El diablo en primavera (Los Ravenel 3)

Lisa Kleypas

Fragmento

Creditos

Título original: Devil in Spring 

Traducción: María José Losada Rey 

1.ª edición: junio 2017 

© Ediciones B, S. A., 2017 

Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España) 

www.edicionesb.com 

ISBN DIGITAL: 978-84-9069-765-8 

Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en el ordenamiento jurídico, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos. 

Contents
Contenido
Dedicatoria
Prólogo
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Epílogo
Nota de la autora
La blancmange favorita de Pandora
primavera

Para Carrie Feron, por su increíble bondad, su trabajo duro y su visión, y por dar alegría a mi vida y a mis libros

primavera-1

Prólogo

Evangeline, duquesa de Kingston, sacó a su nieto de la bañera en la habitación infantil y lo envolvió con una suave toalla blanca. El bebé gorjeó y tensó sus robustas piernas para ponerse en pie en su regazo. Al mismo tiempo, exploró la cara de su abuela con las manos mojadas, intentando agarrarse a su pelo.

—Sé bueno, Stephen —dijo Evie entre risas, con cariño, e hizo una mueca cuando la criatura se aferró a la doble hilera de perlas que le rodeaba el cuello—. Oh, ya sabía yo que no debería haber venido a la hora del baño con el collar puesto. Demasiada te... tentación. —Siempre había tenido un ligero tartamudeo, aunque resultaba muy leve comparado con lo que había sido en su juventud.

—Excelencia —exclamó la joven doncella, Ona, corriendo hacia ella—. Debería haber sacado yo al señorito Stephen de la bañera. Pesa mucho. Es sólido como un ladrillo.

—No hay ningún problema —aseguró Evie, besando las rosadas mejillas del bebé mientras intentaba que soltara las perlas.

—Su excelencia es muy amable al echar una mano con los niños en el día libre de la niñera. —La doncella recogió con suavidad al bebé de los brazos de Evie—. Si usted tiene cosas que atender, cualquiera de las criadas estará encantada de ayudarme.

—No hay na... nada más importante que mis nietos. Me gusta pasar tiempo en la habitación de los niños... Me recuerda la época en la que mis hijos eran pequeños.

Ona se rio cuando Stephen le agarró la cofia de volantes.

—Voy a echarle los polvos de talco y a vestirlo.

—Yo ordenaré las cosas del baño —dijo Evie.

—Su excelencia, no debería. —Era evidente que la doncella trataba de lograr imprimir a su tono un equilibrio eficaz entre severidad y súplica—. Lleva un elegante vestido de seda, debería estar sentada en el salón leyendo un libro o bordando. —Cuando Evie abrió la boca para protestar, Ona añadió de forma significativa—: la niñera me mataría si supiera que le he permitido hacer todo esto.

Jaque mate.

Sabiendo que la niñera pediría la cabeza de ambas, Evie hizo un gesto de resignación.

—Llevo delantal —murmuró, incapaz de reprimirse.

La doncella salió del cuarto de baño con una sonrisa de satisfacción para llevarse a Stephen a la nursery.

Aún de rodillas sobre la alfombra, delante de la bañera, Evie se llevó la mano a la espalda para deshacer los lazos del delantal de franela. Pensó con pesar que no era tarea fácil satisfacer las expectativas de la servidumbre sobre cómo debía comportarse una duquesa. Estaban decididos a impedir que hiciera cualquier cosa más agotadora que revolver el té con una cucharilla de plata. Pero, aunque tenía ya dos nietos, seguía estando en forma y esbelta, y era perfectamente capaz de levantar a un resbaladizo bebé de la bañera o de entretener a los niños en el jardín. Incluso la semana anterior le había reprendido el jefe de jardineros por subirse a un muro de piedra para recuperar unas flechas de juguete de la calle.

Mientras buscaba con obstinación el nudo del delantal, escuchó pasos a su espalda. A pesar de que el visitante no hizo ningún otro sonido y no mostró ninguna señal de identidad, supo quién era antes de que se arrodillara detrás de ella. Unos fuertes dedos apartaron los suyos y notó que el nudo se soltaba con habilidad.

Un sedoso y ronco murmullo le acarició la sensible piel de la nuca.

—Veo que hemos contratado a una nueva niñera. Delicioso... —Las experimentadas manos masculinas se movieron por debajo del faldón que acababan de aflojar y se deslizaron con la suavidad de una pluma desde la cintura hasta sus pechos—. Una moza con curvas. Estoy seguro de que lo harás muy bien aquí.

Evie cerró los ojos, inclinándose hacia atrás entre aquellos muslos separados. Una boca tierna y diseñada para el pecado y las tentaciones vagó por su cuello con ligereza.

—Probablemente debería advertirte —continuó la seductora voz— que te mantengas alejada del amo. Es un in

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