Solo para siempre

Abby Jimenez

Fragmento

Soy AITA

r/AmItheasshole hace 1 semana

Enviado por Just_in_267

¿Soy AITA[1] por ponerle a mi perro, que es feísimo, el nombre del que fue mi mejor amigo?

Tengo 29 años y soy amigo de Chad (29 años) desde que nacimos. Nuestras madres son amigas, crecimos juntos y hemos sido compañeros de piso durante los últimos diez años, hasta el incidente que desencadenó nuestra situación actual.

Os cuento. Llevo un tiempo sufriendo una… vamos a llamarla «racha». Básicamente, todas las mujeres con las que salgo más de un par de veces acaban encontrando a su alma gemela después de cortar conmigo. Ya se ha convertido en algo normal. Empezó hace tres años y me ha pasado cinco veces. Cortamos y el siguiente tío con el que sale acaba siendo el Elegido.

A mis amigos les parece graciosísimo. Siempre corto con ellas sin malos rollos y me alegro de que sean felices, pero mis amigos se burlan de mí sin piedad. Me llaman el Amuleto de la Buena Suerte.

En fin, avancemos hasta hace cinco meses. Estuve saliendo con Hope, una mujer de 28 años, durante unas semanas. Nada del otro mundo. Decidimos que no sentíamos nada, que no había química, así que lo dejamos. Y allá que fue ella a enrollarse con Chad. Por supuesto, al más puro estilo Amuleto de la Buena Suerte, eso significa que Chad es su alma gemela. Mi amigo se quedó prendado de ella, conocieron a las familias, se compraron anillos… y decidieron irse a vivir juntos. De un día para otro.

El único problema era que a Chad le quedaban seis meses más de contrato de alquiler, pero dio con una casa perfecta donde mudarse con Hope, y no podía permitirse el lujo de pagar el alquiler de dos sitios a la vez. Así que se encontró con la difícil decisión de fastidiarme a mí o fastidiarla a ella… y me eligió a mí. De repente me vi con el problemón de hallar la manera de pagar su parte del alquiler hasta que terminara el contrato.

Pasé varias semanas estresado. No me apetecía nada buscar un nuevo compañero de piso, y el casero no me dejaba rescindir el contrato por completo, aunque me dijo que podía mudarme a un piso más barato. El único disponible en el edificio era un estudio. Un poco pequeño, pero era una solución temporal y barata. Aproveché la oportunidad y acepté sin pensármelo dos veces. Luego descubrí POR QUÉ era barato y estaba desocupado. Porque daba directamente a una de esas vallas publicitarias con el cartel del Rey del Inodoro: un fontanero disfrazado de Enrique Tudor, asomado a un inodoro gigante lleno de caca con un desatascador en la mano. Debería ser ilegal que una valla publicitaria esté tan cerca de un edificio. Es como si la única persona destinada a verlo fuera el pobre desgraciado que vive en el estudio, que ahora soy yo. En serio. No se ve otra cosa. Ni cielo ni agua…, solo el Rey del Inodoro. Todo el día. Toda la noche. Se ilumina en cuanto se pone el sol y ni bajando las persianas venecianas me libro de la luz. Trabajo desde casa. Esto es el infierno.

Chad cree que es lo más gracioso que me ha pasado en la vida y no deja de trolearme, aunque todo esto es culpa suya. No para de enviarme fotos de todas las vallas publicitarias, de las paradas de autobús y de los aviones donde se anuncia el Rey del Inodoro, y si vives en la zona de Minneapolis/Saint Paul, ya sabrás lo habitual que es.

Estoy enfadado, pero he decidido buscar un motivo para pasar más tiempo fuera y así no mirar por la ventana. Siempre he querido tener un perro, pero Chad se negaba. Así que fui a una protectora y elegí al más feo que había. Es tan feo que nadie más lo quería. Tiene prognatismo y sarna, y le falta media oreja. Es un grifón de Bruselas pequeño, y tiene el gesto ceñudo de un gremlin cabreado. Lo adopté y lo llamé Chad, ya que ahora es mi nuevo mejor amigo. Si estás leyendo esto, que sepas que estás muerto para mí, Chad humano. En realidad no es cierto, sigo queriéndolo, pero lo etiqueto en todas las fotos de Instagram de Chad el Perro con «¡Mirad, este Chad sí es leal!».

A mi amigo le hace mucha gracia, pero Hope está enfadada y dice que debería cambiarle el nombre al perro. La madre de Chad está de acuerdo y se niega a dejarme entrar en su casa si no le cambio el nombre. Una putada, porque es la mejor amiga de mi madre y voy mucho a verla por asuntos familiares. De momento no se lo he cambiado.

¿Rencoroso? Vale. Pero ¿soy un gilipollas?

1

Emma

Has visto esto?

Mi mejor amiga inclinó su teléfono para que pudiera ver a qué se refería. La pantalla mostraba un hilo de Reddit del subforo Am I The Asshole.

Estábamos en la cafetería del hospital, durante el descanso para comer.

—¿Qué pasa? —pregunté mientras les echaba kétchup a las patatas fritas.

—Tú léelo —me contestó—. Te mando el enlace.

Lo hizo y me llegó.

Cogí mi vaso y sostuve la pajita del té helado entre los dientes mientras leía. En cuanto llegué al segundo párrafo, abrí los ojos de par en par.

—¡Ay, madre! —susurré.

—¿¡A que sí!? Y yo pensando que tú eras única con eso del amuleto de la buena suerte.

—Es un don —repliqué—. Mis exnovios están muy contentos, claro; yo no mucho. —Bebí un sorbo de té y seguí leyendo. Cuando terminé, solté el móvil—. El gilipollas tampoco.

—Totalmente de acuerdo —convino ella—. ¿Has visto la valla publicitaria a la que se refiere?

—No.

—Lo he buscado en Google. Mira.

Me enseñó otra vez su móvil y estuve a punto de ahogarme por la risa.

—Pobre hombre.

—Yo nunca te la jugaría de esa manera —me aseguró Maddy.

—Espero que no. No podría vivir sin ti.

Mi amiga sonrió y le dio un mordisco a su fajita vegetal.

—Es raro que a los dos os pase lo mismo —dijo después de tragar—. Todos vuestros ex han encontrado su final feliz.

—¡Ja! Me pregunto a cuántas bodas habrá tenido que ir —repliqué mientras le quitaba los pepinillos a mi sándwich de pollo y los ponía en su plato.

Maddy señaló mi móvil con la cabeza.

—Deberías preguntárselo.

La miré.

—¿Te refieres a que le mande un mensaje privado?

Se encogió de hombros.

—Sí, ¿por qué no? A los tíos les encanta que las mujeres les manden mensajes privados —me aseguró—. En serio. Pregúntaselo. Comer sin más es aburrido. Así nos divertimos.

Suspiré.

—Vale. Uno solo. —Me limpié los dedos en una servilleta, cogí el móvil y abrí los mensajes privados de Reddit.

Su nick era Just_in_267. Me pregunté si se llamaría Justin. El mío era Emma16_dilemma. Usaba el mismo desde que estaba en secundaria. Igual debería ir pensando en cambiarlo.

Empecé a teclear:

Tengo el mismo problema que tú. Me ha pasado siete veces en los últimos cuatro años. Cortamos y mi ex se casa a los seis meses. También te invitan a la boda? A mí me han pedido tres veces que sea dama de honor Emoticono llorando de la risa

Le di a enviar.

—Ya está. Lo he enviado. Acabo de escribirle un mensaje a un desconocido. —Solté el móvil—. Parece algo típico de mi madre.

Maddy resopló.

—Tu madre se gastaría todo el dinero del alquiler en una vidente que pinta retratos de tu alma gemela y luego te enviaría el mismo que pinta siempre para todo el mundo. Eso haría Amber.

No me reí. Encerraba demasiada verdad como para ser gracioso.

Oí el aviso de una notificación.

—El tío de Reddit acaba de contestar —dije.

Maddy se detuvo con la fajita a medio camino de la boca.

—¿Qué dice?

Hice clic en el mensaje.

Perdona si me equivoco, pero no serás una periodista intentando averiguar mi identidad para escribir otro artículo sobre el hilo de Reddit, ¿verdad? Dímelo. Es como si alguien le pregunta a un policía infiltrado si es policía y no puede mentir al respecto

Me reí.

—¿Qué? —me preguntó Maddy.

—Cree que soy una periodista que intenta averiguar quién es.

—¿Tiene ese problema?

—Eso parece.

Empecé a teclear.

No soy periodista

Eso es justo lo q diría una periodista infiltrada

Meneé la cabeza con una sonrisa.

Soy enfermera

Me envió un emoji con los ojos entrecerrados.

Se me ocurrió una idea.

Dime cuántos dedos tengo que levantar

Pasaron unos segundos.

Cuatro

—Maddy, hazme una foto.

Se quedó boquiabierta.

—¿¡Vas a mandarle una foto a ese tío!?

—Sí, ¿por qué no?

—¿Porque podría ser un asesino en serie?

—¿Un asesino en serie con sentido del humor, que ha adoptado un perro, que conserva amistades de la infancia y que tiene una buena relación con su madre? —Le pasé mi teléfono—. Si usara Tinder, también vería mi foto y, de todos modos, estaremos en Hawái dentro de unas semanas. Él está en Minnesota. Aunque pudiera averiguar quién soy, es imposible que me localice.

—¿Y si es un tío asqueroso que no usa hilo dental y vas a darle una foto con la que pueda cascársela?

Puse los ojos en blanco.

—¡Vale ya!

Ladeé la cabeza para que la trenza me cayera sobre el hombro y levanté cuatro dedos. Maddy no parecía contenta, pero hizo la foto con mi móvil antes de devolvérmelo.

Llevaba el pijama sanitario y la placa identificativa prendida en el bolsillo. Abrí la función de editar, taché mis datos y envié la foto.

Estoy en el trabajo. Los periodistas llevan pijama de enfermería? Cuántos periodistas han intentado engañarte?

Esta semana o en total?

Le envié un emoji riéndose.

Ahora que hemos comprobado que eres quien dices ser, responderé a tu pregunta. Solo una de las chicas que se benefició de mi racha me invitó a su boda. Fui el padrino y la temática era Beetlejuice

Me reí y se lo leí en voz alta a Maddy.

—Fotos o no me lo creo —dijo ella.

Escribí: «Fotos o no me lo creo Emoticono llorando de la risa».

Solté de nuevo el móvil.

—Llevas razón. Esto es divertido.

—Tengo buenas ideas —dijo ella.

Casi había terminado de comerme el sándwich cuando me llegó otro mensaje.

—Acaba de responder —anuncié—. Ha enviado una foto.

Maddy se puso en pie de un brinco para mirar por encima de mi hombro.

Pinché en el mensaje y empecé a reírme de inmediato. Los novios iban vestidos como Beetlejuice, y Lydia, con el vestido de novia rojo de la película. La dama de honor y el padrino iban vestidos como los Maitland, solo que con las caras terroríficas que ponían al principio para asustar a los nuevos residentes. Aparecía con una nariz larga en forma de cono y los ojos saltones. Le envié una hilera de emojis partiéndose de la risa.

—Es verdad, tiene sentido del humor —dijo Maddy.

Incliné la cabeza.

—Qué pena que no pueda verle la cara.

—Reenvíamela.

—¿Para qué?

—Porque voy a hacer una búsqueda de imagen inversa.

—Bien pensado. Vale, espera.

Se la envié. Volvió a sentarse y cogió su móvil. Respondí a la foto de Justin con un LOL, y seguí comiendo.

—Lo encontré —anunció Maddy, al cabo de unos cuarenta y cinco segundos.

Me quedé pasmada.

—¿Tan rápido?

—El FBI debería contratar a más mujeres. Somos investigadoras natas. Está en su Instagram. Y definitivamente es él, veo la valla publicitaria. Te mando el enlace.

Me llegó al instante, pero me contuve.

—Un momento. ¿Está bien que hagamos esto? Me parece una violación de su intimidad.

Maddy me miró por encima del móvil.

—Cuando los hombres dejen de agredir a las mujeres que conocen en internet, nosotras dejaremos de espiarlos para asegurarnos de que no dan mal rollo. Y, de todas formas, si no quisiera visitas de desconocidos, tendría la cuenta privada.

Asentí con la cabeza.

—Vale. Bien visto.

Pinché en el enlace y miramos su muro al mismo tiempo desde nuestros respectivos teléfonos. Tenía el pelo castaño, los ojos marrones, iba bien afeitado. Blanco, con hoyuelos. Una bonita sonrisa, se encontraba en forma… y era mono. Monísimo.

—¿Lo estás viendo? —me preguntó Maddy—. Está claro que este tío usa hilo dental.

—¡Ay, madre, el perro!

Maddy exclamó:

—¡Hala, pues sí que es feo! Parece una gárgola diminuta.

Ladeé la cabeza.

—No sé. Es tan feo que da hasta cosita. —El perrito era marrón, desgreñado, con las orejas caídas, chato y con el ceño fruncido. Ojos llorosos y un poco saltones. En la foto, Justin lo tenía en brazos y sonreía como un niño que acaba de recibir lo que siempre había querido por Navidad. El pie de foto decía: «En fin, Brad el Perro tiene una tenia, pero por lo menos no me la ha metido doblada con el alquiler».

—¿Brad? —pregunté, levantando la mirada—. Creía que su amigo se llamaba Chad.

—Seguro que cambió los nombres para proteger su intimidad. Qué considerado. ¿Has visto los comentarios? —preguntó—. Échales un vistazo.

Pinché para ampliarlos. Emojis riéndose y más emojis riéndose. Un comentario de una tal Faith: «En serio, Justin? Qué mal». Otro de alguien llamado Brad: «La próxima vez que vaya, pienso robarte la barra lateral para bajar la persiana».

Empecé a reírme mientras leía.

—Mira el perro —me dijo Maddy.

—¿Qué le pasa?

—Parece cómodo con él. Siempre me fijo en los animales de las fotos, porque te dicen mucho sobre la persona. Me doy cuenta a la primera cuando alguien se hace una foto con el perro de otra persona para ponérsela en el perfil, porque el perro parece estar diciendo: «Vale, no te conozco, pero tú mismo». Desplázate hacia abajo —dijo—. ¿Ves? Mira la que está en el sofá.

Había una foto de Justin en un sofá. Tenía un brazo alrededor de una niña que estaba acurrucada contra él, durmiendo con la cabeza apoyada en su pecho. El perro dormía a su otro lado, apoyado en un muslo. La foto era entrañable.

—Ese perro confía en él —afirmó Maddy—. Y es un perro adoptado, así que fíjate… Con lo asustadizos y miedosos que son. —Guardó silencio de nuevo y siguió mirando fotos—. Baja un poco más —me dijo—. La valla publicitaria.

Me desplacé unas cuantas fotos hacia abajo y allí estaba. La infame valla publicitaria. Y Justin no bromeaba. Era un espanto. Ya sabía cómo era porque Maddy la había buscado en Google, pero verla desde el interior del estudio era algo muy distinto. ¡Tapaba toda la vista!

—¡Madre mía! Afirmo con rotundidad que Justin no es gilipollas. ¡Eso es demasiado!

La foto estaba hecha desde la cocina, por lo que la valla se veía en todo su esplendor. Como era un estudio, solo tenía una puerta corredera de cristal que daba a la terraza, totalmente ocupada por la imagen de un cincuentón sonriente vestido de rey que sostenía un desatascador sobre un inodoro.

—Tiene una cama como Dios manda —comentó Maddy.

—¿Y?

—Eso es buena señal. Cuanto más cerca del suelo esté el colchón, peores son. Todos los tíos que fingen olvidarse la cartera cuando quedas con ellos, o duermen en un futón, o en un colchón en el suelo. Siempre les digo que me manden una foto de su cama antes de quedar con ellos. Y les quito puntos si usan saco de dormir como manta, aunque tengan una cama con somier y cabecero.

—¿Por qué?

—Porque usar un saco de dormir recuerda un poco a dormir en el suelo, ¿no?

—¿Y si tiene una litera? —le pregunté.

—Vale, esa es la única circunstancia que invalida mi teoría, así que por eso exijo que me envíen una foto del dormitorio antes de quedar.

—Me dejas muerta.

Amplié la foto para ver el resto del estudio. La cama estaba hecha y tenía un nórdico beis. A un lado había una mesa muy ordenada con un ordenador de sobremesa muy aparatoso. Tenía tres monitores grandes, un teclado y un ratón inalámbrico en el centro. Junto a la mesa vi una camita para el perro y una maceta en un rincón. Había cuadros en las paredes. Era un estudio bonito, salvo por las vistas. Estaba claro que era un hombre limpio y tenía bastante buen gusto.

Me desplacé hacia abajo para ver el resto de sus fotos. Ninguna con mujeres. En varias salía la que probablemente sería su familia. Un adolescente que parecía una versión suya con quince años, con los mismos hoyuelos. Una niña que tendría once o doce años. Y la pequeña dormida en el sofá, que no podía tener más de cinco. Había etiquetado a la que suponía que era su madre en las fotos, así que pulsé en su perfil, pero era privado.

—Lo he encontrado en LinkedIn —anunció Maddy—. Su nombre completo es Justin Dahl. Es ingeniero de software. —Guardó silencio un instante—. Su padre murió hace unos años. Acabo de dar con una esquela que lo menciona. Ajá. Es él. Los mismos niños de su Instagram. Tiene tres hermanos: Alex, Sarah y Chelsea.

—¿Cómo murió su padre? —le pregunté.

—Solo dice «inesperadamente». Era joven, con cuarenta y cinco años. Qué putada. Espera, voy a comprobar el registro de delincuentes sexuales. —La búsqueda le llevó un minuto—. Está limpio. —Soltó el móvil y cogió la fajita—. No veo ninguna señal alarmante, salvo que su nombre empieza por jota. Los hombres con nombres que comienzan por jota son los peores. He empezado a seguirlo en Instagram desde mi segunda cuenta para mantener la vigilancia. Puedes proceder.

La miré con expresión guasona.

—Que proceda ¿a qué?

—No lo sé. Sigue hablando con él. A ver si es normal.

—Parece normal —repliqué al tiempo que volvía a mirar el teléfono—. Somos nosotras las que no somos normales —murmuré.

Me había enviado la foto de Beetlejuice hacía nueve minutos y ya habíamos deconstruido toda su vida. Había visto su cara, su familia, su piso y la esquela de su padre, y también sabía dónde trabajaba.

Miré la hora.

—Mierda, tenemos que irnos.

Maddy le echó un vistazo al reloj.

—Mierda. —Le dio un último bocado a la fajita y se puso en pie.

Recogimos la mesa y corrimos hacia la UCI. Justin no respondió antes de que yo retomara mi turno.

Esa noche, después del trabajo, Maddy preparó la cena. Champiñones portobello a la plancha y arroz pilaf. Yo lavé los platos y recogí la cocina, luego me duché y me sequé el pelo.

Estaba en pijama y en la cama cuando por fin descubrí un mensaje de Justin. Me lo había enviado justo después de que yo volviera al trabajo tras el descanso para comer.

Me había mandado una foto. No era de Instagram. Estaba en el salón de su casa y tenía detrás la valla publicitaria, que se veía por encima de su hombro. Llevaba al perro en brazos.

Para que veas que en realidad no soy un personaje de Beetlejuice. Espero que no seas una periodista encubierta intentando destapar la historia del Amuleto de la Buena Suerte

Me reí y empecé a teclear.

Así que ese es Chad?

Brad. Cambié los nombres en Reddit. Hope se llama Faith en realidad

Ah! Y qué le parece a Brad lo de ser famoso en internet por gilipollas?

Le parece gracioso. Porque es un gilipollas

Solté un resoplido.

No bromeabas con lo de la valla publicitaria

Es mucho peor en persona, en serio

Que conste que no creo que tu perro sea tan feo

Me decepciona oír eso. Le quita un poco de emoción al nombre. Tienes alguna mascota?

No. Soy enfermera itinerante. Sería demasiado complicado. Pero siempre compro una planta cuando cambio de ciudad

Y luego te la llevas?

No, no puedo. La dejo

Emoticono sorprendido asesina!

Meneé la cabeza y sonreí.

Se la regalo a alguien. Ninguna planta resulta herida en el ejercicio de mi profesión

Por qué una planta? Te gusta la jardinería?

Me incorporé y me senté sobre las piernas.

Las plantas alegran cualquier habitación. Y sí, me gusta la jardinería. Aunque me muevo demasiado para dedicarme a ella

Así que de verdad te pasa lo mismo que a mí? Lo del amuleto de la buena suerte?

Pues sí. Cuéntame, por qué están los periodistas intentando averiguar tu verdadera identidad?

Tecleó durante un minuto y me puse un poco de bálsamo labial mientras esperaba.

Porque todo el mundo quiere saber quién es el tío capaz de ayudarte a encontrar a tu media naranja. No creo que a nadie le importe el resto de la historia. Fue lo del amuleto de la buena suerte lo que se hizo viral

Ya me imagino

Recibo miles de mensajes privados. Tuve que desactivar las notificaciones porque me estaban volviendo loco. A ti te contesté porque dijiste que te pasa lo mismo y supuse que no estabas intentando salir conmigo solo para cortar después

Me reí. Otra vez.

Miré la hora. Era tarde.

Tengo que irme a la cama. Mañana me toca otro turno de doce horas

Emoticono de mano con pulgar hacia arriba Vale. Encantado de charlar contigo

Sonreí.

«Sí, lo mismo digo».

2

Justin

Vi a Brad y a Benny al fondo del restaurante y eché a andar hacia ellos.

—Por fin —dijo Brad mientras me sentaba en el asiento granate—. Sabes que algunos tenemos descansos breves para comer, capullo.

—Lo siento, tenía que darle la pastilla antiparasitaria a Brad. Te he traído una a ti. Faith me ha dicho que últimamente arrastras el culo por la moqueta.

Benny empezó a resoplar de la risa y Brad intentó mantener la cara seria, pero no pudo.

Mi mejor amigo llevaba una camisa hawaiana y unos chinos rosas. Era el gerente de una tienda de Trader Joe’s. Desde que se mudó echaba de menos lo de no tener que ir al supermercado. En realidad echaba de menos muchas cosas desde que se mudó. Como tener otro ser humano con quien hablar, ¡aunque fuera él!

Saqué un palito de mozzarella de la bandeja de aperitivos que habían pedido y lo metí en el cuenco de salsa marinara.

—¿Qué está bueno aquí?

—Las alitas —contestó Brad.

—¿Por qué sabía que dirías eso?

Brad pedía alitas en todos los restaurantes a los que íbamos, sin excepción. Si tenían alitas en un restaurante de sushi, las pedía.

Benny señaló la carta con la cabeza.

—Las hamburguesas están buenas. El pan es casero.

—¡Ah, genial! —exclamé, quitándome la chaqueta—. ¿Cómo está Jane?

—Bien. Te manda saludos.

Brad pasó un brazo por encima del asiento.

—Sí, Faith también te manda saludos. Y dice que le cambies el nombre al puto perro.

—No —dije con rotundidad mientras cogía la carta—. Es viral. Ya no puedo echarme atrás, ¿dónde quedarían mis principios?

—¿Todavía sigue lo del foro de Reddit? —me preguntó Benny.

—Sí, más o menos —contesté, hablando mientras ojeaba la carta—. Creo que el otro día llegó a TikTok, así que ha empezado otra vez. No ha parado en toda la semana.

—¿Qué dice la gente? —me preguntó Benny.

Solté una carcajada.

—Sobre todo que no soy gilipollas. —Miré directamente a Brad, y él soltó una risilla—. Algunos dicen que debería haberte demandado por incumplimiento de contrato. —Me reí. Jamás lo haría—. Hay un montón de comentarios diciendo que los dos somos gilipollas.

—Es verdad —replicó él, que miró su teléfono—. Somos gilipollas. Pero solo el uno con el otro. Es la base de nuestra amistad.

—Un montón de mujeres me han preguntado si estoy dispuesto a salir con ellas y a cortar después para que puedan encontrar a sus almas gemelas —seguí con deje guasón mientras ojeaba las opciones de las hamburguesas.

—¿Vas a hacerlo? —preguntó Brad—. ¿Vas a ofrecer tus servicios?

Resoplé.

—No.

—¿Por qué no? —replicó.

—Solo quieren salir conmigo para cortar después. Ahora mismo tengo como doscientos mensajes y todos son iguales.

—¿Y si hay alguien guay? —terció Benny.

Lo miré.

—¿Alguien guay que quiere cortar conmigo? ¿Sin habernos conocido siquiera? Soy una novedad. Una historia graciosa que contarles luego a sus amigos: he conseguido salir con el tío de Reddit ese que es el Amuleto de la Suerte. No, gracias. Además, mi racha ni siquiera es real.

—Dado que yo mismo me beneficié de ella, te aseguro que sí lo es —me contradijo Brad.

—Solo es una coincidencia —repliqué—. No hay nada mágico en el asunto.

Mi mejor amigo negó con la cabeza.

—Mira, puedes creer lo que te dé la gana. Pero cuando conocí a Faith, y me refiero al momento exacto en el que la vi, fue como si me hubiera atropellado un camión. A ella le pasó lo mismo. Haces que las mujeres consigan el «Y fueron felices y comieron perdices». Hasta podrías cobrar por hacer esto.

—¡Ah, y me lo dices ahora! —exclamé, cerrando la carta de golpe—. El mes pasado me habrían venido bien los mil doscientos pavos extra.

Me hizo una peineta.

Cogí otro palito de mozzarella.

—Bueno, en realidad sí que he conocido a alguien a través de los mensajes.

Benny pareció interesado.

—Ah, ¿sí? ¿Quién es?

—Una chica. Una enfermera. Me mandó un mensaje hace unos días. Dijo que le pasaba lo mismo que a mí.

—¿Lo del amuleto de la buena suerte? —preguntó Benny.

Asentí con la cabeza.

—Sí.

Era preciosa. En la foto llevaba la ropa de color azul claro del hospital y la larga melena castaña recogida en una trenza. Tenía los ojos verdosos y una enorme sonrisa. No parecía enfermera. Parecía una estrella de cine interpretando a una enfermera. Además, también parecía bastante guay.

—¿Vas a enrollarte con ella o qué? —me preguntó Brad.

—No creo que viva aquí. Es enfermera itinerante.

—Joder, qué putada. ¿Dónde está? —quiso saber.

—No lo sé. No le he preguntado.

—Pues deberías —dijo Benny—. ¿Y si está en Las Vegas o algo así? Podríamos ir todos. Sería divertido.

Brad me hizo un gesto con la cabeza.

—No sé, pero si a ella le pasa lo mismo que a ti, si salís y lue­go cortáis, los dos encontraréis a vuestras almas gemelas.

Me reí un poco mientras metía el palito de mozzarella en el cuenco de salsa ranchera.

—Oye, que lo digo en serio —insistió—. Piénsalo. Os anularíais mutuamente.

—No sé qué decirte. Aunque me ha parecido bastante simpática.

—¿Le has mandado un mensaje hoy? —me preguntó Brad.

—No. ¿Por qué?

—No sé. Es que me estoy cansando de que estés sin pareja todo el tiempo. Te cargas la ratio.

—Qué atrevido por tu parte suponer que eso me importa —repliqué, y le di un mordisco al palito.

Aunque de un tiempo a esa parte sí que me importaba.

Benny y Brad tenían relaciones serias. No me gustaba ir de sujetavelas cuando salíamos todos juntos, que era lo normal.

Estaban empezando a hacer planes en pareja para los viajes y los cumpleaños. En octubre irían los cuatro a Lutsen para hacer senderismo. Me habían preguntado si me apuntaba, pero les había dicho que no. No quería ir solo.

Inflé los mofletes y solté un suspiro.

—Creo que estoy un poco quemado del tema.

—Yo odiaba lo de quedar con mujeres —dijo Benny.

Brad se apoyó en el respaldo del asiento.

—Tuviste suerte. Conociste a Jane gracias a tu hermana. Y ella también va en serio contigo, porque ya le interesabas antes de lo del trasplante.

Benny se rio. Dos años antes le habían trasplantado un riñón, donado por Jacob, el hermano de Jane.

Brad se llevó el vaso a los labios para beber.

—Queda con la enfermera esa. Ve adonde esté. Coméntale la idea, a lo mejor le interesa.

Lo miré fijamente.

—¿Que le comente la idea?

—Sí —contestó él—. Lo de salir, cortar y que ella también encuentre su final feliz. Y todos contentos, en serio. Esta es tu oportunidad. Como no hagas algo, te pasarás el resto de la vida ayudando a las mujeres a crear sus familias y tú te quedarás sin ninguna.

—¡Ja! —Acabé de comerme el palito de mozzarella—. En fin, no es una ciencia exacta. No todas las mujeres con las que salgo terminan casándose.

—No, solo se casan las que te gustan lo suficiente como para que salgas con ellas más de dos veces. A ver —siguió, apoyándose en la mesa—, sabes que no soy supersticioso. No creo en la magia, ni en los maleficios, ni en las maldiciones, pero ¿esto que te está pasando? Es real, lleva ocurriendo tres años y va a seguir ocurriendo como no hagas algo. A lo mejor esto es ese algo.

Sacudí la cabeza.

—¿Qué importancia tiene que las mujeres con las que salgo durante una temporada larga acaben siendo felices? No entiendo por qué tengo que ponerle fin.

—Pues que todas las mujeres que te interesan como para salir con ellas en serio están destinadas a ser la pareja de otro, ¿no te parece?

Guardé silencio y fijé los ojos en él.

Brad me devolvió la mirada.

—Nunca encontrarás pareja mientras las mujeres con las que salgas no estén hechas para ti. No eres su alma gemela. Su alma gemela es la persona que conocen después de estar contigo. Es lo que está escrito. Literalmente están predestinadas a no ser la Elegida. Piénsalo.

Sin embargo, no tuve ni que pensarlo. Porque, en cuanto lo dijo, supe que era verdad.

Brad tenía razón. Desde que noté la racha, había percibido que… me faltaba algo. Nunca me sentía bien con nadie. No había suficiente química o simplemente perdía el interés después de unas cuantas citas. No le había dado mucha importancia. Solo pensaba que no encajaba con ellas. Pero después de que Brad lo mencionara…

—Mándale un mensaje —insistió mi amigo—. Inténtalo. ¿Qué puede pasar?

Benny asintió con la cabeza.

En realidad, sí que había pensado en ella. Había comprobado una o dos veces si me había enviado algún mensaje más. Pero qué va. El último lo envié yo para decirle que me había gustado charlar con ella, hacía tres días. Intentar seguir hablando con ella era un callejón sin salida si vivía en otro lugar. Pero ¿quién sabía? A lo mejor Brad tenía razón. ¿Qué daño podía hacer intentarlo? En el peor de los casos, malgastaría tiempo y dinero y no llegaría a salir en serio con ella. Menuda novedad… Eso era lo que me pasaba con todas las mujeres con las que salía.

¡A la mierda! Cogí el móvil y empecé a escribirle un mensaje a Emma16_dilemma.

3

Emma

Justin acaba de mandarme un mensaje.

Volvíamos a casa desde el supermercado en el coche de Maddy.

Hacía tres días que no sabía nada de él, y ya me había hecho a la idea de que no volveríamos a hablar.

—¿Qué dice? —me preguntó mi amiga.

Lo leí en voz alta.

Puedo hacerte una pregunta médica?

Maddy me miró desde el asiento del conductor.

—Estás a punto de recibir la imagen de un sarpullido o una fotopolla.

—¿Me arriesgo? —le pregunté.

—Sí. La verdad es que me interesa ver el tamaño de las dos cosas.

Me eché a reír y tecleé la respuesta.

Aquí me tienes para contestar cualquiera de tus preguntas candentes. Y si te quema de verdad, deberías ir al médico

Emoticono llorando de la risa

Y después…

Es cierto lo que dicen de que los bastoncillos para los oídos son malos o es que los médicos no quieren que sea feliz?

Me eché a reír de nuevo. Luego se lo leí a Maddy.

—Es muy gracioso para ser tan guapo —dijo.

La miré por encima del teléfono.

—¿Qué pasa? ¿No pueden ser guapos y también graciosos?

—No. Cuando son así de atractivos o miden más de metro ochenta, lo normal es que tengan la personalidad de una palmera.

Escribí mi respuesta mientras me partía de risa.

Por desgracia, lo del bastoncillo es cierto. He lavado muchos, muchísimos oídos obstruidos

No lo dejaré jamás

Yo tampoco. #bastoncillosparasiempre

JAJA

Esperé unos minutos, pero no me mandó nada después de eso.

Habíamos llegado al punto en un intercambio de mensajes en el que había que esforzarse por continuar la conversación o dejarla morir.

Estaba un poco aburrida. Decidí seguir por mi cuenta.

en qué trabajas?

Ya sabía en qué trabajaba porque Maddy lo había acosado cibernéticamente, pero como no podía decirle eso, tenía que preguntárselo.

Contestó casi de inmediato.

Soy ingeniero de software. Hago sitios web. Puedo hacerte otra pregunta?

Dónde vives?

Por qué?

He pensado que podíamos quedar para tomarnos un café o algo. Intercambiar batallitas sobre amuletos de la buena suerte

Miré a Maddy.

—Acaba de decirme que quedemos.

—Anda que ha tardado… —replicó con sequedad—. ¿Vas a ir?

Negué con la cabeza.

—No.

—¿Por qué?

—Está en Minnesota —contesté.

—A lo mejor viene a verte.

—¿Crees que un tío al que he conocido hace tres días se va a montar en un avión y venir a Colorado solo para llevarme a un Starbucks? ¿Qué motivos tiene?

—¡Uf! ¿Porque estás buenísima? Tu madre no te ha dado mucho, pero sí has heredado su cara.

Puse los ojos en blanco y luego seguí escribiendo.

Me encantaría quedar para un café, pero estoy en Colorado. Y dentro de tres semanas me voy tres meses a Hawái

Justo entonces llegamos a casa y me entretuve sacando las bolsas del coche y guardando la compra. Cuando terminamos, Maddy fue a darse una ducha y yo me tumbé en la cama para mirar el móvil. Justin me había contestado hacía media hora.

Adónde irás después de Hawái?

Me puse a escribir una respuesta.

Todavía no lo sé. Vivo con mi mejor amiga, Maddy, y nos turnamos para elegir el siguiente sitio. Ella eligió Hawái y todavía no he decidido adónde ir después

Supuse que no me contestaría enseguida. Me dijo que había desactivado las notificaciones porque estaba recibiendo muchos mensajes, y tenía claro que no iba a estar media hora después sentado con la mirada puesta en la pantalla, esperando mi respuesta, pero recibí un mensaje en cuestión de treinta segundos.

Puedo sugerir Minnesota?

JAJA por qué?

El otoño en Minnesota es precioso. Tenemos la Clínica Mayo y el Royaume Northwestern. Dos de los mejores hospitales del mundo…

Sonreí y empecé a teclear.

Guau, tantas ganas tienes de tomarte un café conmigo?

Emoticono de chica sonriente, en su frente dos manos con el índice y el pulgar tocándose haciendo un círculo Emoticono de chico con las palmas hacia arriba, levantando los hombros de forma indiferente

Una pequeña pausa y luego…

Que sepas que, en teoría, si salimos, cuando rompamos, los dos encontraremos a nuestras almas gemelas

Entrecerré los ojos.

Creía que no querías salir con nadie que solo quisiera cortar contigo…

Esto es distinto. Esto es mutuamente beneficioso. En serio, qué te parece? Porque si te soy sincero, podría interesarme

Y un segundo después…

Nada inapropiado, un acuerdo puramente profesional

Me apoyé en el cabecero con una sonrisa en la cara.

Puedo llamarte?

Pues sí. 651-314-4444

Me planteé la posibilidad de llamarlo con el número oculto. Era simpático, pero no lo conocía. Sin embargo, supuse que podría bloquearlo de inmediato si a la larga se ponía pesado. Marqué y contestó al primer tono.

—Emma.

No sé por qué, pero su voz grave hizo que se me encogiera el estómago por algún motivo.

—No creo en todo eso del amuleto de la buena suerte —dije sin rodeos.

—Yo tampoco.

—No soy supersticiosa.

Lo oí tomar aire entre dientes.

—Yo soy un pelín de eso que has dicho: supersti, nada más.

Resoplé, soltando el aire por la nariz.

—Solo es una coincidencia —dije—. Lo sabes, ¿verdad?

—Estoy de acuerdo. —Hizo una pausa—. Pero…

—¿Pero? Pero ¿qué?

—Pero ¿y si no lo es? Solo estoy haciendo de abogado del diablo. ¿Y si no lo es? Brad me dijo que todas las mujeres con las que empiezo a salir en serio están cósmicamente destinadas a otro. —Se quedó callado un segundo—. ¿No te pasa que siempre te falta algo cuando sales con alguien? Al principio sí que sientes algo que te da ese empujoncito, pero luego la cosa se enfría. ¿Solo me pasa a mí? ¿O también te pasa a ti?

Me encogí de hombros.

—Sí, a mí también me pasa. Pero creo que es porque no conozco al hombre adecuado.

—A ver, que igual es por eso —replicó—. Es agotador empezar de cero todo el tiempo, una y otra vez. Es como si no tuviera sentido hacerlo. Como si estuviera atrapado en una especie de bucle, y me emparejara una y otra vez con mujeres a las que se supone que solo tengo que redistribuir por la línea de producción para que lleguen a otro. Empiezo a preguntarme para qué me molesto. Brad me dijo una cosa que me hizo pensar, ¿sabes? Según él, cuando vio a Faith por primera vez fue como si lo atropellara un camión. Así de fuerte. —Hizo una pausa—. Yo no he vivido ese momento. Con nadie. Tengo veintinueve años. A estas alturas ya debería haberlo vivido con alguien, ¿no?

—Yo tengo veintiocho y tampoco he tenido mi momento camión —admití.

—¿Quieres vivirlo?

—Pues claro que sí. ¿Quién no va a querer que lo atropelle el camión del amor?

—Oye —dijo—, sé que la idea es un poco estrambótica. Pero si lo que nos pasa es verdad, tenemos delante una situación de muy bajo riesgo con una gran recompensa. Solo debemos salir unas cuantas veces y luego dejarlo. Ya está. Si lo que Brad dijo es verdad y no podemos encontrar a nuestra media naranja porque las personas que nos interesan están destinadas a estar con otra, me gustaría mucho que esto acabara.

Apreté los labios.

—Vale, por ahora te sigo. ¿Qué hacemos?

Me lo imaginé encogiéndose de hombros.

—Pues no sé. Quedamos unas cuantas veces y después lo dejamos. A ver si así interrumpimos el ciclo. ¿Cuántas citas te hacen falta para que la cosa se enfríe? En mi caso son tres.

—En mi caso no son las citas. Es el tiempo.

—¿A qué te refieres?

—Tengo que salir con alguien al menos un mes antes de que pase —contesté.

—Vale. ¿Y cómo va el asunto? ¿Tienes que verlo todos los días?

Negué con la cabeza.

—No. Pero sí mantener el contacto diario. Con mensajes o llamadas. Y vernos por lo menos una vez a la semana.

Pareció pensárselo.

—Así que si voy a verte no funcionaría a menos que me quedase un mes o fuera a verte todas las semanas.

—Eso creo.

—Para mí no es viable. Hawái está muy lejos y tengo responsabilidades familiares y eso. No puedo permitirme estar lejos tanto tiempo.

—Bueno —dije—, volveré al continente dentro de tres meses y medio.

—Vale. ¿Lo intentamos entonces?

—Claro. Parece divertido.

Aunque no podía asegurarlo, me dio la impresión de que su silencio transmitía cierta decepción.

Maddy dio unos golpecitos en el marco de mi puerta.

—¿Lista?

Asentí con la cabeza y levanté un dedo.

—Tengo que dejarte —le dije al teléfono—. Maddy quiere ver una peli.

Justin y yo colgamos, y me fui al salón para ver Forrest Gump.

Esa película siempre me ponía nerviosa. A lo mejor porque ver a Jenny (esa chica tan preciosa y desdichada de la que Forrest estaba enamorado) me recordaba demasiado a mi madre.

Maddy debió de pensar lo mismo, porque en cuanto empezaron los títulos de crédito, silenció la tele y me miró.

—¿Hace mucho que no hablas con Amber? —me preguntó.

—Sí —contesté.

—¿Sabes dónde está?

Hice una pausa.

—No. Tiene el teléfono desconectado. Otra vez.

Eso pareció cabrearla.

—Seguramente no pagó la factura. No sé, con todo el dinero que le prestas no entiendo cómo acaba con tantas deudas. No la soporto, te lo juro.

Aparté la mirada. Mi relación con mi madre era complicada. Sin embargo, Maddy lo tenía clarísimo.

—Llamé a la cafetería —seguí—. Me dijeron que dejó el trabajo hace tres meses. Por lo visto, dejó de ir sin más.

Mi amiga puso los ojos en blanco.

—Claro.

Hacía años que ya no llamaba a comisarías y hospitales cuando pasaban ese tipo de cosas. Presentar una denuncia por desaparición era una pérdida de tiempo. Amber se movía demasiado deprisa, era demasiado impulsiva. Iba a un concierto, se subía al autocar de la gira y acababa en la otra punta de Estados Unidos. O conocía a un tío en un bar que la invitaba a vivir en su barco durante cuatro meses en Florida.

Solo sabía con certeza dónde estaba cuando reaparecía de repente. Eso me daba un poco de tranquilidad durante unas semanas, hasta que volvía a desaparecer.

Maddy negó con la cabeza.

—Yo no me preocuparía. Es como el moho negro, siempre vuelve.

Tenía razón. Como siempre.

Sin embargo, llamaría a su casero de todas formas. Por si acaso.

«Por si acaso ha dejado a alguien atrás al irse…».

—No entiendo cómo una mujer así hizo esto —dijo Maddy, que agitó una mano delante de mi cara—. Un miembro funcional de la sociedad.

—Tuvo una vida muy distinta de la mía, Maddy. No creo que todo sea culpa suya.

—Anda que no. Eres demasiado buena. Intenta cabrearte por una vez.

Suspiré.

Siempre llegábamos a ese punto con mi madre. Mi amiga se

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