Trilogía

Hilda Doolittle

Fragmento

Prólogo

PRÓLOGO

H. D. (Hilda Doolittle) nació en 1886 en Bethlehem, Pensilvania. Su padre era profesor de astronomía; su madre, música y pintora, y miembro activo de la comunidad místico-religiosa de los moravos; su abuelo era un botánico renombrado, y su abuela, el alma de una sociedad matriarcal profundamente religiosa, marcada por la sensibilidad artística, el ritual y una aguda percepción de lo oculto. Todos estos elementos son recurrentes en la obra de la escritora, quien, en una de sus numerosas prosas autobiográficas, The Gift (1941-1944), escrita al mismo tiempo que Trilogy, los rememora explícitamente.

En 1904, comienza sus estudios en el Brywn Mawr College, pero los abandona poco después. En 1911 decide instalarse en Londres, siguiendo la estela de otros artistas norteamericanos expatriados. A través de Ezra Pound, amigo de adolescencia y con quien durante un tiempo había estado prometida, se introduce en los círculos literarios de vanguardia. De hecho, por mediación de él, que la rebautiza como «H. D.: Imagiste», publica sus primeros poemas en la revista Poetry. Si bien estos magníficos poemas de juventud, concisos, de ritmos novedosos y vigorosamente plásticos (entre los que destacan los de su primer libro publicado, Sea Garden, en 1916), pueden adscribirse a la corriente poética del imaginismo, su producción posterior la va distanciando progresivamente de este movimiento, así como de su antiguo amante, amigo y mentor (End to Torment, de 1958, es la prosa biográfica en la que cuenta su relación con el poeta).

En 1913 contrae matrimonio con otro poeta del círculo imaginista, Richard Aldington, con quien estudia griego y lee a los clásicos. Traduce a Safo y a Eurípides y, en sus siguientes poemarios (Miscellaneous Poems, 1914-1917; Hymen, 1921; Heliodora, 1924, y Red Roses for Bronze, 1931), explora los mitos de la antigüedad desde una nueva perspectiva, a menudo femenina y claramente autorreferencial. Lo personal y lo histórico se funden en sus personajes, entre los que destaca Helena de Troya, que se convierte en una especie de álter ego mítico.

Durante la Primera Guerra Mundial, se hace cargo de la revista The Egoist, hasta entonces dirigida por su marido, que es llamado a filas; su matrimonio, sin embargo, se viene abajo: esta experiencia es relatada en Bid Me to Live, escrita entre 1933 y 1950. Tras la guerra, enferma, embarazada, empobrecida, abrumada por su separación de Aldington y la muerte de su padre en casa y de un hermano en el frente, aparece en su vida Bryher, seudónimo de Winifred Ellerman, millonaria, escritora y mecenas, con quien recupera la estabilidad emocional y económica perdidas. Juntas, con su hija Perdita y su madre, que se les une desde Norteamérica, viajan por Europa y el Mediterráneo y se instalan en Suiza. Son fundamentales en su obra las huellas de estos viajes, sobre todo por Grecia[1] y Egipto. También viajan a París y a Estados Unidos, y comparten amistad y admiración con escritores como Amy Lowell, Marianne Moore o William Carlos Williams. En 1927, junto con Kenneth Macpherson (por entonces marido de Bryher y amante de H. D.), fundan una productora cinematográfica y una revista, Close-up, en la que la autora publica reseñas de películas experimentales. Solo llegan a realizar un largometraje, Borderline, con ella como protagonista.

Entre 1933 y 1934 viven en Viena, donde H. D. se psicoanaliza con Freud. A pesar de sus discrepancias respecto a la naturaleza femenina y el papel de la artista, ella siempre se sentirá en deuda con el psicoanalista, quien le ayuda a ser consciente de su bisexualidad (tema de su novela HERmione, escrita en 1927), y su poder creativo. De hecho, gracias a su intervención, Freud sale de Viena en pleno auge del nazismo y se instala en Londres. Las experiencias de estos años aparecen recogidas en Tribute to Freud, de 1944.

De vuelta en Londres, estalla la Segunda Guerra Mundial. H. D., que lleva varios años sumida en un bloqueo creativo, se ve de pronto impelida a dar una respuesta emocional, espiritual e intelectual a su vivencia de la contienda. Publica en 1944 la primera parte de Trilogy, «The Walls Do Not Fall», y al año siguiente completa las otras dos, «Tribute to the Angels» y «The Flowering of the Rod». Tras la guerra, vive sola durante unos años en Lausana, Suiza, y trabaja en su último y monumental poema, Helen in Egypt. La obra, que combina verso y prosa, es una búsqueda de la verdadera voz de este personaje clásico, tan traído y llevado en las leyendas y ficciones de los escritores pero nunca dotado de la capacidad de expresarse por sí mismo. En 1960 viaja a Estados Unidos para recibir la Medalla de Oro de la Academia Americana de las Artes y las Letras. Muere en Zurich en 1961, un día después de haber recibido la primera copia publicada de este último libro.

La figura de H. D., tan escurridiza y silenciosa como sus escritos (una parte aún continúa inédita; encontrar otra, incluso en los tiempos de internet, es una fatigosa aventura; en ciertos poemas, es difícil separar la traducción de la creación; en otros, los mitos conocidos y sus atribuciones simbólicas se nos resbalan entre las manos como agua imposible de retener; en sus novelas, somos incapaces de trazar las barreras que separan la ficción de la autobiografía), se resiste a catalogaciones sencillas. Sus amigos y contemporáneos la recuerdan como una mujer alta, de extraña belleza, tímida a pesar de su inteligencia y su multilingüismo, con aire de pertenecer a otra época. Lowell, Pound y Williams la describen como una dríade: qué mejor descripción de un ser que, en efecto, parecía habitar en los árboles, en las olas, en los jardines imperfectos de los que habla en su primer poemario, Sea Garden, y que es todo un alegato a favor de la belleza áspera y salvaje, sin domesticar, que conforman la naturaleza y sus espíritus: «Oh, borrar este jardín / olvidar, encontrar una nueva belleza / en algún lugar terrible, / torturado por el viento».[2]

Tampoco la crítica, hasta tiempos recientes, aporta muchos datos acerca de ella. En las historias de literatura angloamericana aparece apenas mencionada tras los padres del modernismo, Pound y Eliot, y poco más. Hay que esperar a los años sesenta, cuando el feminismo comienza a interesarse por su figura, para encontrar ediciones críticas y comparaciones fundadas entre la H. D. modernista y los otros componentes del movimiento. Hoy, por ejemplo, se considera que Trilogy forma parte, por derecho propio, de esos poemas de dimensiones épicas y ambición universal, escritos durante o inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, entre los que contamos los Four Quartets de Eliot y los Pisan Cantos de Pound. Feminismo y modernismo, etiquetas a las que se añade la de poeta visionaria, podrían constituir una síntesis de lo que H. D. aporta a la historia de la literatura, siempre y cuando las tomemos como lo que son, esto es, delimitaciones parciales de un corpus de textos que se resiste constantemente a ser acotado.

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