
Enseñar a nuestros hijos a tener el control de su atención es hacerles un regalo
¿Pueden nuestros hijos controlar su cerebro para aprender a gestionar sus emociones? Pues aunque parezca imposible, sí, pueden. Prestando atención a sus pensamientos serán capaces de entender qué sucede en su mente y podrán anticiparse a las emociones.
Continúa leyendo este post de Adrián Cordellat y conoce más sobre cómo funciona nuestro cerebro.

Cuenta la doctora Nazareth Castellanos, directora de investigación del laboratorio Nirakara y reconocida experta y divulgadora en el ámbito de la neurociencia, que, aunque siempre se ha dedicado a la divulgación para adultos, el hecho de tener una hija (que está cerca de soplar las cinco velas) y sobrinos pequeños le llevó a escribir para ellos con el objetivo de que pudiesen ver que en su propio cuerpo cuentan con herramientas para aprender a gestionar sus emociones y sentirse mejor. Ese objetivo lo comparte Alicia y el cerebro maravilloso: un cuento para entender lo que pasa en tu cabeza, un álbum ilustrado por Luna Lag que es una interesante y lúdica incursión en el cerebro humano y, en palabras de la propia Nazareth, «una oda a la voluntad, un canto a conocerse a sí mismo y al esfuerzo individual por ser y estar mejor». Todo ello con la base científica que otorga el cada vez mayor conocimiento sobre el cerebro humano que ha facilitado la neurociencia.
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Alicia y el cerebro maravilloso
Todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro.
Santiago Ramón y Cajal
«Hasta hace unos cincuenta años se pensaba que el cerebro no se podía cambiar y que nosotros no podíamos cambiar. A través de la neurociencia, sin embargo, hemos visto que el cerebro es plástico, lo que nos da la seguridad de que podemos hacerlo. El nuevo conocimiento nos está hablando mucho de la libertad que tenemos para moldear nuestra propia mente a través del cuerpo», sostiene Castellanos. El libro, como no podía ser de otra forma, es un homenaje al doctor Santiago Ramón y Cajal, casi un padre para la neurociencia moderna, del que la autora rescata una reflexión que sobrevuela todo el álbum: «Todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro».

Ilustración de Alicia y el cerebro maravilloso
Para ello, eso sí, la doctora Nazareth Castellanos, que lidera un grupo de investigación que estudia cómo cambia el cerebro cuando aprendemos a observarnos a nosotros mismos, cree que hay que solventar un hándicap: nuestra tendencia a mirar hacia afuera es superior a nuestro impulso de mirar hacia adentro. «El sistema educativo actual es muy bueno, aprendemos muchísimas cosas, pero todo siempre es un estudio enfocado hacia afuera: aprendo chino, aprendo robótica, etc., pero nunca se nos enseña en la escuela a aprender a conocernos a nosotros mismos, a aprender a observarnos, a aprender a estar con nosotros. Lo que dicen muchos estudios es que no sabemos estar a solas con nosotros mismos, nos perdemos. Es más fácil para nosotros diseñar una nave que va a Marte. Y es una pena, porque aprender a conocerse a uno mismo es la gran herramienta para moldear el cerebro», lamenta.
Aprender a mirar hacia adentro y a gestionar las emociones
El cerebro, como sostenía Ramón y Cajal y como ha confirmado la neurociencia, es plástico. Pero lo es para bien y para mal. «Somos seres con una gran resiliencia, pero el estrés, la violencia —sin necesidad de llegar a una violencia física— y la inestabilidad también pueden moldear nuestro cerebro, que aprende de todo lo que le ponen. Por eso es tan importante tener mucho cuidado con los ingredientes que le damos al cerebro para que aprenda», reflexiona la autora de Alicia y el cerebro maravilloso, que destaca la importancia de que padres y madres llenemos el día a día de nuestros hijos de preguntas (¿Cómo te sientes? ¿Qué sientes? ¿Dónde lo sientes?, etc.) que los induzcan a mirar hacia su interior en cada acto que llevan a cabo. «Hacer pequeñas preguntas que te devuelvan a ti, a darte cuenta de tu propio estado, es muy importante, porque cuando el cerebro se da cuenta de que uno se está mirando a sí mismo se activan muchas más zonas cerebrales. Al final, para nuestro cerebro nosotros somos lo más importante», asegura.

Ilustración de Alicia y el cerebro maravilloso
Esas preguntas también sirven para aprender a identificar las emociones, primer paso ineludible para saber gestionarlas. En el álbum ilustrado, la autora presta especial atención a la amígdala, la parte del cerebro más importante para las emociones, que siendo pequeña como es (apenas el tamaño de una almendra), es capaz de multiplicar su tamaño cuando las emociones nos desbordan. «Se ha observado que el estrés con el que cargamos, esta forma de vida que llevamos, provoca que la amígdala esté hipertrofiada, que sea más grande de lo que debería. Por eso, a la mínima reaccionamos. Sin embargo, cuando somos capaces de aprender a observarnos a nosotros mismos y de gestionar las emociones, la amígdala vuelve a su tamaño normal, a su perfecto equilibrio. Podríamos decir que es como un detector de incendios. No puedes eliminarla ni apagarla, pero tampoco puede ser que cada vez que pase alguien fumando por la calle se active, que es lo que nos pasa a nosotros, que saltamos a la mínima», afirma.
El dorado de la atención plena
En una entrevista reciente, el filósofo José Carlos Ruiz aseguraba que la atención es el «nuevo dorado» en la era de mil y una distracciones. Nazareth Castellanos secunda la idea: «La atención es la propiedad más importante que tenemos. Yo siempre digo que la corteza frontal es la cabina del piloto y la atención es el volante. Gestionar la atención, por tanto, es tener el volante».
La doctora reconoce que prestar atención a algo en concreto u observar nuestros propios pensamientos es una tarea bastante difícil para todos, pero más aún para los niños, por lo que recomienda empezar por aprender a observar el propio cuerpo («es mucho más fácil y efectivo»). Un ejemplo interesante para poner en práctica con niños y niñas es el aprender a observar la propia respiración, que es lo que también hace en el libro la protagonista de Alicia y el cerebro maravilloso. «Por ejemplo, es mucho más sencillo que un niño preste atención a su propia respiración si ve como sube y baja un peluche que se ha puesto sobre su barriga. De esta forma tan sencilla, empieza a acostumbrar su cuerpo, a controlar su propia atención», señala Castellanos, que explica que la atención es una lucha entre lo involuntario y lo voluntario. Una lucha que, poco a poco y con práctica, gana lo voluntario a la vez que, añade, nosotros ganamos en libertad.

Alicia y el cerebro maravilloso, un álbum ilustrado de Natareth Castellanos
Los beneficios de promover esta atención plena en los niños y en las niñas, que la doctora Castellanos ha estudiado a través de muchas técnicas de meditación, entre ellas el mindfulness, son para la experta muchísimos. «Es una forma de que se den cuenta de cómo están y de cómo se encuentran, de poder anticiparse a las propias emociones. Además, aprenden a tomar mejores decisiones, son más moderados y tienen más capacidad de memoria. Pero, sobre todo, lo que se ha visto es que aprender a controlar la atención genera un mayor bienestar. Los niños se sienten mejor. Por eso enseñarles a controlar la atención es hacerles un regalo», concluye.