La piel en los labios

Miguel Gane

Fragmento

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Nacimiento

He vuelto al origen:

el camión de la basura

aparca delante de mi casa

y se lleva toda la mierda.

Despierto.

Estoy despierto,

porque si cierro los ojos

mi mente empieza a volar

hacia un lugar oscuro

donde ni siquiera tu luz

me salva.

Aquí, en este lado del mundo,

el aire es tan negro

como la madrugada.

Respiro pensando

que tú estás ahí afuera

y que aún no te has rendido.

Y entonces, en lugar de arañas,

se me llena la boca

con tus flores favoritas

y, por un instante,

vuelvo a sentirte cerca.

He vuelto al origen

para rebuscar entre el pasado

y salvar aquello que vale la pena.

Pero nada.

Todo lo que fui lo escribí en su día

y desde entonces nada.

¿Cuál es el valor de una palabra

si lo que haces

vale mucho más?

Recuerdo cuando me dijiste

que ya no escribía igual.

Y tenías razón,

porque antes solo conocía

la tristeza,

solo añoraba la lágrima

y toqueteaba la navaja

hasta que el filo se tintaba

de peligro.

Pero eso era entonces.

Y, tal vez, por haber salido a flote,

he dejado atrás el pozo

que me daba de beber,

pero también me restaba

años de vida.

Te ponía esa capacidad de autodestrucción

que había en mis primeros poemas,

pero, créeme:

muerto no hubieras podido besarme.

Arriba vi la esperanza,

bien lo sabes;

tenía risa de mujer,

amor de familia,

abrazo de amigo.

Arriba vi la esperanza

y le tendí la misma mano

con la que me arranqué ciertos recuerdos

y me dije que no dolían tanto

como para llamarlos dolor.

Pero esta noche he vuelto al origen,

al lugar del caos,

y en lugar de escribir con tal de verte volar,

escribo la piel en los labios,

esta noche

el demonio me tienta mucho más que el ángel:

un verso blando lo escribe cualquiera,

pero uno de sangre

solamente sale de un corazón que,

de tanto morir,

ha aprendido a amar la vida.

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Honestidad brutal

Trato de descubrir quién soy.

Cada día peleo contra algo,

cada día me levanto en guerra

y el campo de batalla está vacío.

No hay enemigos en la soledad.

Cuál es mi camino,

cuáles son mis principios,

hacia qué puerto debo dirigirme

para ir a favor del viento,

para ser mejor humano,

para dejar de cagarla

con aquellos que me quieren.

Pienso demasiado ciertas cosas.

Planeo cruzar el océano

y me doy cuenta, demasiado tarde,

de que me estoy ahogando

en poco más de un charco.

En el espejo veo un hombre

pero, qué hay en la calle más allá de la pérdida;

qué hay en la cama más allá del sueño;

quién soy cuando grito a mis padres,

cuando beso a mi hermano.

Quién soy cuando hablo contigo.

Qué hay en esta cabeza sino pájaros

que se esfuerzan

por volar,

por vivir,

por reír.

Hay ocasiones

en las que no siento lo que escribo,

y es ahí cuando llega la condena

y la autocompasión

y la vergüenza.

Hay días en los que no tengo claro

si soy la prueba y error de una partida

en la que nunca gano nada.

Y me acojona

perder la apuesta que creo estar jugando,

soltar el estribo

y caer en medio de todo aquello que odio.

Trato de descubrir quién soy

cuando digo mi nombre,

trato de escribir quién soy

cuando te tengo enfrente,

trato de responder qué soy

cuando tengo miedo.

Qué soy para la duda

sino una víctima más.

Todas estas son mis cicatrices,

solo la honestidad brutal es mi victoria.

Este es el hombre que tienes delante.

Este y ningún otro.

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Poemas de fuego

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Verte fumando un cigarro en el borde de la cama;

salir del bar y encontrarte hablando con desconocidos;

entrar al probador y mirarte de reojo;

acariciar el botón que para el ascensor y descenderte;

respirarte en el hombro y recorrerte la clavícula;

la intimidad de dormir sin ropa;

abrir una botella de vino y servirte para que lo pruebes;

hacerte fotos desnuda;

tocarte cuando hablas por teléfono;

no decirte que no a ninguna de tus fantasías;

que pronuncies mi nombre al hablar con otros;

excitarte cuando vuelvas del trabajo;

elegir juntos tu ropa interior;

escribirte un poema en la espalda;

compartir contigo mis libros y marcar alguna frase;

comprobar solo el tamaño de la cama cuando reservamos un hotel;

rozarte la mano, el simple gesto de rozarte la mano;

prestarte mi ropa;

compartir un auricular cuando suenen nuestras canciones;

mirar, lentamente, el recorrido de tus labios cuando hablas.

En fin,

prepararnos para el incendio.

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Poemas de fuego

I.

Este es mi fuego.

Tú eliges si quemarte

o arder.

II.

Mi piel es un incendio

que solo puede apagar

tu lengua.

III.

Mírame a los ojos

y entenderás

que el fuego que hay dentro

no es más que tu reflejo.

IV.

Eres algo así

como la solución al frío

en invierno.

V.

Si jugamos con fuego,

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