
Primero es importante conocer la diferencia entre dos conceptos, de los cuales, aunque estén ligados y a menudo se confundan, uno de ellos no sería posible sin el otro.
La imaginación nace de la realidad vivida y del entorno en el que crezca el niño o niña. Es decir, nace de las experiencias y puede ser modificada, mientras que la fantasía es la alteración de esa realidad y surge de forma espontánea en el cerebro de nuestros hijos.
Ya, ya sabemos que suena muy académico, así que te pondremos un ejemplo que te sacará de dudas. Un avión verde que vuela pero al que además le salen ruedas, las cuales le permiten aterrizar en lo alto de una montaña rocosa con flores, es imaginación. ¿Por qué? Porque esos pensamientos son derivados de una serie de realidades vividas. El niño o niña sabe que los aviones vuelan y que tienen ruedas para aterrizar, porque ya lo ha visto.
Pero si a ese avión le salen brazos y va atrapando nubes que se va comiendo en pleno vuelo, como si fuera algodón de azúcar, y además le sirven como combustible, eso es fantasía. ¿Por qué? Porque genera una serie de ilusiones a raíz de una realidad.
Resumiendo: la fantasía es la dosis de magia que se une a la imaginación.
La fantasía es algo que nace en el cerebro de cada individuo y no podemos inducir. Lo que sí podemos hacer, como padres, es fomentar su imaginación, y que de ahí surja la fantasía.