El libro del sistema linfático

Lisa Levitt Gainsley

Fragmento

cap-1

 

Introducción

Una flor florece gracias al entorno rico en nutrientes en el que nace. Disfrutamos de su olor y su belleza aun cuando su auténtica gloria pertenece al entramado de sus raíces.

En el interior de todas nosotras existe un sistema invisible similar que está trabajando continuamente bajo la superficie y está conectado con cada centímetro de nuestro cuerpo, organizando y enviando vitalidad y apoyo para asegurar que seamos la versión más radiante y sana de nosotras mismas. Se trata del sistema linfático.

La linfa fluye por nosotras sin cesar. Cada célula de tu cuerpo está literalmente bañada por este líquido, y a menudo se subestima este eslabón perdido para una salud de hierro. Tu sistema linfático limpia y nutre cualquier otro sistema de tu cuerpo. Actúa como un recogedor de basura, barriendo las células inmunitarias del organismo para eliminar cualquier cosa que amenace tu bienestar, lo que convierte a la linfa en tu primera línea de defensa contra las enfermedades. El sistema linfático es el responsable de mantener el equilibrio de tus fluidos, lo que ayuda a tener a raya la inflamación, un factor subyacente en muchas afecciones. Te permite una digestión adecuada y la eliminación de la comida, y es lo que da a la piel ese brillo saludable.

Aprovechar el poder del sistema linfático para la autocuración ha sido mi misión en la vida. He dedicado toda mi carrera a trabajar con el sistema linfático de la gente, porque los resultados son ni más ni menos que un cambio de vida. He trabajado con miles de personas que venían para que les ayudara con prácticamente cualquier enfermedad, desde cáncer hasta fatiga crónica, desde desórdenes gastrointestinales hasta la enfermedad de Lyme, pasando por eczemas, acné, migrañas crónicas y síndrome premenstrual (SPM). También he tratado a muchas personas jóvenes sanas, interesadas en experimentar una desintoxicación y los efectos sobre la belleza que tiene el drenaje linfático mientras buscan evitar las enfermedades crónicas a las que se enfrentan sus padres.

A menudo a mis clientes les ha costado encontrar a alguien que les ofrezca los tratamientos que yo hago. No es fácil dar con un terapeuta linfático cualificado. No existen en todas las poblaciones o comunidades. Algunos profesionales tienen solo formación en los beneficios estéticos del masaje linfático, mientras que otros tienen acreditaciones para trabajar cuestiones de salud más serias y mejorar el sistema inmunitario de sus clientes. Ojalá fuera más factible para todos acceder a un experto linfático, pero lo que he aprendido durante estas décadas es que, aunque un profesional cualificado y con experiencia es un recurso maravilloso, todo el mundo puede aprender las herramientas necesarias para estimular y fortalecer su sistema linfático. Puedes desempeñar un papel activo en la autocuración con tus propias manos.

Tal vez hayas oído que puedes estimular tu sistema linfático saltando en un trampolín, exfoliándote en seco o haciendo posturas inversas en yoga y, de hecho, todo eso te ayuda a que fluya la linfa. Pero los métodos que compartiré contigo en este libro son incluso más efectivos que cualquiera de estas actividades, porque son específicos para las zonas donde tus células inmunitarias realizan su trabajo más productivo: en los ganglios linfáticos. Aprenderás secuencias de automasaje sencillas, de tres a cinco minutos, que responderán a tus preocupaciones más urgentes, desde centrarte en la salud inmunológica hasta facilitar la digestión, pasando por reducir la hinchazón y lograr que la piel resplandezca. A diferencia del trabajo con el tejido profundo del cuerpo —en lo que la mayoría de la gente piensa cuando oye la palabra «masaje»—, la terapia linfática es mucho más suave. Los movimientos del masaje linfático se concentran en el líquido que se encuentra justo debajo de la piel y por eso el roce es más ligero y suave.

¿Cómo se obtienen tantos beneficios manipulando la linfa? Cuando la linfa fluye, todo lo demás fluye también. El automasaje linfático ayuda a eliminar las sustancias tóxicas y, si lo practicas con regularidad, evitas que se acumulen las toxinas y dañen los sistemas del cuerpo. Las rutinas que propongo en este libro se basan en la ciencia, se han probado y perfeccionado durante décadas de trabajo clínico, y son casi tan relajantes como un día en un balneario. En cuanto las apliques de manera constante, se convertirán en un hábito como lavarte los dientes. No solo te encantará cómo te sientes, sino que aprovecharás la capacidad innata de tu organismo para limpiarse de dentro hacia fuera. Comprobarás que la práctica del automasaje puede mejorar tu humor y levantarte el ánimo, así como mitigar el malestar físico provocado por un dolor de cabeza, un dolor de oídos y la retención de líquidos. El automasaje linfático pronto se convertirá en tu herramienta favorita de la caja de herramientas holística. Haré que puedas eliminar cualquier congestión en tu cuerpo, reconectar con el flujo de la vida y disfrutar de una salud luminosa.

MI VIAJE HACIA LA SALUD LINFÁTICA

He pasado toda mi vida adulta aprendiendo y practicando la tradición curativa del masaje linfático. Empecé mi camino a finales de los años setenta, cuando mis padres nos sentaron a mi hermano y a mí en el sofá de cuadros marrones del salón y nos dijeron que nuestra madre tenía cáncer. Yo aún no había cumplido los once años.

Antes de darme cuenta, estaba inmersa en todos los aspectos de su enfermedad. Primero fueron los hospitales esterilizados y las salas de espera de los neurocirujanos, asimilar palabras como «radioterapia» y «quimioterapia» y sus consecuencias en mi vocabulario de colegiala. Luego vinieron las prácticas de medicina alternativa, que para mi familia tenía la misma importancia, e incluían el método Silva, cuyo objetivo es curarse a uno mismo entrando en un profundo estado de conciencia a través de la meditación. A diferencia de otros tipos de meditación que estudiaría más tarde, el método Silva usa técnicas de visualización guiadas para mejorar el bienestar. Mi hermano y yo creábamos fortalezas, lugares cómodos para nosotros en el suelo, y meditábamos, imaginando laboratorios y santuarios curativos inspirados en el mar, la luna, las laderas cubiertas de hierba, deseando que nuestra madre mejorara. Y fue en esas visiones donde llevé a cabo mis primeras incursiones hacia la idea de la sanación.

Solía tumbarme con mi madre mientras escuchaba en una cinta de casete aguas tranquilas, en cuyos estanques florecían nenúfares, y meditaba con la mano encima de su cuerpo. Comíamos algarrobas y kéfir, probióticos y macrobióticos, verduras fermentadas y espirulina, opciones todas muy raras en esa época. El reconfortante aroma de las infusiones de hierbas y las plantas en maceta de nuestra casa proporcionaba una antítesis acogedora a los duros y dolorosos procedimientos que soportaba mi madre, así que este tipo de curación parecía tan normal y lógica que jamás la consideré algo extraño.

Sabía que aquellos momentos con mi madre eran sagrados. Eran tiernos y especiales. No temía su enfermedad. Para alguien tan joven, me sentía increíblemente tranquila y estable. Al echar la vista atrás, me doy cuenta de que estaba desarrollando la sensibilidad. Durante aquellos años aprendí cómo tocar a alguien que estaba delicado. Disfrutaba siendo útil y viendo cómo mi madre se encontraba mucho mejor cuando yo la tocaba.

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