
Estos son los derechos fundamentales de todas las niñas y los niños del mundo, que deben ser contemplados en todo caso y tratados como una prioridad por toda la sociedad.
Hay algunos derechos que tenemos más integrados que otros, o a los que damos mayor prioridad, como son el derecho a la salud, a la educación o a un hogar, entre otros; pero no debemos olvidar que todos los derechos son igualmente esenciales para las niñas y los niños, como son el derecho a jugar, el derecho a la protección o el derecho a la igualdad sin distinción.
Aunque cada vez tomamos más conciencia, es esencial difundir que el juego es un derecho fundamental en la infancia. No podemos negarle a un niño que juegue, disfrute o se divierta, ya que estaríamos negándole un derecho esencial para su crecimiento y desarrollo pleno.
Los niños y las niñas necesitan el juego para crecer de manera adecuada, ya que a través de este adquieren grandes aprendizajes, desarrollan diferentes capacidades y habilidades, además de que favorecen la adquisición de nuevos conocimientos y herramientas.
Las niños deben crecer en un ambiente de seguridad, calma, afecto y aliento, sintiéndose así capaces, amados y empoderados.
Debemos impulsarles a ser, a creer en sí mismos y en sus capacidades, poniendo a su alcance los medios y las herramientas para que sean autónomos, aprendan a desenvolverse y adquieran nuevas estrategias y aprendizajes día a día.
Debemos favorecer su sentido de pertenencia, ofreciéndoles autonomía, dejándoles que participen en las actividades cotidianas, que hagan a su modo, prueben, ensayen, fracasen y acierten, haciéndoles sentirse valiosos y necesarios dentro del grupo, ofreciéndoles distintas tareas y acciones para realizar dentro de la familia.
Debemos alentar sus sueños, para que siempre tengan metas nuevas y traten de superarse cada día. No pongamos límites a sus sueños, sino que tratemos de ofrecerles herramientas para que sus metas sean cada vez mayores.
Acompañemos sus ideas, demos valor a sus emociones, respetemos sus gustos, que no tendrán por qué ser los nuestros, inculquemos el esfuerzo y la perseverancia como valores esenciales.
Eduquemos siempre desde la empatía y el cariño, comprendiendo que los valores que sembremos en su infancia serán clave para su edad adulta.
El amor del adulto hacia el niño debe ser siempre incondicional. Esto es lo que favorece una verdadera seguridad y estabilidad al niño a la hora de ser educado. «No me quieren por cómo soy, sino tal y como soy».
Seamos ejemplo en cada una de nuestras oportunidades de conflicto, actuando desde la coherencia y la sensatez.
Podemos hablar de todos estos valores y derechos con los niños y las niñas a través de los diferentes títulos que os comparto a continuación: