Viento de otoño

Brenna Watson

Fragmento

Prólogo

Prólogo

Desde que el mundo es mundo,

y Dios lo adornó con las Highlands,

los clanes escoceses vivieron en guerra,

y se unieron frente a un enemigo común.

Porque, quién sabe si en un descuido,

Dios también creó Inglaterra.

Highlands, Escocia, 1330

Seis meses habían transcurrido desde la muerte de Robert the Bruce, rey de los escoceses.

Sir James Douglas, conocido por los ingleses como Black Douglas debido a su ferocidad y crueldad —tanto en el campo de batalla como fuera de él—, se disponía a cumplir la última voluntad de su amigo, de su rey: llevar su corazón a Tierra Santa. Durante casi veinticinco años, ambos hombres habían compartido sus destinos y sus sueños de una Escocia libre del yugo inglés, primero luchando contra Eduardo I y luego contra su hijo, Eduardo II. A los escoceses aún les dolían, veinticinco años después, las cicatrices grabadas en su tierra, especialmente la cruenta ejecución de William Wallace. Eduardo II no había sido tan digno rival como su padre, y fue derrotado en Bannockburn en 1314. Robert y Douglas habían llorado juntos tras aquella batalla que marcaba la independencia de Escocia después de casi dos décadas de continuos enfrentamientos. Y se habían emborrachado, también juntos, cuando conocieron la noticia de su muerte, traicionado por su esposa Isabel de Francia y su amante, Roger Mortimer.

Ahora, con el corazón de Robert en una urna de plata colgada de su cuello, James Douglas estaba listo para cumplir su última misión. Pero no iba solo, casi una treintena de caballeros y escuderos lo escoltaban. Nadie quería abandonar a su rey en su último viaje, hasta el punto que hubo que poner límite al número de miembros para tan delicada misión, a riesgo de dejar Escocia completamente desguarnecida.

Bajo un cielo plomizo y cargado de una nieve que no tardaría en volver a caer, los hombres preparaban sus monturas y se despedían de los suyos. Algunos niños, ajenos a las cuitas de sus mayores, correteaban entre los hombres armados y las mujeres llorosas. Cada guerrero llevaba prendido a su hombro el tartán de su clan, que cubría el corazón con sus colores.

El joven Keilan Montroe, del clan Montroe, formaba parte de la comitiva, y le acompañaba uno de los hombres de confianza de su padre, Angus Campbell, de quien había aprendido cuanto sabía de la guerra.

Keilan apenas contaba veinte años e iba a ser el primer miembro de su familia en abandonar durante tanto tiempo las Highlands, las Tierras Altas de Escocia. Se removía inquieto sobre sus pies, tratando de entrar en calor en aquella mañana gélida mientras, a su lado, un impasible Angus oteaba el horizonte.

—Me voy a congelar aquí fuera si no nos ponemos pronto en marcha —anunció el muchacho, que se llevó las manos a la boca para calentarlas con su aliento.

—Debes tener paciencia, chico. Nos espera un viaje muy largo —comentó el hombre, sin mirarlo siquiera.

—¿Y a qué estamos esperando?

Angus volvió levemente la cabeza en dirección a los caballeros que lideraban la partida. Sir James Douglas, sir William St. Clair de Rossenlyn, sir Robert Logan de Restalrig y sir Simon Lockhart departían junto a sus monturas, tal vez ultimando algunos detalles. Douglas se ajustaba los guantes y Lockhart golpeaba el suelo con los pies, igual que hacía el joven Keilan. Angus echó un rápido vistazo al chico, tan ansioso por ponerse en marcha que casi podía oír la sangre que bullía en su interior. Una leve mueca, que solo los que le conocían bien habrían podido interpretar como una sonrisa, curvó ligeramente sus labios. Conocía al muchacho desde que había puesto un pie en el mundo, y él mismo lo había entrenado bajo la atenta mirada de su padre Malcolm Montroe, el laird del clan. Keilan estaba ansioso por mostrar su valía, por destacar frente a sus dos hermanos mayores, por hacerse un nombre en las Highlands que en el futuro, tal vez, le proporcionara el liderazgo de su propio clan.

Angus se recordó a sí mismo a su edad, tan ansioso por combatir como el mismo Keilan. Ahora, casi veinte años después, se tomaba las cosas con más calma, y había aprendido que la paciencia era una virtud indispensable en un guerrero. Había visto morir a demasiados hombres presos de su impaciencia y sus impulsos, y él estaba allí para evitar que eso le sucediera a su joven pupilo.

Unos minutos más tarde, los caballeros subieron a sus monturas, y los demás miembros de la comitiva los imitaron, bajo el sonido del entrechocar de aceros y las últimas consignas. El viaje había comenzado, al fin.

Nadie sabía en aquel instante que pocos, muy pocos, iban a regresar de él.

Y Keilan Montroe no iba a estar entre ellos.

Capítulo 1

1

Toledo, 1356, veintiséis años después

Gabriela sabía que lo que iba a hacer estaba mal. Y sabía que, si la descubrían, el castigo sería terrible. En ese preciso momento, sin embargo, no le importaba.

Se apresuró por los pasillos para no encontrarse con nadie. No estaba en sus aposentos, como le habían ordenado, y no se le había ocurrido ninguna buena excusa para usar en caso de ser necesaria. No había tenido tiempo para pensar. Tampoco para llorar. Aún no se había cumplido una semana desde la muerte de su madre, el único miembro de su familia que le quedaba.

Escuchó unas voces al doblar un recodo y se ocultó tras unos pesados cortinajes, rezando para que quienes avanzaban por el corredor estuvieran demasiado ocupados en su charla como para fijarse en el sospechoso bulto tras el tejido. Tuvo suerte, al menos esta vez.

Bajó las escaleras como una exhalación, mientras miraba por encima de la barandilla por si había alguien en la antesala. Estaba vacía. Se internó por otro de los pasillos hasta que alcanzó su objetivo: la puerta del despacho de don Pedro de Hermida, su padrastro desde hacía poco más de cuatro años. Pegó la oreja a la fría madera. Nada, ningún ruido, aunque eso no significaba necesariamente que la habitación estuviera vacía. Hacía escasos minutos que, desde la ventana de su habitación, había visto a don Pedro en el patio, y no era muy probable que su oronda complexi

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos