Ponte en tu piel

Natalia Jiménez

Fragmento

cap-1

Saber envejecer

Cogí prestado de la biblioteca de mi ciudad un atlas de dermatología cuando solo tenía quince años. En ese momento yo no me veía como dermatóloga en un futuro, pero el cuidado de la piel y sus problemas me despertaban mucha curiosidad. Desde esa edad y hasta que al final me decanté por la medicina, me planteé muchas otras profesiones bien diferentes entre ellas: durante una temporada tenía claro que iba a estudiar Física. Hubo otros momentos en los quise ser bióloga marina. Creo que fue en el quinto curso de la carrera de Medicina cuando tuve claro que quería hacer la especialidad de Dermatología, gracias a una estancia de verano en un hospital del Reino Unido. Aprendí mucho de la manera de trabajar de los dermatólogos de allí: atendían pacientes con enfermedades de la piel muy variadas, hacían cirugía y sesiones de formación interna. Se preocupaban por la piel de los pacientes y por la carga emocional que tenían asociada. Recuerdo a la doctora Jennifer Garioch cuando en el quirófano me decía que no era suficiente con extirpar un tumor de la piel; había que operar de la mejor manera posible para que la cicatriz fuera casi imperceptible y que el paciente se olvidara de ella.

El día en que elegí la plaza en el Ministerio de Sanidad para hacer la especialidad de Dermatología fue uno de los mejores de mi vida. Una gran recompensa a tantos años de estudio, dedicación y esfuerzo. A mis veinticinco años cambié Pamplona por Madrid y, junto con Luis (entonces novio, hoy marido) salimos de nuestra zona de confort, empezando desde cero en una ciudad totalmente diferente. Y doce años después seguimos aquí (y con dos hijas que nos acompañan). Elegí el Hospital Universitario Ramón y Cajal para hacer mi especialidad, en el que tengo la suerte de poder seguir trabajando. Allí he tenido el privilegio de formarme con algunos de los mejores dermatólogos a nivel nacional e internacional. Todos ellos han marcado mi manera de trabajar.

De mi especialidad me ha gustado prácticamente todo y, una vez que la terminé, he llevado consultas y he hecho cirugías de muy diferente tipo. Entre risas, alguna compañera me llama la «dermatóloga todoterreno». Hay dos enfermedades de la piel que han determinado mi actividad en los últimos siete años: la psoriasis y la rosácea. He visto y veo muchos pacientes que las padecen y he sido testigo de importantes cambios en el tratamiento de ambos problemas. Al trabajar además en uno de los principales hospitales de nuestro país, he tenido la oportunidad de participar en numerosos ensayos clínicos, lo que me permite desarrollar otra de mis pasiones: la investigación. Mi interés por la dermatología estética comenzó de forma paralela al inicio de mi periodo de residencia. Esto hizo que completara después mi formación con un máster y que hoy en día dedique gran parte de mi actividad como médico a la estética. No es una parte «superficial» o menos importante de la especialidad: tiene una base científica muy sólida, está en constante innovación y es capaz de mejorar muchísimo la calidad de vida de nuestros pacientes.

Resulta sorprendente que hace unos veinte años, la dermatología era una especialidad que no interesaba a gran parte de los médicos que acababan la carrera. Hoy estamos en una situación totalmente opuesta: año tras año es una de las especialidades más solicitadas por los médicos que se presentan al examen de acceso a la formación especializada, más conocido como MIR. ¿Cuáles son los motivos? Posiblemente hay muchas razones: es una especialidad que puede ser muy variada en el día a día, en la que la tecnología y los nuevos tratamientos han mejorado la vida de muchos pacientes y en la que además existe una gran demanda laboral.

Fuera del ámbito médico, la dermatología y más concretamente, el cuidado de la piel sana, despierta un gran interés en la sociedad. Encontrar la rutina de cuidado facial adecuada es un tema recurrente, que ocupa páginas y páginas en las revistas de belleza, es protagonista de muchos pódcast y forma parte de numerosas conversaciones entre amigos.

Diferentes compañías farmacéuticas y tecnológicas son también conocedoras de este interés y por ello ofrecen al consumidor gamas interminables de productos para el cuidado de la piel, así como dispositivos tanto de uso domiciliario como para su empleo por parte de los profesionales médicos en sus clínicas. La oferta es enorme, pero en lo que respecta a tratar el envejecimiento de la piel… ¿todo lo que se ofrece es efectivo? ¿qué grado de mejoría podemos esperar cuando usamos una crema?, ¿qué productos son los mejores para cada uno de nosotros? Saber responder a estas preguntas nos ayudará a evitar comprar productos innecesarios y llevarnos alguna que otra decepción con los resultados de ciertas cremas y tratamientos médicos.

Cuando paso consulta, recomiendo a mis pacientes huir de todos aquellos reclamos publicitarios que prometen resultados espectaculares en la piel con muy poco margen de tiempo. Les explico que tener una piel bonita, tratando además de atenuar o prevenir los signos del paso del tiempo, se parece bastante a una carrera de fondo. No basta con cuidarnos un mes y ponernos a tomar el sol sin protección al siguiente. La buena noticia es que tener una piel bonita, si empezamos a cuidarnos desde que somos jóvenes, se puede conseguir invirtiendo poco tiempo y no mucho dinero: soy una fiel defensora de que las rutinas de cuidado facial sencillas, pero con ingredientes efectivos, son las mejores. A día de hoy ¿podemos eliminar totalmente los signos del envejecimiento de nuestra piel? La respuesta es no, pero sí es posible atenuarlos y conseguir un resultado natural que refleje, en definitiva, salud.

Para conseguir una piel bonita, además de utilizar los productos adecuados, es esencial ser constantes en nuestra rutina de cuidado facial.

Ante la duda sobre cuál es la mejor manera de cuidar tu piel, es recomendable planificar una cita con tu dermatólogo. Parece una frase obvia, pero no deja de sorprenderme cómo a veces se imitan las rutinas cosméticas de influencers que carecen de formación en este campo, en lugar de acudir a un profesional. La crema que me va bien a mí o que le funciona a un amigo, no tiene por qué ser la mejor para ti. Los dermatólogos somos los especialistas de referencia no solo en el cuidado de la piel enferma, sino también de la piel sana.

En algún momento de nuestra vida es muy probable que presentemos algún problema de piel: puede afectarnos durante horas, días o incluso hacerse crónico en algunos casos. El bienestar de la piel es una pieza clave de nuestro organismo que nos afecta a todos.

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