Capítulo 1
Hastío.
Eso era lo que sentía Sofía mientras aparcaba en el chalet de sus padres y se preguntaba de qué humor estaría su madre ese domingo. Había sido una semana muy dura en lo laboral y lo emocional, y se sentía cansada. Y, aunque iba mentalizada a no darle pie a su madre para discutir, el viejo dicho de «dos no discuten si uno no quiere», en su caso, no siempre se cumplía.
Sebas estaba sentado en el asiento del copiloto leyendo los mensajes del móvil con mucha atención. Lo miró cansada mientras apagaba el motor y salía del coche. Su padre se acercó a saludarles con una gran sonrisa.
—¡Hola, pequeña! —exclamó su padre mientras la abrazaba.
—¡Papá! Me alegro de verte —contestó Sofía devolviéndole el abrazo y alargándolo todo lo posible.
—Sebastián… —El tono con el que saludó a su novio dejó patente, una vez más, la poca simpatía que le profesaba.
—Hola, Antonio —respondió Sebas sin mucho entusiasmo.
—¿Ya han llegado Toni y Laura? —preguntó Sofía mientras caminaba abrazada a su padre por el camino de gravilla que llevaba a la parte trasera de casa de sus padres.
—Sí, están en la terraza —respondió él. Su padre era un hombre muy educado y serio, pero siempre estaba ahí para los suyos.
—¡Hola! —exclamó Sofía al ver a su hermano.
—¡Hola, hermanita! —respondió Toni dándole dos besos.
—Hola, Sofi —Laura, la prometida de su hermano, la saludó dándole un abrazo. Toni y ella llevaban saliendo juntos desde que tenían dieciséis años. Se conocieron en el instituto y, dentro de poco, unirían sus manos para siempre.
—Llegas tarde, Sofía, a mesa puesta —la reprendió su madre desde la silla donde estaba sentada.
—Hola a ti también, mamá —respondió Sofía con resignación mientras se agachaba para darle un beso en la mejilla. Sabía que no serviría de nada explicarle que había llegado tarde porque Sebas se había quedado jugando con la videoconsola hasta bien entrada la madrugada y no había habido manera de despertarle esa mañana.
—Sebas, cariño, ¿cómo estás? —Sofía observó con disimulo cómo su madre se levantaba para saludar efusivamente a su novio, estaba claro a quién de los dos le tenía más aprecio por mucho que lo negase.
—María Amparo, usted sigue tan joven como siempre. ¿El vestido es nuevo? —Su novio sí que sabía cómo conquistar a su madre.
—¡Uy! Calla, hijo, calla —respondió su madre sonrojándose—. ¿Este trapillo? Tiene muchos años, pero la verdad es que ayer fui a la peluquería, puede que sea eso lo que notas diferente.
—¡Eso será! —respondió Sebas mientras se sentaba a su lado.
Sofía puso los ojos en blanco y se sentó al lado de su hermano mientras su padre servía la paella. La conversación durante la comida fue de lo más entretenida; su hermano y Laura les explicaron algunos de los detalles de los preparativos de su boda, concretaron el día para ir a probar el menú al restaurante y su madre les advirtió que quería disponer de algunas invitaciones para sus amigos.
—¿Cómo va tu proyecto, Sofi? —preguntó su hermano.
—La verdad es que muy bien. Tenemos ya casi todos los documentos preparados. Solo nos falta que el notario fije la fecha —respondió Sofía ilusionada.
—Cari, sigo pensando que yo debería ser el community manager —respondió Sebas llevándose un trozo de pastel de manzana de su madre a la boca—. Podría llevar las redes sociales, ya sabes que se me da muy bien relacionarme, y tengo algunos contactos que podrían darle bastante visibilidad a la empresa.
—De momento, tener redes sociales no me parece importante. Ahora mismo hay unas cien mil prioridades más que debo de resolver, la primera, firmar en el notario, y después ya veremos.
—Deberías escuchar a Sebas, él solo intenta ayudarte —intervino su madre.
—Claro que sí, cari, ya sabes que yo solo quiero lo mejor para ti —dijo Sebas guiñándole un ojo—. Ayer mismo le dije que últimamente me está yendo viento en popa con las criptomonedas y que podría convertirme en socio accionista. Así podría ayudarla y trabajaríamos juntos.
Sofía le echó una mirada amenazante a su novio para que se callase, pero ya era tarde.
—Escucha a tu novio, Sofía. Él tiene mucha experiencia y podría reconducir tus absurdas ideas para que llegasen a buen puerto.
Sofía notó cómo la ira y la rabia invadían su cuerpo tensándole todos los músculos. Apretó los dientes y cerró las manos con fuerza debajo de la mesa. Si ella tenía una idea y encontraba la manera de llevarla a cabo, era una idea absurda, aunque se tratase del sueño de su vida, aunque estuviesen hablando de su futuro laboral; pero si la idea la tenía cualquier otra persona, incluso su novio, entonces su madre la consideraba la mejor idea del año. Definitivamente debía de haberse perdido algún capítulo de la telenovela que parecía ser su vida, porque no entendía cómo su madre podía tenerla en tan baja estima.
—Gracias, Sebas, pero ya he dicho, como mil veces, que es un proyecto personal y que me gustaría llevar a cabo sin que se involucre nadie de la familia.
—Pues yo estoy convencida de que tu empresita fracasará si no dejas que nadie con experiencia te ayude. Hija, mira que eres tozuda. Tu novio te está ofreciendo apoyo financiero para que tengas alguna posibilidad de salir adelante, y tú no haces más que dejarle de lado en este capricho tuyo. De verdad que no te entiendo, con lo bien amueblada que tiene Sebas la cabeza —respondió su madre sin tan siquiera mirarla.
Sofía llegó al límite de su paciencia y, en lugar de decir en voz alta lo que realmente pensaba, decidió excusarse para levantarse de la mesa. Recorrió el tramo del pasillo que llevaba al cuarto de baño de la otra punta de la casa y cerró con pestillo nada más entrar. Abrió el grifo de agua fría del lavabo y dejó correr el agua mientras apoyaba las manos en el lavabo y se miraba en el espejo. Su pelo moreno caía suelto sobre sus hombros y parecía encrespado, como su estado de ánimo.
Treinta y dos años. Treinta y dos años sintiéndose una fracasada delante de su madre. Daba igual lo que pensase, dijese o hiciese, todo estaba mal. Cualquier persona era mejor a los ojos de su madre que ella, incluso Sebas. A su novio debía reconocerle el saber camelarse a su madre y a cualquiera, ella nunca había tenido esa mano izquierda con nadie.
Era increíble que, después de todo el esfuerzo que estaba haciendo para que su proyecto saliese bien, su madre fuese incapaz de creer en ella y apoyarla. Sentía rabia, mucha rabia. Rabia por no poder compartir con su madre su alegría, por no poder contar con su madre para nada, por no querer contarle los detalles… y no poder hacer nada más por cambiar su relación.
Siempre había sido así con ella, por el contrario, no con su hermano, que era su ojito derecho. Sofía adoraba a su hermano, pero siempre había envidiado la relación que su madre y él tenían. Ella no quería ser su preferida, sino simplemente sentirse querida por ella.
Menos mal que tenía a su padre. Con él todo era diferente. Sabía que podía contar con él para todo. Siempre e