezar, te ahorrarás todas las habladurías y comentarios que se van a verter sobre ti. De paso, te vengas de Adara. Te conozco y sé que querrás hacer eso cuando lo pienses en frío.

—¿Vengarme?

—Si prefieres pensar en ello como devolverle el favor...

Nervioso, Fabio comenzó a chirriar los dientes de forma desagradable.

—¿Qué puede decir sobre mí la prensa? La víctima soy yo.

—Hazme caso. Debes decir que tienes una relación con otra mujer, por eso no hacías mucho caso a Adara.

—¿Tú crees que no le presto la suficiente atención a mi... esposa?

Cristopher asintió con firmeza.

—Estoy convencido de ello. Lo qué no sé es como tú no te has dado cuenta todavía.

Fabio regresó al sofá y se dejó caer contra el respaldo. Tras de él se veía el panorama de la ciudad de Miconos a través del amplio ventanal. La luz del sol incidía sobre los edificios y sobre el mar de aguas azuladas que lucía de fondo.

Nunca había pensado que su relación con Adara estaba tan deteriorada, aunque ahora que caía en la cuenta, admitía que no se veían mucho y que, cuando lo hacían, casi siempre era para acudir a eventos o reuniones sociales. La conversación entre ellos no era muy fluida, más que cosas como: «¿Qué vas a hacer hoy?», «¿Qué tal tu día?», «Esta semana me voy a jugar un torneo a España ¿quieres venir?», «No, gracias, he quedado con las chicas para ir a un spa en Hungría». Hasta el sexo los últimos meses había sido a cuentagotas.

También tenía que reconocer que Adara era un poco rara. Su madre era un rostro popular de la televisión griega. «Ámbar, lectora del tarot y pitonisa», la cual poseía su propio programa de madrugada. Y según su mujer le había contado, su infancia no fue de las mejores. Su madre tenía amuletos por toda la casa e invocaba a los mu

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