
Criar aceptando nuestra imperfección
A ser padres se va aprendiendo, pero en el proceso hay que equivocarse muchas veces. De eso va la maternidad y la paternidad: de prueba y error, de imperfección y de aceptación.
Continúa leyendo este blog de Diana Oliver y descubre cómo criar desde el amor, el respeto y también el sentido común.

«Sabiendo que vamos a equivocarnos mucho, deberíamos tratar de ser las personas que queremos que nuestros hijos sean», dice Armando Bastida cuando le pregunto qué necesitamos para criar de forma «saludable» sin morir en el intento. Porque hoy, que muchas familias tenemos acceso a más herramientas y recursos para criar mejor, a veces parece más difícil que nunca. ¿Lo es?
«Hay que ser consciente de que es imposible hacerlo bien siempre. Vamos a meter la pata muchas veces, y yo el primero. Porque para criar perfecto, cada uno de nosotros deberíamos ser perfectos, y no lo somos. Nuestros bebés tendrían que ser perfectos, y no lo son. Deberíamos tener una familia perfecta, y tampoco es el caso. Y vivir en una sociedad perfecta, y ya sabemos que tampoco lo es. Pero sí deberíamos tratar de ser la madre o el padre que nos habría gustado tener», explica Armando, que ha publicado dos libros de cuentos pensados para niños y adultos, Cuentos para criar con amor y respeto y Cuentos para criar con sentido común, y Sana, sanita, una novela gráfica que recoge en clave de humor las aventuras de un enfermero de pediatría.
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Cuentos para criar con amor y respeto
Cuentos para criar con sentido común
En todos ellos hay mucho de sus vivencias como padre de tres hijos y como profesional de la enfermería que, a raíz del nacimiento de su primer hijo, descubrió que ni la conciliación era posible ni la paternidad era tan sencilla como todos imaginamos antes de ser padres.
Las expectativas personales, las dificultades laborales, la ausencia de apoyo social e institucional configuran nuestras experiencias con los hijos. Tampoco conocemos en muchas ocasiones las necesidades de la infancia, sus peculiaridades, y eso solo suma desconcierto. En Cuentos para criar con amor y respeto y Cuentos para criar con sentido común , Armando reúne varios cuentos con moraleja que ayudan a las familias a comprender un poco mejor el mundo infantil, a la par que nos invita a reflexionar a los adultos. «Son historias del día a día, vivencias cotidianas de cada familia, o de familias cercanas, pues se tratan temas como la época de las rabietas, la llegada de un hermano o hermana, la edad en la que muchos pequeños no se permiten fallar o errar, la falta de niños y niñas en los parques —muchos están ya “secuestrados” en sus casas por las pantallas—, la separación de los progenitores, el descubrimiento de que no todos somos iguales, el descubrimiento de las emociones o el materialismo» .
Ser suficientemente buenos
En los últimos diez años, la información relativa a la crianza y a las experiencias de maternidad y paternidad en primera persona se han multiplicado gracias a internet. Medios, blogs y redes sociales han servido para hacer llegar a un público muy amplio los problemas, las dudas y las emociones de padres y madres, que, según explica Armando Bastida, van evolucionando en función de la edad de sus hijos e hijas. «Cuando hablamos de bebés, lo más habitual es preguntar por el riesgo de "malacostumbramiento" si duermen con el bebé en la misma cama o si lo tiene mucho en brazos, o dudas sobre alimentación. Ya a partir de los dos, tres años, lo habitual es el tema de las rabietas, de la gestión de las emociones y la tolerancia a la frustración y de los posibles conflictos cuando están con otros pequeños».
No hay una única fórmula para criar ni un solo camino para solventar los obstáculos que van apareciendo, sino que, parafraseando al pediatra y psicoanalista Donald Winnicott, se trata de ser unos padres suficientemente buenos. No perfectos, como apuntaba Armando, pero sí conscientes de sus aciertos, de sus errores. Aquí la crianza respetuosa debería ser irrenunciable porque no se trata de otra cosa que criar a los niños con el mismo respeto que profesamos hacia las personas adultas. «Por alguna extraña razón, muchos adultos tratan a sus hijos como jamás tratarían a ningún adulto, y como jamás tratarían a otros niños». ¿Lo hacemos? ¿En qué fallamos? Nuestras propias mochilas y vivencias influyen en gran medida en la crianza de nuestros hijos. «La crianza requiere de tiempo, paciencia, sentido común, conocimientos y llegar a ese momento un poco trabajado a nivel emocional y psicológico. Y la realidad es que llegamos sin habernos formado apenas, sin tiempo, con menos paciencia cada día, a menudo con ciertas carencias emocionales, vicios y manías, un ego demasiado grande para compartir con un niño o niña (que en los primeros años viven su fase más egocéntrica) y con un entorno que nos da, a menudo, consejos contrarios a esa crianza respetuosa», responde Armando.
Criar también es aceptar el agotamiento y aprender a postergarse. Puede que no haya un acto de mayor generosidad que el de aceptar lo que implica cuidar, porque, como recuerda Armando, criar va mucho de dar y bastante poco de recibir. Aceptarlo ya es un paso importante para vivir nuestras maternidades y paternidades desde un lugar más amable.
Más allá del núcleo familiar
Desde la aparición del concepto de «hogar» tal y como lo conocemos hasta hoy, la familia ha sufrido una evolución importante. Porque ahora, sobre todo en los núcleos urbanos, cada vez criamos más solos, con menos referencias. Ha cambiado también el número de hijos: cada vez tenemos menos y más tarde. Y, por supuesto, también han evolucionado las relaciones interfamiliares. Si antes existía un aprendizaje de padres a hijos y una red de sostén, ahora pocas familias disfrutan de un entorno cooperativo para criar a sus hijos. En muchos casos hay un distanciamiento relacional de la familia extensa, con la que surgen conflictos cuando las ideas/deseos/expectativas del padre o de la madre chocan con las de los abuelos, los tíos, los cuñados…
«Es un tema muy complejo. La familia puede ser un soporte increíble para quienes acaban de tener un bebé y, además, para ese bebé es fabuloso tener vínculos con el resto de la familia. El problema es que los familiares deberían ofrecerse como figuras secundarias que respetaran los principios educativos de los progenitores, que preguntaran cómo pueden ayudar. Sin embargo, a menudo nos encontramos con una familia que trata de sustituir a los progenitores, que actúa sin preguntar, que juzga y que opina de manera demasiado vehemente imponiendo su criterio sobre el de los padres. Estas relaciones hacen mucho daño y acaban deteriorando hasta el punto de que se trata de evitar el contacto, y así, el bebé, el pequeño, se queda sin todo lo bueno que podrían aportarle sus familiares cercanos».
En el terreno de la pareja también puede ocurrir que haya desencuentros en la forma de criar. ¿Qué necesita una pareja para sobrevivir a la maternidad/paternidad? «Humor, paciencia, diálogo, complicidad y comprender, ambas partes, que a veces hay que hacer ciertas concesiones. A veces no tenemos la verdad absoluta, y el que la otra parte no lo haga exactamente como nos gustaría no siempre quiere decir que esté mal hecho. También es importante dedicarse algunos momentos el uno al otro, buscarse, reconocerse y apoyarse en el otro. Seguir siendo pareja, además de padres».