A Clara la conquista su tentador protagonista (Pacto entre amigas 3)

Ángeles Valero

Fragmento

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Capítulo 1

Volver a empezar

Clara llevaba casi dos meses en lo que ella denominaba «retiro creativo», pero era consciente de que en otro momento lo habría llamado «esconder la cabeza».

Volver a su Málaga natal para la firma del primer libro de la serie había despertado en ella sensaciones que creía dormidas. Pasear por las calles de su niñez la había llenado de energía. El sol y el olor a mar le traían recuerdos nítidos de días mejores.

Su hermano, Adrián, le había ofrecido el piso que tenía en el centro, para que se instalara el tiempo que necesitara. Una casa amplia y recién reformada, que había comprado unos años atrás, poco antes de que la vida decidiera darle un buen golpe. Él iba y venía de El Firmamento, el cortijo que su familia tenía en la sierra y su residencia habitual, por lo que la mayoría del tiempo, Clara estaba sola. Por ese motivo, y porque en realidad dentro de ella había una mujer rural, decidió trasladarse con él a la finca. Era un entorno único, propicio para la inspiración; además, la casa era grande, y tanto él como ella podrían disponer de intimidad.

Allí había pasado las últimas semanas, dedicándose por el día a escribir, leer y dar largos paseos con Canela, su yegua; y por la noche, a chatear con algunos compañeros de profesión y videollamadas con Gala, la cual estaba más que emocionada con su nueva vida en pareja.

Dejó la copa de vino sobre la mesa del porche; aunque ya hacía frío, se negaba a reconocerlo y seguía saliendo allí al terminar la jornada. Encendió el ordenador y llamó a su amiga.

—¡Hola! —respondió con una sonrisa y vestida para salir.

—¿Te pillo mal?

—No, tengo una media hora antes de que venga Dante y nos vayamos al Liceu.

—¿No te molesto?

—Clara, venga, no seas tonta. ¿Cómo te va? Ayúdame a escoger zapatos.

—¿Vas a andar mucho?

—Sí.

—Pues los negros. Tienen un tacón más cómodo.

—Pero ¿has visto qué bien quedan los rojos con este vestido?

Clara rio mientras le daba un sorbo a la copa.

—¿Para qué preguntas? Venga, los rojos. Y, si no puedes llegar a casa, que te coja en brazos.

—Puede, él puede.

—Claro que sí, Dante lo puede todo.

Gala la miró de reojo. Se daba cuenta de que, aunque su amiga estaba feliz por ella, en sus palabras había ironía. Algo que no existía cuando la conoció y que esperaba que dejara de hacerlo con el tiempo. Sabía que eso era cosa de Francisco, su divorcio la había dejado muy tocada, y aunque Clara se negaba a admitirlo, no era la misma.

—No me has contestado. ¿Cómo te va?

—Bien, sigo aquí en el cortijo. Estoy escribiendo una novela corta que me ha venido a la mente y leyendo un montón de la pila de pendientes. Oye, oye, ¿qué es eso?

Gala la llevaba de un lado a otro de la casa, mientras terminaba de arreglarse.

—¿El qué?

—Ese espejo, ¡qué maravilla! ¿De dónde ha salido?

La sonrisa estúpida que asomó en los labios de su amiga la sacó de dudas, pero prefirió esperar a que ella le contara.

—Me lo trajo Dante ayer. Lo vi en El Rastro cuando fui a Madrid... bueno, ya sabes.

—Cuando saliste corriendo porque creías que las bragas del baño eran de otra y resultaron ser de su hermana.

—No me lo recuerdes. Lo pienso y...

—Bueno, pero resultó ser una chica muy maja, ¿no?

—Sí. Además, ahora con su proyecto del hotel, como él la está ayudando, lo tengo más cerca. Va algunas veces al pueblo y pasa la mayoría de las noches conmigo.

Volvió a sonreír y Clara se obligó a hacerlo también. Verla en «modo soñador» era tan nuevo como que ella no lo estuviera.

—Es precioso. El espejo, y que se acordara de comprarlo.

—Si te digo la verdad, creo que fue la chica del puesto la que se acordó de él y no él del espejo.

—Te digo por experiencia que otros no sabrían ni qué te paraste a ver o incluso que te paraste.

—Clara... —la regañó Gala cariñosamente. Porque ella no era así.

—Perdona, estoy volviéndome una cínica.

—Creo que ya tienes suficiente retiro espiritual o creativo.

—Mi plan es estar hasta final de semana. Después de la charla romántica en la librería volveré a casa —pronunció esas palabras con tanta pereza que hasta pesaron.

—¿Eso es la semana que viene?

—Sí.

—¿Por qué no vienes a casa antes? Así podemos hacer unos días de chicas.

—Claro, porque todo el mundo sabe que el trayecto más corto para ir a Salamanca desde Málaga es pasar por Barcelona —respondió muerta de risa mientras Gala le sacaba la lengua.

—No estaré en Barna. La semana que viene nos vamos a Madrid. Vale, tampoco te pilla de camino, pero una vez dentro del coche... no sé. Vienes, haces un parón y te veo. Hace mucho que no tenemos día de chicas. Además, estará Gema, te encantará. Y tienes que conocer a Dante y a Marcos. Parecía tonta la niña y ahora va con un bombonazo moreno, podría ser tu nuevo mozo.

Clara sonrió, volver a casa no le apetecía nada y el plan que le estaba dibujando su amiga era cada vez más tentador.

—Déjame pensarlo. Venga, cuelga que llegas tarde.

Gala dejó un momento lo que estaba haciendo para mirar a la cámara.

—Lo hago, y tú empiezas a pensar en volver al mundo real.

—Lo prometo.

—Pacto entre amigas —dijeron las dos a la vez y colgaron en medio de una carcajada.

Después de hablar con Gala, todo parecía menos gris. Volvió dentro, buscando algo más de vino, y salió con un plato de queso para acompañar, dispuesta a pasar una noche navegando por diferentes webs, documentándose y chateando sin prisa.

En esas estaba cuando le entró un mensaje privado de uno de los escritores que en los últimos tiempos se había convertido en un amigo. Una persona a la que recurría con dudas o en la que buscar apoyo cuando el impostor la acosaba. Por eso, en los últimos meses habían pasado de contactos de Twitter a amigos de Telegram, y hablaban a diario.

Carlos era abierto y directo, le gustaba el modo retorcido y el humor ácido con el que a veces la sorprendía.

Carlos

¡Hola! ¿Te pillo bien?

Clara

Sí. Dime.

Carlos

Esta tarde estaba buscando ese enlace que me pasaste hace tiempo. El de vestuario de época. No sé dónde lo metí, ¿te importaría volvérmelo a mandar?

Clara

No, voy a buscarlo.

¿Vestuario de época? ¿En qué andas?

Carlos

Es un relato corto. Tengo al muchacho desangrándose y necesito saber exactamente si es una casaca o qué lo que está manchando.

Clara

No me digas más. La vida de ese soldado pende de un hilo.

Clara había ido a buscar el enlace mientras reía al imaginar lo diferentes que eran. Él le preguntaba sobre vestuario o protocolo y ella sobre venenos y maneras de morir. Lo que no había calculado era que, con las prisas por cumplir su misión, el botón derecho de copiar no le había hecho mucho caso y que el enlace que estaba enviando no era el que ella creía.

Carlos dejó un vaso de whisky en el escritorio a la vez que

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