Solo para adultos

Asa Akira

Fragmento

Nota de la autora

Empecé este libro con la esperanza de arrojar una luz diferente sobre la industria que tanto adoro. No se puede decir que todos los días sean de vino y rosas, pero me da la sensación de que nunca se ha escuchado la voz sincera y sana de alguien que lo ve desde dentro.

Mientras escribía, el libro se convirtió en algo más. Siempre me he preguntado por qué soy como soy. Me educaron de manera normal. Mis padres son cariñosos, amables, y siempre estuvieron a mi lado. No tengo problemas mentales. ¿Por qué soy tan sexual? ¿Por qué insisto en hacer públicos mis momentos más íntimos?

Debo admitir que no he encontrado la respuesta, pero escribir este libro, por extraño que parezca, me ha hecho sentirme en paz conmigo misma. Al fin y al cabo, creo que mis anhelos sexuales como mujer son normales y que deberían aceptarse como tales en la sociedad. Es asqueroso que un hombre que se folla a mil mujeres sea considerado un donjuán mientras que una mujer que hace lo mismo sea rechazada. No me avergüenza haber trabajado en una mazmorra sadomasoquista, haber hecho striptease, haber sido chica de compañía o, en la actualidad, mantener relaciones sexuales por dinero todos los días. Al contrario, me enorgullezco de mí misma por tener las agallas de concederme lo que deseo.

Todo el mundo ha visto hasta el más pequeño pliegue de mis partes íntimas, pero, aun así, siento que este libro es la aventura que más expuesta me ha dejado hasta el momento. Espero que lo disfrutes.

P. D.: Algunos (aunque no todos) de los nombres que utilizo en este libro han sido cambiados.

1
La escena perfecta

Rodando y… ¡acción!

Bobby iba a comérselo a Monica. Me quedé detrás de la cámara, observándolo. Tras mirarme con los ojos entrecerrados, Bobby enterró la cara en el coño de Monica y se sacó la polla para acariciársela. Se le estaba poniendo dura por momentos, y mi coño se humedeció al unísono, como si estuviéramos sincronizados. Observé cómo Monica arqueaba la espalda cada vez que Bobby le succionaba el clítoris y la acercaba al orgasmo.

«Vamos, córrete de una puta vez», susurré mentalmente. En cuanto lo hiciera, yo me uniría a ellos.

Ese día interpretaba a una prostituta. Bobby y Monica representaban a una pareja curiosa que me había contratado. Hay algo extrañamente autorreferencial en interpretar a una prostituta en una película porno: me pagaban por representar a una mujer a la que pagaban a cambio de sexo. Y, por supuesto, también por mantener relaciones sexuales. Es algo así como las matrioskas de los trabajadores del sexo.

Mientras el cuerpo de Monica se retorcía, me situé delante de la cámara y le cubrí la boca con la mano. Le di una última oportunidad de tomar aliento antes de tapársela bien y empezar a frotarle el clítoris con fuerza mientras Bobby enterraba la polla en ella. No la solté ni dejé de frotarla, a pesar de lo mucho que intentó liberarse. Su orgasmo se mantuvo otros diez segundos, y sus gritos apagados escaparon de vez en cuando entre mis dedos, hasta que le permití que respirara con libertad. Mientras ella se relajaba después de un clímax tan intenso, dejé un reguero de besos desde su rodilla hasta los dedos de los pies, que se flexionaron cuando Bobby rozó el punto justo con su verga.

Bobby tiene una polla genial para el porno. Grande, recta, de color uniforme. En aquel momento brillaba debido a la lubricación vaginal de Monica, tanto que parecía que la chica la estuviera pariendo. Me agaché para chupar el flujo y, mientras volvía a introducirlo en su coño, me escupí en el dedo y lo deslicé lentamente en su ano. Ella gritó pidiendo más, así que le metí otro. Observé cómo la polla de Bobby entraba y salía de su coño mientras yo introducía los dedos en su culo. Noté la cámara sobre mi hombro, tomando un primer plano del hechizante movimiento.

Hicimos que se corriera de nuevo y aparté a Bobby del plano mientras me encaramaba encima de Monica para besarla. Luego ascendí un poco más para ponerle mi coño en la cara. Pilló la indirecta enseguida y me lo comió hasta que me corrí y me tumbé de espaldas. Consciente de que la cámara enfocaba mi cara, me follé la polla de Bobby con la mirada y me lamí los labios. No me resultó difícil, ya que necesitaba una verga. Me gusta que me coman el coño tanto como a cualquiera, pero cuando hay una polla en acción, es algo así como ir a un asador de carne y pedir pescado.

Como si fuéramos animales hambrientos de sexo, Monica y yo nos turnamos para montar la polla de Bobby durante las tres siguientes posiciones. Al final, mientras Monica volvía a ofrecerle el culo a Bobby, yo me agaché y le lamí el ano a él. A los chicos europeos les gusta eso. Bobby gimió, y supe que estaba a punto de correrse. Seguí lamiéndolo hasta que finalmente alargó el brazo hacia atrás y me agarró del pelo para apartarme de su culo. Cogió a Monica de la cabeza también y nos colocó a ambas de rodillas delante de él para correrse en nuestra cara y en nuestra boca. Mientras el semen se deslizaba por mi rostro, Bobby me agarró del brazo, me llevó hasta el sofá que había al fondo, me inclinó sobre él y me folló hasta que alcancé otro orgasmo. Me dejé caer hasta quedar de rodillas y gateé hasta Monica. Escupí el semen que me quedaba en la boca sobre su coño. Utilicé la rodilla para empujarme la mano e introduje el semen con los dedos dentro de ella. La follé así hasta que se le nublaron los ojos y llegó al clímax una vez más. Nos besuqueamos mientras los ritmos de nuestros corazones se relajaban, y el director gritó: «¡Corten!».

Una vez, muy de tanto en tanto, sucede: la Escena Perfecta. Se consigue cuando todo el mundo, tanto los intérpretes como el personal, tiene la energía completamente sincronizada. Cada posición, cada transición, fluye de manera orgánica. Los actores se pierden en el sexo, aunque son conscientes de la cámara en todo momento; la penetración siempre está visible. La iluminación es impecable, y no hay sombras extrañas ni reflejos incómodos. Sale todo en plan animal, con fluidos por todas partes, sudor, saliva, eyaculación femenina; la energía está presente al cien por cien durante los treinta y cinco minutos, sin cortes. Es posible que surja una posición inventada descabellada, como una tijera invertida contra una escalera de caracol.

Tú sabes que está sucediendo cuando estás más o menos a media escena, y una vez que el tío suelta una buena corrida y la toma acaba, también lo sabe todo el equipo. La excitación en la sala resulta inconfundible, y todo el mundo habla con una voz un poco más aguda que antes de empezar.

—¡La hostia! ¡Una toma de puta madre! —exclamó el director.

—¡Se

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