Irresistible y sana

Ingrid Macher

Fragmento

Introducción

Todo es posible para el que lo cree.

MARCOS 9:23

Dios escribe sobre líneas torcidas y de manera misteriosa, pero siempre a nuestro favor. Pues, mi amiga hermosa, te aseguro que este libro y yo misma somos prueba de eso.

Estas páginas comenzaban de manera muy distinta. En esta introducción solo tenía palabras para motivarte y decirte que puedes cambiar tu vida a través de lo natural. Pero un acontecimiento inesperado, ocurrido el pasado octubre, cambió el curso de las cosas y de mi vida por completo.

Fui diagnosticada con cáncer de seno.

Algo que jamás imaginé, que jamás pasó por mi mente, ni siquiera como un mal sueño. Especialmente desde que cambié mi estilo de vida por completo, siempre enfocada en lo saludable. Por eso decidí cambiar esta introducción.

Siempre he sido un libro abierto para ti, compartiéndote mis experiencias y todo lo que he aprendido para lograr tu mayor bienestar. Por eso, quiero compartir contigo lo que me ha pasado; es posible que te motive a tomar medidas, como me sucedió a mí, y que esta información llegue en el momento preciso para salvar tu vida.

A finales de octubre de 2017, como siempre, tenía mi agenda repleta de actividades y compromisos. Por esos días me preparaba para viajar a Colombia y luego a Puerto Rico, donde me presentaría en una feria de fitness. Sin embargo, el huracán María llegó y arrasó con la Isla del Encanto, gran parte del Caribe y otros lugares. Por supuesto, todos los planes debieron ser cancelados, dejándome espacio para algunas invitaciones que no estaban programadas.

Precisamente, a los pocos días, mi gran amiga, la motivadora y coach de vida María Marín, aprovechando que ese mes se recuerda y promueve la detección temprana del cáncer de seno, me invitó a participar en su programa en Facebook Live para alertar a las mujeres sobre el tema. Además, estaría invitada Clara Pablo, una joven ejecutiva de Univision, muy exitosa, activa y saludable, quien a sus 36 años acababa de ser diagnosticada con esta enfermedad y compartiría su testimonio. Mi papel ese día sería aportar mi conocimiento sobre jugos desintoxicantes y aquellos alimentos que ayudan a combatir las células cancerígenas, los radicales libres y elevan el sistema inmunológico. La idea me pareció fabulosa, pues era otra manera de apoyarte a ti y a tantas mujeres más, compartiendo mi experiencia.

Como Dios no actúa al azar, precisamente ese mes la Clínica Mayo me había contratado para una campaña pública en la comunidad hispana para enseñar a las mujeres cómo utilizar la página de la clínica para informarse sobre el cáncer de seno y realizarse el autoexamen. Pero hasta ese momento, por mi mente ni remotamente pasaba la idea de que el cáncer pudiera afectar mi vida. Soy una mujer saludable, dedicada a llevar mi mensaje de bienestar a través de la buena alimentación, la actitud adecuada y una vida físicamente activa. ¡Era casi imposible!

Durante el programa, Clara Pablo contó que se enteró de que tenía cáncer cuando palpándose los senos encontró una pelotita. Todas las mujeres en el set nos sentimos impactadas por lo común que se ha vuelto este mal, que ataca sin importar la edad, el cuidado que tengamos o la actividad que realicemos; incluso María Marín acababa de superar un cáncer de seno. Recuerdo que todas, de alguna manera, comenzamos a palparnos discretamente.

Por la noche, en mi casa, resonaba en mi cabeza toda la historia de Clara y lo fácil que la vida cambia de un momento a otro. Estaba impresionada y de inmediato comencé a examinar mis senos con más calma. A los pocos minutos sentí una bolita en el seno derecho y me preocupé.

Cuando escuchamos la palabra cáncer es inevitable no pensar en otra: muerte. Me alarmé muchísimo y de inmediato le pedí a mi esposo que me revisara para verificar si, efectivamente, había algo extraño o era producto de los nervios por todo lo que había escuchado. Pero él también la sintió.

¿Cómo era posible? Apenas tres meses antes me había realizado una mamografía y no había aparecido absolutamente nada. Sin embargo, pensé que debía acudir con mi médico de inmediato. Como suele pasar en todas partes, cuando tenemos una urgencia, debemos lidiar con la burocracia de los sistemas de salud, lo cual dificulta más las cosas y aumenta el estrés y la ansiedad. Y no fui la excepción. Llamé a mi ginecóloga pero la primera cita disponible era en tres semanas, y yo necesitaba saber con certeza y lo antes posible qué era esa bolita. Así es que acudí al doctor Jabal Uffelman, un muy buen amigo y profesional, que me estaba realizando terapias de hormonas; inmediatamente, me prescribió una nueva mamografía y un sonograma.

El mes siguiente, noviembre, sería muy complicado para mí, pues tenía un sinnúmero de compromisos, incluyendo viajes a Colombia, Houston y una misión solidaria a Nicaragua. Era muy importante que me hiciera los exámenes necesarios antes de viajar para poder estar tranquila.

Los resultados indicaron que no había indicios de cáncer, que habían encontrado algo que no era de preocupación y, de acuerdo con el reporte, podía regresar a una evaluación general en un año. Sin embargo, el doctor Uffelman me comentó que el mismo reporte también decía que tenía la opción de realizarme una biopsia, así que me recomendó que lo hiciera. Naturalmente, la sola mención de la palabra biopsia produce terror. Pero decidí hacerla porque quería estar segura de que estaba bien. En medio de todo ese proceso, seguía cumpliendo mis compromisos en conferencias, realizando mis videos para mi canal de YouTube, pero con un nudo en el estómago por la incertidumbre y todo lo que implican estos procedimientos. Fueron semanas de mucha angustia, sin saber lo que me estaba sucediendo y con decenas de compromisos a los que no podía faltar. Lo único que lograba darme la paz que necesitaba era contar con Dios en mi corazón y la certeza de que, sin importar el resultado, Él me sostendría.

Cambio de planes

Luego de hacerme la biopsia, mi itinerario seguía con una conferencia de fitness en Colombia y luego un maravilloso viaje misionero a Nicaragua, al que me acompañaba mi hija más pequeña, Mia. Nuestro plan era entregar el dinero que habíamos recaudado para un proyecto de construcción de viviendas en ese país. También iríamos a darle de comer a 250 familias y a visitar un orfanato para entregar ropa, artículos de aseo y regalos de Navidad. De hecho, Mia había reunido con sus amiguitos de la escuela 72 libras de caramelos, y aunque soy “antidulces”, queríamos regalarles también un momento de alegría a esos pequeños.

La intención era hermosa, pero el plan de Dios era otro.

Apenas llegamos al aeropuerto de Managua, las autoridades nos impidieron la entrada porque no estábamos vacunadas contra ciertas enfermedades como la fiebre amarilla (aunque nadie nos había advertido sobre eso), sobre todo porque llegábamos procedentes de Colombia, uno de los países con mayor número de casos. A partir de ese momento comenzó una de las experiencia

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