Un cuento sobre el consentimiento, los límites ...

¿Debemos obligar a los niños a dar besos y abrazos?
«Dale un beso a la abuela, que te quiere mucho». ¿Te suena esta frase? Con la mejor de las intenciones, a veces le pedimos a nuestro peque que salude con besos o reparta abrazos a familiares, amigos o vecinos, pero... ¿nos paramos a pensar y preguntarle qué quiere, qué necesita o qué le gustaría hacer a él? Descubre la respuesta a estas preguntas en este artículo.

¿Debemos obligar a los niños a dar besos y abrazos?
Llamamos normas de cortesía a aquellas que se refieren al comportamiento de uno mismo, normas que van acompañadas de frases y acciones que utilizamos en la conversación o al relacionarnos con los demás y son una muestra de la educación que tenemos y mostramos. Las normas de cortesía varían según la cultura de cada país o sociedad, por lo que no existen unas únicas normas sino que dependen de lo establecido en cada lugar. Estas también van variando según las generaciones, ya que los hábitos y se modifican según vamos evolucionando cultural y socialmente.
Por ejemplo, hace algunas décadas no se tenía en cuenta aquello que los niños y las niñas sentían, ni sus emociones ni sus necesidades, por lo que lo único que se esperaba de ellos es que fueran sumisos y obedientes, que acataran las normas impuestas por los adultos sin tener otra opción posible. En nuestra sociedad actual podemos observar un cambio significativo respecto a esto y podemos destacar que sí se tienen en cuenta aspectos como la voluntad del niño, su opinión, sus necesidades y sus emociones, aunque aún estamos llevando a cabo dicho cambio y queda mucho camino por hacer.
A veces confundimos normas de cortesía con aspectos como la sumisión, la obediencia y el respeto por parte del niño al adulto, cuando este tan solo está manifestando y expresando cómo se siente, cuáles son sus emociones y cómo le hacen sentir aspectos tales como abrazar a otros, dar dos besos a otros o saludarlos. Es aquí donde los adultos debemos comprender que los niños y las niñas no nos pertenecen y aunque es necesario e importante enseñarles normas de cortesía tales como el saludo, el agradecimiento o la despedida, no es positivo ni adecuado exceder los límites que los niños y las niñas nos marcan con sus emociones, sus gestos y su cuerpo.
Además, en muchas ocasiones confundimos normas de cortesía con demostración de afecto de manera impuesta. Es decir, algunos adultos, con la mejor de sus intenciones, pueden llegar a pedirle al niño que salude a una vecina con dos besos, que abrace a un familiar cuando llega a nuestra casa o que pida perdón con un beso a su amigo. Sin embargo, y contrario a esto, lo realmente importante y necesario es que integren desde el minuto uno que su cuerpo es suyo y nadie puede imponerles hacer algo con él que no les guste.
Puede parecer un gesto poco significativo, pero si les enseñamos a poner este límite respecto a sus cuerpos, entendiendo que son ellos quienes deben elegir si saludar con un beso o un abrazo o si quieren pedir perdón con un gesto de afecto, estaremos generando en ellos un aprendizaje muy importante para el resto de sus vidas.
Aunque a veces a los adultos pueda resultarnos incómodo o incluso molesto que un niño o una niña nos diga que no, es necesario que les enseñemos a hacerlo para que pongan límites respecto a lo que sienten o a lo que quieren. Asimismo, es crucial que comprendamos que no es el niño quien debe complacer al adulto, sino el adulto el que debe revisarse por qué necesita que el niño le complazca con una muestra de afecto física, como un abrazo o un beso.
En conclusión, las normas de cortesía pueden variar para según qué persona. Algunas como el saludo, el agradecimiento o la consideración son esenciales para la convivencia, siempre y cuando sepamos definir bien cuáles son esas normas para nuestra familia o nuestro núcleo de convivencia cercano. Pero no debemos olvidar que los límites serán clave para poder establecer dichas normas y que los niños y las niñas también deben, pueden y necesitan poder opinar respecto a lo que a ellos les afecta y concierne.
Libros y cuentos para aprender a expresar sentimientos (y a poner límites)
Se trata de un cuento sencillo y claro que nos da el ejemplo necesario para saber abordar situaciones donde aprender a poner límites es esencial. Saber decir no cuando algo no nos gusta, emplear la voz para ello, pedir ayuda si la necesitamos, entender que es importante que no aceptemos algo que no nos hace sentir bien y que los límites son esenciales para la vida.
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Mar López nos habla de por qué enseñar a los niños a poner límites es esencial para sus vidas. Que sepan decirnos aquello que les gusta y lo que no.
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El verdadero sentido de un abrazo no es otro que el de mostrar el afecto que le tengo al otro, y cuando una muestra de cariño sale desde el corazón ese es el verdadero regalo, como nos cuenta Albert Arrayás con sus miles de tipos de abrazos. Porque este cuento es mágico y está hecho para disfrutarlo con todos los sentidos. Es un título que nos muestra distintos modos de ofrecer nuestro afecto a través de las diferentes maneras de abrazar. Un cuento que potencia el vínculo afectivo y habla del verdadero amor.
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No podemos olvidar que una de las claves esenciales es enseñar a nuestros hijos a quererse tal y como son, como nos enseñan Cristina Torrón (Menstruíta) y Marta Torrón en este libro, ideal a partir de 8-9 años. Porque las niñas pueden aprender a amar su cuerpo tal y como es, descubriendo todo lo que es capaz de hacer, sentir y lograr. Aunque habla del cuerpo de la mujer, sería ideal que los niños también lo leyeran y pudieran descubrir el cuerpo de ellas, cómo funciona, cómo es, sus cambios y su potencial, ya que conocernos es enriquecernos.
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Por último, el camino será más fácil de recorrer si trabajamos aspectos y valores esenciales tales como la empatía, el respeto, la conexión en familia, la autoestima, la capacidad de elección o la tolerancia a la frustración. En Siempre me querré, Ángela Villalobos nos habla de todos estos aspectos en sus ocho historias para aprender a amarse a uno mismo de manera incondicional y sana.
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