En el bosque

Eliza Wass

Fragmento

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Créditos

Título original: The Cresswell Plot

Traducción: Máximo González Lavarello

1.ª edición: septiembre 2016

© Eliza Wass, 2016

© Ediciones B, S. A., 2016

para el sello B de Blok

Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)

www.edicionesb.com

ISBN DIGITAL: 978-84-9069-524-1

Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidasen el ordenamiento jurídico, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.

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Contenido

Portadilla

Créditos

Dedicatoria

Cita del autor

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Primavera

Agradecimientos

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Dedicatoria

Este libro está dedicado a Alan Wass

Hiciste ver a un ciego,

hiciste un hombre de mí,

y si te vas solo,

no tardes mucho, por favor.

Estaré esperando aquí, paciente,

desde el momento en que te marches.

«Desde el momento en que te marches»,

Alan Wass and the Tourniquet

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Cita del autor

Grabé mi primera estrella cuando tenía seis años, así que para cuando tuve dieciséis había estrellas por todo el bosque, algunas que ni siquiera recordaba haber grabado. A veces me preguntaba si no las habría grabado otro... Hannan, Delvive, Caspar, Mortimer o Jerusalem. O mi otro hermano, el que murió. Pero sabía que había sido yo; sabía que era la única que grababa estrellas.

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A las tres de la madrugada del domingo me encontraba balanceándome en lo alto del tejado de la señora Sturbridge, viendo cómo mi hermano removía un montón de hojarasca húmeda con un palo. La señora Sturbridge estaba en el hospital, así que no había riesgo de que alguien nos oyera limpiar su desagüe, pero Caspar trataba de no hacer ruido. Teníamos que trabajar de noche para no ser vistos. Caspar quería que fuera una sorpresa, pero lo cierto era que no quería que Padre se enterara.

Levanté la cabeza, entorné los ojos y contemplé las estrellas.

—¿Quieres oír algo realmente inquietante que he averiguado en la escuela? —le pregunté. Yo sabía que no quería, porque a Caspar no le gustan las cosas inquietantes, pero la verdad era que él siempre estaba dispuesto a escuchar, así que contestó que sí y siguió con su tarea—. ¿Sabías que, supuestamente, Casiopea es mi constelación?

Padre nos había concedido una constelación a cada uno de nosotros, como si fueran de su propiedad. Caspar no asintió, ni nada parecido, porque ya sospechaba adónde quería ir a parar yo.

—Bueno, pues resulta que en la mitología griega Casiopea fue castigada por su vanidad, y el castigo consistió en ser atada a una silla en el Cielo. Conque ahí es donde está, en el Cielo, atada; y esa es mi constelación.

En ese momento oí que, abajo, Mortimer tosía. Se suponía que tenía que estar vigilando.

—¿Te das cuenta de que no es la reina de Etiopía la que está ahí arriba? —dijo—. ¿Te das cuenta de que fueron los griegos los que se inventaron todo eso?

—Sí, pero Padre también la llama Casiopea —repliqué—. Así que está claro que está al corriente.

—Tienes razón. Padre dice: «La Palabra tiene varios significados.» Estoy casi seguro de que está tratando de decirnos algo. Tal vez quiere que te atemos a una silla.

—Como si yo fuera a notar la diferencia —dije en voz baja para que solo él pudiera oírme.

Abrió los ojos como platos. Esa era una de las cosas que me molestaban de él. Cuando alguien expresaba frustración, Caspar se sorprendía, pero de verdad, como si a él nunca se le ocurriera hacerlo.

—Este es un período de espera, Castley. Las cosas serán mejor en el Cielo —dijo él con condescendencia. Dios debió de estar de broma cuando le otorgó voz a Caspar, porque si bien parecía un santo y era, de lejos, el más guapo de nosotros, incluidas las chicas, cuando abría la boca parecía un obrero de la construcción que fumara dos paquetes al día, y así volvía completamente locas a las chicas, por más que él no se die

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