poeta Henrik Nordbrandt, que, buen conocedor del español, tuvo la santa paciencia de oír durante tres intensos días mi lectura de la traducción señalándome errores o aclarando esas dudas de última hora que devoran al traductor.
FRANCISCO J. URIZ
NOTA DEL AUTOR A ESTA EDICIÓN
No cabe la menor duda de que la satisfacción de un poeta al ver sus obras traducidas y publicadas en un nuevo idioma puede estar compuesta por sentimientos contradictorios: el primero es el de gratitud hacia el traductor, cuyo trabajo es, con frecuencia, exorbitante y, la mayoría de las veces, también absurdamente mal retribuido. El segundo es el de preocupación por la calidad de la traducción y sus posibles errores.
Cuando entré en el vestíbulo del hotel de Copenhague en que se alojaba Francisco Uriz era sobre todo la mala conciencia lo que embargaba mi ánimo. Porque yo no había sido especialmente receptivo a sus ruegos de poder consultarme y sus solicitudes de un encuentro. A mi me resulta casi insuperablemente difícil telefonear a una persona que no he visto antes. De manera que había pasado largo tiempo hasta que, finalmente, pudimos organizar un encuentro para ver sus traducciones. Cuando vi el apabullante volumen de las galeradas que sacó del maletín, mi mala conciencia debería haber sido aún mayor, pero antes de que ello ocurriera, fue sustituida por un gran respeto hacia su trabajo.
No tardé en darme cuenta de que F. U. había traducido una antología de mis poemas muchísimo más amplia que cualquier otra selección de mi obra publicada fuera de Dinamarca. Está basada en la última antología (Egne digte) editada en danés, pero se distingue en algunos puntos aislados de ella. Hemos eliminado, de común acuerdo, unos pocos textos a los que resultaría sumamente difícil hacerles justicia en español a causa de detalles especialmente «intraducibles», juegos de palabras daneses, etc.
Nuestro repaso conjunto de los textos duró tres días y, en cierto modo, fue innecesario puesto que las traducciones estaban ya prácticamente terminadas, pero F. U. no acababa de sentirse tranquilo hasta que quedara eliminada la más mínima duda que hubiera tenido acerca del sentido de una expresión o de una palabra o sobre cualquier posible asociación que se le hubiese podido escapar. Yo tuve ocasión no solo de disfrutar de mis poemas en español sino también de descubrir nuevos detalles en los textos originales. Por esto, por su enorme trabajo, tan competente y entusiasta, le doy las más cordiales gracias a Francisco Uriz.
HENRIK NORDBRANDT
Copenhague, 5 de julio 2003
LA CABINA TELEFÓNICA la cabina telefónica de la esquina
eternamente verde
siempre oxidada
ahora batida por el viento
y envuelta en una oscuridad
más intensa que otras veces septiembre oh sí
y las casas
muy luminosas
limpias para la noche la cabina de teléfono
entre los rostros
un faro
luminoso de voces
detrás de hierro pintado de verde
y cristal un hombre
apoyado
en la noche
otoño
e infancia
ALGUIEN HA PASADO alguien ha pasado
sin preguntar por el camino
el portillo estaba abierto
quizá alguien había pasado
por aquel camino sin dejar rastro
en el cenador un dedal abandonado
medía las gotas de rocío la alameda se dirigía hacia la tarde
a través de sombras de estatuas
el musgo abrazaba en la urna
un nombre adorado atrapada por el hielo en la luz del lago
centro más negro
para terrazas que se desmoronan
engalanó ella la ruina
y el viento encontró una primavera marchita
en su oído cuando me desplazaba para entrar en la campana
las agujas del reloj de sol golpearon
con fuerza en el aroma de las lilas
y alguien se había aposentado
en la ribera opuesta
de mi tiempo
VÍCTIMA DE LA CIÉNAGA la cruel drosera
entre el brezo
rojas estrellas caídas
en la tierra negra
la ardiente muerte del ciempiés
la víbora es misericordiosa
el breve grito del ratón antes del desenlace
la culebra hilvana un hilo de plata en el corte de la turba
donde desapareció la semilla: anillos
sin resplandor del crepúsculo
la oscuridad quema blancos a los abedules la tierra se mece bajo nuestros pies
mi infancia: una víctima de la ciénaga
que lleva hundiéndose
quince años
sin tocar fondo todavía
TE PARECES A UNA PELÍCULA te pareces a una película
de los años veinte esos ojos aterciopelados
consumidos bienhumorados
pestañas representadas con gran arte
de donde gotea el dolor futuro
madre de mis poemas
anticuadas coqueterías caprichos de moda
en el cajón de la cómoda
espliego de diez años y una polvera
completamente extraordinaria
una muy virtuosa
doncella repetidamente desflorada
y sin embargo tengo que amar el dolor
de imitación de tus ojos tus dos
árboles de morfina en flor
bajo los que íntimamente separados
nos amamos a nosotros mismos
UNA DE ESAS tú eres como una de esas
rosas, una
rosa roja
tan roja como nadie
jamás la vio así, sí así
vi una de esas de verdad veo que tú eres una rosa
así, una de esas de verdad
una de esas rojas, vista
así una de esas…
LA SEÑAL DE TRÁFICO DE LOS MUERTOS
Un invierno vuelves a tropezar con la señal de tráfico de los
[muertos su canción
te ha adentrado profundamente en la ventisca
hasta un lugar donde se cruzan dos caminos.
Después de haber caminado en círculos te desplomas
bajo el delgado metal, no sabes
hacia dónde vas a dirigir tu rostro, en qué dirección
vas a escuchar. Hasta tu propio nombre se sustrae al reconocimiento en el idioma del invierno, en el ruido
de las hileras de patatas, en el de los abetos
y el susurro de unos pocos cobertizos, muy solitarios,
dispersos por la llanura, la placa de metal que está medio cubierta de nieve, medio comida por el óxido
no tiene nombre, por eso los dos caminos
que se cruzan llevan a cuatro ciudades
que han desaparecido. La señal de tráfico canta y mira incluso cuando le quitas la nieve
solo dentro de sí misma, dentro del invierno
en pleno invierno, en la ventisca canta una señal de tráfico
solo sobre sí misma.
TUMBAS DE SOLDADOS ALEMANES
Ahora los esqueletos están al aire
en la frontera entre humus y arcilla. Como corazones
hendidos en heridas abiertas. Si todavía laten, los oirán solo los topos
los ciegos topos y las larvas de insectos
en estado de hibernación para el invierno.
Y a causa de tu diario, Liebschen,
menciono que el sol se está poniendo. Octubre
caen las hojas, dirías, como una suave marcha fúnebre.
Pero hay también otro sonido. De tierra
que cae en tierra, una caja de resonancia de tierra
colocada en círculos de tierra. Los cerebros que nada
[comprendieron se han convertido en sus propias respuestas. Da confianza:
un tenue caparazón de hueso
nos separa de la metafísica.
CHINA CONTEMPLADA A TRAVÉS DE UN AGUACERO GRIEGO EN UN CAFÉ TURCO
La llovizna
cae en mi café
hasta que se enfría
y se sobra
hasta que se sobra
y se aclara
de forma que se hace visible
la imagen del fondo.
La imagen de un hombre
con barba larga
en China, delante de un pabellón chino
bajo la lluvia, una lluvia torrencial
que ha cuajado
en rayas
sobre la fachada azotada por el viento
y en la cara del hombre.
Debajo del café, la leche y el azúcar
que están a punto de separarse
bajo el gastado esmalte
los ojos parecen apagados
o vueltos hacia dentro
hacia China, en la porcelana de la taza
la taza que lentamente se vacía de café
y se llena de lluvia
lluvia clara. La lluvia de primavera se pulveriza sobre la marque