Cariño, este no es nuestro cuento (Darling 1)

Mar Poldark

Fragmento

carino_este_no_es_nuestro_cuento-2

Capítulo 1

El idiota

¿Qué necesitamos las mujeres para encontrar al hombre perfecto?

La pregunta acaricia lentamente mi mente. Podría decir que toma un matiz ilusionado, o simplemente pierde interés entre mis neuronas. No soy la única que se debate, con el bolígrafo en los labios, cuál es la mejor opción para encontrarlo. Lo sé porque, tras varias rupturas y un matrimonio fallido, lo que menos me apetece es empezar de cero. La sola idea de tener que fingir que me desagrada coger las alitas de pollo con las manos y que prefiero optar por no mordisquear la cabeza de las gambas ya me da motivo suficiente para no querer dar explicaciones.

Los tíos quieren a una muñequita: perfecta, bonita, que tenga una sonrisa deslumbrante y unas caderas más sensuales que las de Jennifer López. Pero creo que aún les cuesta entender que, como cualquier ser humano, tenemos manías, momentos de placer, o simplemente nos gusta tirar de tarjeta cuando tenemos una clara afición.

Queridos, el fútbol también es una afición cara. Tan costosa como pueden ser las zapatillas Nike que me compré con mi último salario.

¿Es tan difícil de entender?

Mis dedos empiezan a tamborilear nerviosos sobre el portátil. Llevo más de media hora perdiéndome entre las diferentes categorías que tiene la página Adopta un Tío: la novedosa página web para buscar al hombre de tus sueños.

Me gustaría decir que me lo tomo en serio aunque, tras más de cuarenta minutos mirando las diferentes cualidades para palpar al hombre de mi vida, me he aburrido con tan solo seleccionar el color de pelo que quiero que tenga.

Es totalmente ridículo. Sobre todo, cuando me siento Kim Kardanshian eligiendo a su próxima víctima. No he tenido que registrarme para llevar un condenado carrito lleno de corazones. Se supone que, mientras busco todo lo que quiero que tenga, el tique que aparece en la parte superior derecha se va ampliando hasta dar con el chico más adecuado que jamás haya conocido.

Intento no poner los ojos en blanco a pesar de considerarme una mujer despechada. Esto me parece totalmente ridículo pero, como toda persona, quiero un buen revolcón.

Ya sabéis. De esos que ni siquiera necesitas saber el nombre de la otra persona: un encuentro, un tirón de bragas... ¡Y voilà!

Debería empezar buscando que sea alto. A las mujeres nos encanta alzar la barbilla al cielo y que nos claven una mirada llena de deseo. Seguiría con que su espalda fuera ancha, no demasiado musculoso, ya que tirarme a un culturista no está dentro de mis intereses personales.

Barba perfilada, pero no de tres días. Odio cuando se arrodillan delante de mí para darme placer y me raspan la cara interna de los muslos. No digo que no tengan una lengua colosal, por supuesto, pero, si voy a tener rozaduras durante días, mejor omitimos el vello facial.

Amable. Dulce. Que escuche tus miedos y sea capaz de comprender que, en esos condenados días del mes, no te apetece un revolcón, pero sí un buen chocolate caliente.

¿De verdad es necesario todo esto?

Me muerdo el labio inferior porque yo me suelo conformar con un tío que no me haga preguntas, al que pueda enfrentar con la mirada y, si me subo a horcajadas sobre él, me convierta en la reina de mi fantasioso cuento. Tampoco me apetecen los comentarios morbosos: quiero pasármelo bien, no que me parezca un baboso.

Aunque también estoy tanteando la posibilidad de borrar cada una de las cualidades que tengo dentro del carrito para buscar a alguna chica bajita, dulce, de rizos suaves y que sepa escuchar. Quién sabe, quizá podría decantarme por algún encuentro casual con alguien así; seguro que no me enfadaría tanto con el mundo.

—¿Otra vez estás haciendo la lista de la compra en esa condenada página web?

Levanto la mirada por encima del portátil para encontrarme con el ceño fruncido de mi compañera de piso. A mi pequeña Ricitos, como así la llamo, la decepciona que no crea en el amor. Siempre busca el lado Disney a cualquier situación que estemos viviendo: si no hay comida, es una señal del destino para ser más caritativa. Si el mensajero de Amazon está increíblemente bueno, puede que mañana aparezca con el traje de príncipe azul y nos pida matrimonio a una de las dos.

—Busco al tío perfecto.

—Si no es Brad Pitt, no existe.

—Bueno, ya no está con Angelina, así que puede que estos condenados filtros de sistema me preparen una cita con él esta noche. —Ladeo la cabeza con una expresión divertida—. Deberías disfrutar un poco más de las segundas oportunidades que nos depara la vida, Chiara.

Ella abre la boca de tal forma que por un momento pienso que sus bucles, perfectamente peinados, cobrarán vida y me atacarán. No puedo decir que mi pequeña irlandesa sea horrible: tiene ojos verdes en tono aceituna y sus mejillas están repletas de pecas.

La muy bellaca no duda en tirarme un cojín, por lo que alzo el ordenador por encima de mi regazo para no aceptar, sin querer, a ningún idiota al que no pueda mirar a la cara.

—Deberías buscar una oportunidad para ti —aseguro mientras me acerco a ella para tirarle de uno de sus rizados mechones—. Lo de Malcom fue una putada, pero eres capaz de pasar página sin necesidad de estar en la cama de nadie. Para superar tienes que tener heridas abiertas, y te aseguro que hace mucho que las mías están lejos de ser visibles. ¿Acaso no te pones cachonda nunca? ¿Esperas que Adam quede contigo para llegar al orgasmo?

—¡Zoe! —protesta con las mejillas terriblemente sonrojadas—. ¿Cómo tienes la lengua tan sucia?

Mi compañera de piso retrocede unos pasos, se siente dolida por mis palabras, y me hace la peor persona del universo. Quiero decirle que no se aleje de mis brazos, que la achucharé hasta pedirle perdón muy bajito, pero prefiero guardar silencio.

—Los hombres no son los únicos que pueden saciarse a sí mismos. —Mi tono es un poco más severo. Conozco bien la sensación de esperar a la nada y no voy a volver a ese punto de mi vida—. Deberías conocerte un poco a ti misma antes de buscar estereotipos que no existen.

Chiara no es capaz de contestarme. Somos como el día y la noche. Las relaciones, para ella, son un viaje que se debe vivir con las mismas ganas que el anterior, porque si no lo haces puedes perder la oportunidad de tener tu final feliz.

Yo no soy nadie para juzgar la forma de actuar de cada persona. Me frustra cuando Adam aparece por aquí dando a entender que será su sueño y solo le interesa estar encerrado en la habitación con ella durante horas. Me gustaría abrirle los ojos, como una vez nadie me los abrió a mí, pero no soy yo quien debe darse cuenta de ello.

Vuelvo a sentarme en mi sofá con las piernas cruzadas, mientras centro mi mirada nuevamente en la pantalla del portátil. He dejado a medias al futuro amor de mi vida, así que creo que debo terminar mi tique y elegir a qué idiota voy a ver esta noche.

Tras darle a «Aceptar y finalizar» a cada uno de los filtros que aparecen delante de mí, opto por coger un cigarrillo de la mesa auxiliar que tenemos en el salón. Esto me parece una jodida chorrada, solo ha faltado que me hubiesen preguntado por la longitud del miembro viril de mi seleccionado.

El sonido de la notificación me hace soltar

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos