Una oportunidad para dar calabazas (Serie Seasons 2)

Mar Poldark

Fragmento

una_oportunidad_para_dar_calabazas-2

Capítulo 1

El día que tropecé con mis sentimientos

El maldito dolor de cabeza me estaba matando. Era insoportable. Sentía un angustioso aguijón perforando mis oídos al compás de la aniñada voz de Sofía Reyes. Mi cuerpo era capaz de moverse solo mientras me abrazaba a la almohada; contaba hasta tres como la maldita canción y entraba en un bucle del que me resultaba imposible escapar.

Solté un quejido repleto de frustración, debería estar acostumbrada a los largos eventos que cubríamos; a sus copas de champán además de las extensas explicaciones que proporcionaba al mundo en relación a mi éxito.

Abrí los ojos con la intención de levantarme, debía enfrentar el día antes de que me comiera por completo. La luz del sol me hizo esconderme bajo las sábanas, no solo me sentía parte del elenco de Crepúsculo, sino que mis músculos estaban tan rígidos que me preocupó que un simple movimiento los desgarrase por completo.

«Ni seis sesiones de spa acabaran con esto»

Derrotada apoyé las manos sobre el colchón e hice fuerza con mis manos con la intención de incorporarme. Mis bucles dorados saltaron de un lado a otro recordándome que debía peinarme en el instante que pusiera un pie fuera de la cama. La sábana se deslizó por mi cuerpo y la sensación me resultó tan gratificante que fruncí el ceño mirando a mi alrededor. No estaba muy segura de por qué estaba desnuda, solo alcé mi mirada azulada hacia la parte del colchón que estaba hundida y me proporcionaba calor.

Mi corazón dio un brinco cuando sus ojos se entrelazaron a los míos. Me quedé estática esperando que fuera mi subconsciente el que me estuviese jugando una mala pasada, pero no: sus mechones oscuros estaban adheridos a su frente, sus labios semiabiertos buscaban las palabras adecuadas que regalarme y su nerviosismo me daba a entender que se sentía entre la espada y la pared.

—Buenos días —le escuché decir con voz ronca.

Su torso estaba desnudo, en él salpicaba el vello corporal que más de una vez había acariciado hasta quedarme dormida. Me puse alerta, retrocedí negando con la cabeza sin dar crédito a lo que estaba viviendo:

Estaba desnuda en mi cama. Estaba desnuda en mi cama con mi exmarido.

«¿Qué estabas pensando?»

—Mierda —mascullé entre dientes levantándome de forma abrupta—. ¿Qué haces en mi cama? No. No me lo digas. Solo respóndeme a algo: ¿empezaste tú?

—No —suspiró rascándose la nuca—. Llegaste a casa de madrugada, rompiste el espejo de la entrada y tropezaste con la alfombra.

—¿Cómo sabes todo eso?

—Anoche te faltó darle una patada a la puerta para abrirla, Angel. —Vince intentó no reírse, salió de la cama regalándome una imagen de su culo y desvíe la mirada—. Escuché el estruendo desde el sótano, solo quería llevarte a la cama.

—Y al final te arrastré a ella, ¿no es así?

—Solo un poco.

Me maldije nuevamente. Tenía muy claro, que cuando bebía un par de copas perdía por completo el control y ahora tenía que afrontar las consecuencias. Llevaba un año divorciada, se suponía que la distancia entre nosotros era notoria, menos por un pequeño detalle: él no podía mantenerse fuera de estas cuatro paredes y por más que nuestro matrimonio se hubiese roto no iba a dejarle en la calle.

—Qué bien.

Vince se percató de mi deseo de huir de la situación, fue hasta mí y sostuvo mi mano con delicadeza. Su contacto quemó en mi piel. Se suponía que yo estaba bien lidiando con su presencia y le había buscado, camelado incluso desnudado.

—Deberíamos hablarlo.

—No hay nada que tratar, Vincent —dije deleitándome con las sílabas que componían su nombre—. Esto no tendría que haber pasado.

Él me miró dejando que las palabras murieran en su garganta, deshizo el contacto conmigo y retrocedió mostrándome esa sonrisa derrotada que siempre le acompañaba. Me limité a darle la espalda, tenía muy claro que no tropezaría de nuevo con mis sentimientos. Mi corazón podía latir todo lo que quisiese, pero no le daría otra oportunidad.

Ahora era yo quien tenía el control y no iba a soltarlo.

Vincent me dejó sola en la habitación que fue de los dos. Su silencio despertó cada una de mis dudas y no estaba dispuesta a enfrentarlas. Me levanté desesperada, cogí mi móvil y tecleé a mi mejor amiga: tenía un AEAPLOPE, «Amiga en apuros por ligue o por ex», y debía enfrentarlo antes de sufrir una nueva recaída.

***

—¿Puedes dejar de esconderte detrás de ese ridículo cojín en forma de emoticono? —Mi amiga ladeó la cabeza en busca de alguna explicación por mi parte, podía ser paciente, pero hasta cierto límite—. La idea de hablarle a una carita en forma de… bueno, ya sabes, que es ridículo.

—La he cagado, Win. —Asomé un poco la cabeza tras el cojín—. Y creo que esto lo demuestra demasiado bien.

—¿Una caca con ojos es tu espíritu animal hoy?

—Es mi etiqueta más bien —suspiré cruzándome de brazos—. ¿Cómo se me ha ocurrido la brillante idea de violar a Vincent?

—A ver. —Mi amiga llamó mi atención—. Te recuerdo que Vince te saca una cabeza, está bastante fuerte y para tumbarle tendrías que hacerle una llave. Creo que deberías dejar de hacerte la tonta, sabes tan bien como yo que él sigue enamorado de ti, al igual que tú lo sigues de él. Así que no sé exactamente quien ha violado a quien. Mas bien has buscado la excusa y ahora quieres salir corriendo.

—Se suponía que estabas de mi parte —bufé tirándole el cojín. Win se colocó las manos sobre el rostro y sorprendida por mi ataque abrió los labios demostrándome lo ofendida que estaba—. No tienes que decirme que aproveché el momento para llevármelo a la cama.

—Las amigas tienen que decirse lo bueno y lo malo, Angel.

—Pues qué mierda en estos momentos.

Me llevé las manos a la cara con la intención de desaparecer de la faz de la tierra. Estaba avergonzada. Había retazos de la noche anterior que se vislumbraban de manera translúcida en mi cabeza. Una de ellas fue cuando choqué contra su pecho. Recuerdo débilmente como alcé la mirada y estallé en carcajadas. Otra mucho más interesante fue cuando le recorrí con los ojos desde la cabeza hasta los pies para decirle: «Los pijamas que te compra tu madre te hacen veinte años mayor»

—No puedes decir que eres la típica americana divorciada, que quiere empezar de cero tirándose a cualquier tío que pase por su lado.

«Mira que lo he intentado y a todos les saco fallos»

—Tenéis que hablar de lo que pasó.

Mi piel se erizó con aquellas palabras, me levanté del sofá y le sugerí que probara el zumo de mango, zanahoria y naranja qu

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos