¿Qué hacer si mi hijo dice palabrotas?
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¿Qué hacer si mi hijo dice palabrotas?

Y, de repente, un día, nuestro hijo o hija dice una palabrota. Y nuestra reacción más natural es dramatizar, consiguiendo que el niño o niña interprete que de esa manera obtiene toda nuestra atención. Hoy te contamos qué situaciones llevan a que los niños digan palabrotas y qué hacer para que dejen de hacerlo... si en nuestra familia hemos decidido que no se dicen. 

ALEJANDRA MELÚS

Experta en Atención Temprana y primera infancia

@melusalejandra

Como sabéis, a lo largo de la infancia nos vamos a encontrar distintas etapas. La etapa entre los cero y los seis y ocho años es una etapa donde hay cambios muy significativos en cortos periodos de tiempo, y donde se observan progresos en todas las áreas a lo largo de semanas e incluso días.

Hay conductas que aparecen con un fin, y suelen ser la mayoría de ellas, ya que nos invitan a reflexionar sobre la situación que vivimos y a ser motor de acción ante algo que está sucediendo, y es esto lo que ocurre con el tema que tratamos hoy: las palabrotas.

¿Qué lleva a un niño decir palabrotas?

No se trata de buscar culpables ni señalar a nadie, sino de encontrar las herramientas adecuadas para abordar esta situación. Cabe comprender que cada familia tiene unos pilares donde asienta la educación y crianza de sus hijos y la vara de medir no es nunca igual para todos.

Habrá quien crea que desautorizar al adulto ya es una falta de respeto y un insulto y habrá quienes, por el contrario, tolerarán otras palabras que suenen más fuerte para la media. Esto tan solo nos dice que cada familia debe educar en el modelo que crea más conveniente, entendiendo también que somos seres sociales que vivimos en sociedad y, por lo tanto, debemos cumplir unas normas comunes.

Existen diferentes motivos por los que un niño o una niña puede empezar a decir palabrotas y los más comunes son:

Está imitando el modelo que ha observado en algún momento concreto. Aunque creamos que los niños no nos escuchan en ocasiones nos ven emplear palabrotas cuando estamos enfadados, o cuando hablamos de una situación injusta o ante un susto. Es habitual que las imiten de hermanos mayores, otros adultos o de la calle. No debemos alarmarnos porque es algo común.

Las palabrotas son palabras mágicas para los niños, ya que cuando las dicen todo el entorno les ofrece mucha atención, les hace visibles, en ocasiones ven que los demás se ríen y esto hace que sientan que tienen una herramienta muy poderosa de atención a través de la palabra. No olvidemos que los niños buscan su sentido de pertenencia constantemente y si se sienten visibles, observados y atendidos cuando dicen una palabra, lo integrarán como un método efectivo para pertenecer, hacerse visibles y ser parte del grupo.

Un niño que dice una palabrota puede estar simplemente imitando algo que ha observado o repitiendo sin sentido ni contexto algo que ha oído, y esto a veces es simplemente una manera de repetir palabras, al igual que lo hace con todas las demás y le sirve como aprendizaje.

Es un modo de expresar emociones. Tal y como exponíamos anteriormente, los adultos las empleamos para esto, y puede que acaben usándolas para mostrar enfado, rabia o frustración. Es por esto, que es necesario que el adulto ofrezca herramientas adecuadas y dé palabra a sus emociones, para que el niño integre un modelo más adecuado en estos momentos de emoción intensa.

La vida está compuesta de límites a los que hay que llegar para conocer. Límites que empiezan a asentarse desde la infancia, con las normas que tanto la sociedad va marcándonos como nuestro entorno más cercano, la familia o el colegio. Estos límites en muchas ocasiones los niños los tantean para poder acabar fijándolos y adquiriendo dentro de su día a día. Lo mismo sucede con las palabrotas, puede ser un modo de encontrar el límite entre lo que sí o no puedo decir.

Es una fase más dentro de su desarrollo que no les debe etiquetar, ni debe decir nada de ellos, más allá de ser una etapa. No se trata de diferenciar entre aquellos niños que sí lo hacen y los que no, ya que decir o no palabrotas, no les debe etiquetar entre “ser buenos o malos” y otras tantas etiquetas habituales en estos casos. Tan sólo es una manera de probar su lenguaje, de explorar y de experimentar dentro de la infancia.

¿Qué podemos hacer para que deje de decirlas?

Lo primero de todo es relativizar la situación, comprendiendo que es algo natural y que esto también pasará. En el momento en el que lo vivimos nos parece intenso pero luego cada etapa pasa rápidamente.

No impresionarnos en exceso es clave. Si ponemos demasiada atención sobre algo que no nos gusta, enfadándonos, dramatizando o dando mucha importancia a la situación, el niño entenderá que con esto tiene toda nuestra atención y lo integrará como modelo. Es necesario que le digamos que esto no nos gusta, de un modo calmado o le demos una alternativa, pero sin expresar nuestras emociones con desproporción.

Ofrecer alternativas a estas palabras. Podemos decirles la emoción que creemos que están sintiendo (“¿Estás enfadado?” “¿Te ha molestado esto?”) y que así integren modelos adecuados.

Dar ejemplo. Es necesario que nosotros no las usemos, aunque vean a otros que sí las usan en otros contextos. Pero si les pedimos que no lo hagan, nosotros tampoco debemos hacerlo, sin justificación, ya que en ocasiones los adultos decimos que nosotros sí podemos por ser adultos, y esto confunde mucho al niño y el límite que queremos que integre.

Acompañar sus emociones incondicionalmente. Es decir, en ocasiones un niño que emplea palabrotas de manera habitual, se muestra enfadado, dice que no nos quiere y está irritable mucha parte de su tiempo, su punta del iceberg es solo la palabrota, pero realmente lo que hay detrás es mucho malestar, sentimiento de enfado, rabia, tristeza o frustración. Y es aquí donde debemos indagar más allá y conectar con nuestro niño, averiguando qué le sucede, por qué expresa su malestar con estas palabras, qué necesita y cómo ofrecérselo.

Los momentos de conexión con nuestros hijos son clave para todo ello. Los cuentos, el juego, una cena juntos, todo ello son situaciones que nos ayudan a conectar de manera especial con ellos.

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