La comida me cae bien

Frank Laporte-Adamski

Fragmento

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ADVERTENCIA

Se ha hecho todo lo posible para garantizar que la información que se ofrece en esta obra, incluso la de contenido divulgativo, fuese precisa y estuviese actualizada en el momento de la publicación. Ni el autor ni el editor pueden ser considerados responsables de eventuales errores u omisiones, o por el posible uso impropio o la comprensión equivocada de la información de estas páginas, o por cualquier daño o perjuicio sanitario, económico o de otro tipo, sufrido por cualquier individuo o grupo que considere haber actuado siguiendo la información expuesta en esta obra. Ninguna sugerencia u opinión expresada en este libro pretende sustituir el dictamen de un médico. Si el lector alberga alguna preocupación por su estado de salud, debe solicitar asesoramiento médico profesional. Toda opción o decisión terapéutica ha de tomarse con la ayuda de un especialista, que dispone de los conocimientos y las competencias necesarias para dicha finalidad, incluida la información fundamental relativa a dicho paciente en concreto. Esta obra tiene una finalidad divulgativa y en ningún caso debe utilizarse como referencia para modificar por propia iniciativa el tratamiento prescrito por el médico.

La información sobre medicamentos o componentes similares, sobre su uso y sobre su seguridad se encuentra en continua evolución, está sujeta a interpretación y debe ser valorada en relación con la singularidad de cada paciente y cada situación clínica.

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«Los conocimientos científicos afirman que el intestino es un órgano central en el bienestar psicofísico de una persona, enfatizando el nuevo concepto de intestino como “segundo cerebro”.

Es cierto que la alimentación actual constituye un reto real para el funcionamiento gastrointestinal y la salud del microbioma.

El método sugerido por Adamski deja libertad de elección entre alimentos, no es restrictivo, tiene como objetivo limpiar el intestino utilizando combinaciones de alimentos; creo que puede ser una buena elección».

Prof. Maria Pia Villa

Catedrática de Pediatría en la Universidad de Roma «La Sapienza»

Directora del Servicio de Pediatría del Hospital Sant’Andrea de Roma

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LA COMIDA ME CAE BIEN
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El motor de la felicidad

Una necesidad personal, una teoría universal

Toda búsqueda, sobre todo si es apasionada, nace de una necesidad. Con mucha frecuencia, de la urgencia de darle una respuesta a cuestiones pendientes; otras veces, de la necesidad de resolver un problema que nos afecta personalmente. Esto ocurre de forma particular en el campo de la investigación científica aplicada a la salud. Y es precisamente eso lo que me sucedió a mí cuando, hace más de treinta años, comencé a indagar la estrecha relación entre el correcto funcionamiento del aparato digestivo y la salud general del organismo.

Pero empecemos por el principio.

Caer...

A comienzos de los años setenta yo era un chico de dieciséis años que desbordaba energía por todos los poros y cultivaba una gran pasión: el deporte. Tenía la impresión de haber nacido para moverme en el espacio, para entrenar mi cuerpo hasta lograr que fuera perfecto; natación, equitación, artes marciales, no existía disciplina que no tuviese ganas de probar y en la que no destacase con excelencia. Es fácil imaginar cuál era mi sueño: ¡convertirme en deportista profesional!

Pero, por desgracia, el talento y la determinación no sirven de mucho contra los impedimentos físicos. Poco después comencé a advertir un leve dolor en la espalda; sin duda, pensé, debido al excesivo esfuerzo de los entrenamientos. Y como la molestia se volvió cada vez más intensa, decidí acudir a un médico. Ahí me topé con la cruda realidad: sufría la enfermedad de Scheuermann, una deficiente mineralización de las vértebras. Se trata de un mal que no condiciona los aspectos fundamentales de la vida de una persona, pero que, sin embargo, ¡sí trajo grandes cambios a la mía! Se me dijo, en esencia, que nunca podría hacer del deporte mi profesión. Seguir forzando mi físico como había hecho hasta entonces quedaba descartado. ¡Adiós a los sueños de gloria!

Por supuesto, nunca podría haber renunciado a la actividad física y, de hecho, no lo hice. Pero tuve que encontrar una forma más «suave» de entrenarme, una que no estimulase mi espalda de un modo incorrecto y peligroso.

... ¡y volver a levantarse!

Abandonar el camino que, desde años atrás, veía como el único posible para mi futuro me produjo desilusión y amargura. Pero toda esperanza negativa, si se afronta de un modo constructivo, puede llevarnos a resultados positivos; paradójicamente, el límite representado por la enfermedad me animó a sondear nuevas posibilidades para mi vida. Así enfilé un nuevo sendero: el que me llevaría a explorar el territorio fascinante y desconocido de los cuidados personales.

De hecho, una vez terminada la enseñanza superior, me resultó la cosa más natural del mundo estudiar kinesioterapia, una rama de la medicina que investiga el efecto beneficioso del movimiento sobre la salud. Obviamente, dada la situación que sufría en primera persona, decidí especializarme en el tratamiento de los problemas de espalda. Ese, me doy cuenta ahora, era mi modo de ir más allá del dictado impuesto por mi enfermedad: superar la imposibilidad de moverme..., ¡moviéndome! Y, por supuesto, ampliar mis conocimientos del cuerpo humano ayudando a otros a hacer lo mismo.

Más allá de los síntomas

Gracias a la kinesioterapia aprendí a aliviar el elevado número de molestias que acumulan aquellos que padecen habitualmente de dolores de espalda o en las articulaciones. Pero muy pronto advertí que lo que había aprendido hasta ese momento no satisfacía mi sed de conocimientos. Cuanto más estudiaba los síntomas de mis pacientes, más me daba cuenta de lo profundo que podía resultar el origen de muchos problemas de salud aparentemente banales. Ofrecer soluciones a corto plazo, que tendían a aliviar los síntomas sin resolver el problema subyacente, ya no me bastaba.

Decidí entonces profundizar en mis conocimientos en el ámbito osteopático, y comencé a interesarme por el funcionamiento del organismo en su conjunto. Fue a través de esos nuevos estudios como logré establecer el pilar fundamental de mi método: la inmensa mayoría de los trastornos funcionales —es decir, no solo l

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