Hijos del invierno

Nerea Delgado

Fragmento

Tanto nos queda, tanto
TANTO NOS QUEDA, TANTO

Ya verás,

iremos al monte

y te reirás de mis pelos

cuando el viento los sople.

Y no me importará

porque veré cómo sonríes.

Subiremos al coche

y escucharemos a Los Secretos.

El mapa volará por la ventanilla

y tendré la carretera en blanco,

pero a tu lado.

Muchas veces llegaremos tarde

a casa, pero llegaremos.

Y el invierno perderá sus fuerzas

cuando juntemos las pieles.

Pieles doradas, ocres,

como los bosques de octubre;

pieles de campo y de camino.

Y más carretera,

y más música de antes,

y documentales de La 2,

y lluvias de repente.

Tanto nos queda, tanto,

que no cabe en el poema.

Dos animales
DOS ANIMALES

Tumbados en esta cama

de fogata y aguanieve

la vida se va pareciendo

cada vez más a un buen libro.

A lo lejos suenan las campanas:

las once en punto,

casi media noche.

Me acomodo en tu cuello,

noto tu pulso en mis labios,

te beso en la mejilla,

paso mi brazo por tu costado,

me detengo en todas tus páginas

y aprieto fuerte.

Y nos quedamos dormidos

como dos animales sin hambre.

Ahora, duermes
AHORA, DUERMES

Te miro dormir y sé

que la paz del mundo cabe

en una cama de madera oscura.

Te miro y sonrío

como si tuviera cinco años

y los bolsillos llenos de chicles.

Verte dormir es contemplar

cien cajitas de música cerradas,

un estadio apagado.

Leo en silencio,

no me perdonaría despertarte.

Paso las páginas

como un viento leve,

una brisa de mar que no estorba.

Me acerco con cuidado,

sólo un poco, y te beso el pelo,

me cuelo en tu descanso

con delicadeza y sigilo.

Como un gato caminando en el tejado

mientras la noche avanza

y el día espera.

Me siento afortunada:

tu cuerpo es de nube

y mis dedos flotan.

Hay una pequeña luz

que ilumina tu hombro;

ahí recostaré mi sueño.

Se me cierran los ojos,

pero nunca el corazón.

Ahora, duermes.

Y yo escribo tu nombre

en todos los poemas.

Visita
VISITA

Todos los días acudo a tu casa.

Muchas veces llueve

o nieva

o hace tanto frío

que mis nudillos se paralizan

y tengo que llamar a tu puerta

con la punta de las botas.

Apagamos el televisor,

encendemos la radio,

la chimenea, el instinto.

Nos miramos como tierras prometidas,

apartamos las almohadas

y el sofá se convierte en un huerto fértil.

Ahí sentada,

en las noches de invierno,

termino de crecer.

Tu mano es un milagro en mi espalda.

Dormimos con las piernas entrelazadas

y, sin pedirlo, se cumple el deseo.

El destino nos conoce mejor

que nosotros mismos.

EN CADA CARICIA, UN VERANO

Reencuentro
REENCUENTRO

Te veo

y la urgencia me hace cruzar en rojo.

Corro como si la ciudad ard

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos