
¿Por qué le damos menos importancia a la inteligencia emocional que a las matemáticas?
¿Por qué si empleamos a diario las emociones y son nuestro motor de vida, las seguimos invalidando o invisibilizando? Hoy te contamos por qué son tan importantes las emociones como las matemáticas para nuestro día a día.

La inteligencia emocional es un concepto del que llevamos años oyendo hablar, pero realmente aún se desconoce mucho sobre emociones, sobre cómo acompañarlas, escucharlas, validarlas y enfocarlas de un modo que puedan ayudarnos en nuestro día a día. En cambio, las matemáticas forman parte de nuestro currículo educativo en todas las etapas educativas obligatorias, ya que desde hace siglos se consideran pilar de la cultura y la educación del ser humano.
Pero esto debería cambiar, ya que, sin restar importancia a las matemáticas, es evidente que el desarrollo emocional va tomando cada vez mayor importancia en el plano educativo, siendo más habitual que se tenga en cuenta en los objetivos de las escuelas infantiles y los colegios. Pero es cierto que aún no existe una relación de igualdad entre ambos conceptos, cuando la realidad es que las emociones nos acompañan durante todo el día sin ser algo aparte de nosotros, sino perteneciéndonos en cada uno de nuestros poros.
Si existe una evidencia y hay certeza de algo en este mundo, es de que los seres humanos somos seres emocionales, que sentimos, percibimos la vida y el entorno que nos rodea a través de las emociones y que éstas nos proporcionan aprendizajes significativos para el resto de nuestra vida. De ahí la importancia de aprender a hablar de emociones con los niños y las niñas desde la más tierna infancia, ya que no sólo estarán adquiriendo ellos un aprendizaje fundamental para sus vidas, sino que los adultos que les acompañamos, estaremos integrando una base esencial para saber descubrir más sobre un área que aún resulta desconocida para muchos de nosotros.
Otros puntos clave
Si hay algo que nos diferencia de otros seres vivos es, en gran parte, nuestra capacidad para emocionarnos, para sentir, distinguir las emociones, y ser capaces de poder nombrarlas, expresarlas y comunicarlas al mundo. Cada uno siente de un modo distinto y las emociones nos impulsan, nos hacen conectar, decidir, razonar, valorar, vibrar, escoger, desechar...
Con mayor inteligencia emocional, adquiriremos la capacidad de aprender a identificar nuestras emociones, integrando que no existen emociones buenas ni malas, que todas ellas son necesarias y tienen un fin para nuestro desarrollo y aprendizaje y, sobre todo, al poner en práctica lo que vayamos aprendiendo ante situaciones cotidianas. Lo positivo de este aprendizaje es que se puede poner en práctica constantemente.
Lo que sucede es que generacionalmente, los adultos que ahora mismo acompañamos la infancia, fuimos educados de un modo muy diferente al que ahora mismo queremos educar y acompañar la infancia de nuestros hijos e hijas, y esto hace que estemos ante una generación bisagra donde no existe referente donde fijar unos cimientos, ni tampoco sostén sobre lo que el cambio implica a nivel social. Todo ello hace que sea complicado implementar un cambio de mirada hacia la infancia y la inteligencia emocional.
Lejos de buscar culpables o señalar a nadie, se trata de implementar un cambio social y cultural, donde las emociones toman presencia, exista un respeto mutuo, mayor empatía y conexión, estableciendo así lazos de apego seguro entre padres, madres, hijos e hijas.
En definitiva, no se trata de otra cosa que aprender a integrar la inteligencia emocional en nuestro día a día, abrazando las emociones que sintamos, aprendiendo a expresarlas, verbalizar cómo nos sentimos con libertad, sin juicio y con mucho respeto hacia los demás pero también hacia nosotros mismos.
Algunos libros recomendados
Es un álbum ilustrado con todas las emociones explicadas desde situaciones prácticas, donde tanto el niño como el adulto se pueden ver reflejados en su día a día, que además le devuelve la pregunta al lector, para que aprenda a relacionar la emoción con la situación y verbalice cómo se siente. Un hilo conductor ideal para aprender a poner palabra, visibilizar las emociones, nombrarlas y darles su lugar.
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Un cuento en texto rimado que invita a sus lectores a reflexionar sobre el mundo y las situaciones que vivimos en él. La manera de percibir algo, la perspectiva de cada uno, no dar por hecho aquello que parece ser, sin haberlo contrastado antes, en definitiva, un cuento lleno de situaciones cotidianas que fomentan el diálogo, la reflexión y abrir la mirada a un mundo lleno de sensaciones.
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En Los exploradores de emociones, de En la mente del niño, podemos descubrir diferentes cuentos escritos por un equipo de psicólogas y educadoras que forma En la mente del niño, donde sus protagonistas viven distintas historias a través de las diferentes emociones, haciéndonos conectar con ellas, empatizar, comprenderlas y diferenciarlas a través de actividades y unas ilustraciones únicas de Sara Villa, además de una guía práctica para padres y educadores.
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Una herramienta perfecta para comprender el cambio generacional y la ruptura que debe existir entre el bagaje vivido en nuestra infancia y el modo de acompañar la de nuestros niños y niñas en la actualidad para poder así, comprender e integrar la inteligencia emocional con protagonismo en nuestras vidas.
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Este libro de cartón nos habla de la importancia del respeto hacia todos y hacia uno mismo, hacia las emociones de los demás, hacia el modo de ver la vida de cada uno y en definitiva, hacia la diversidad. Un cuento de lectura obligada donde poder conectar con lo que otros sienten y adquirir herramientas para expresar cómo se siente uno mismo, desde la empatía y la compasión.
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